Misterio de Semana Santa... ¿por qué siempre hay Luna Llena en esta celebración cristiana?
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No es fácil poder predecir cada año cuando se va a celebrar la Semana Santa, este se debe a que el Año Litúrgico no se ajusta al año solar, sino al ciclo lunar
La Iglesia católica estableció su periodo litúrgico más importante con la Cuaresma (40 días sin incluir los domingos), que comienza el Miércoles de Ceniza, tres días después del Domingo de Carnaval, hasta el término del tiempo pascual con el Domingo de Pentecostés, día en el que se conmemora la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, reunidos con la Madre del Señor y que señala el final del tiempo de Pascua, un periodo de siete semanas, es decir, cincuenta días (de ahí el nombre de origen griego ‘pentecostés’) y que este año será el 19 de mayo.
Un año más nos encontramos con la fecha más señalada en el calendario litúrgico cristiano. La Semana Santa, una celebración que siempre coincide con la luna llena. Y no se trata de una casualidad. Se remonta a una decisión tomada en el Concilio Ecunémico de Nicea en el año 235 d.C.
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En aquella reunión se tomaron algunas decisiones transcendentales para el cristianismo y se estableció la fecha de la Pascua. Es el momento en el que se conmemora la resurrección de Jesucristo al tercer día de su crucifixión, un periodo que se prolonga a lo largo de ocho días. Este año, el 25 de marzo podremos ver la luna llena.
LA IMPORTANCIA DE LA LUNA LLENA EN LA SEMANA SANTA
El Domingo de Pascua marca esta festividad según lo establecido en Nicea. Ese domingo es el siguiente domingo tras la primera luna llena que llega después del equinoccio primaveral en el hemisferio norte y otoñal en el hemisferio sur. Es decir, los movimientos pueden suceder entre el 22 de marzo y el 25 de abril, de ahí que la Semana Santa cada año caiga en una fecha distinta.
El origen se debe a que la muerte de Cristo tuvo lugar en torno a la fiesta de la Pascua Judía. Los hebreos renuevan cada año esta celebración el día 15 del mes de Nisan, que empieza con la primera luna nueva de primavera.
El mundo cristiano, que seguía el calendario juliano, instaurado en el año 46 a.C. por el emperador Julio César, no se planteó el problema de la ubicación de la Semana Santa en el calendario romano hasta el año 325 d.C, en el primer Concilio Ecuménico de Nicea, cuando los Padres de la Iglesia la fijaron en el primer domingo después de la primera luna llena posterior al equinoccio de primavera, el 21 de marzo. Intentos de cambio posteriores y de transformación en una fiesta fija (aprobado en el curso del Concilio Vaticano II, 1962-1965) no han podido imponerse.
El protagonismo de la luna en la Semana Santa tiene su razón de ser en la descripción en el Nuevo Testamento de los hechos acaecidos alrededor de la muerte de Jesús, en los que se señala la presencia de la luna llena el viernes de su crucifixión, en Jerusalén. De ahí que la Iglesia busque una luna llena para celebrar estas fechas.
Así pues, la Semana Santa siempre ha estado íntimamente ligada a la luna llena. Por este motivo, los días que la integran varían y cada año caen en fechas diferentes y, por consiguiente, la luna marca desde entonces todo el calendario litúrgico cristiano.
CELEBRACIONES EN EL MUNDO CRISTIANO
Ese mismo punto de partida para ‘La Gran Semana’ (como era antes conocida la Semana Santa), continuó vigente tras implantarse en Europa el calendario gregoriano, a partir del siglo XVI y hasta el siglo XX, cuando finalmente fue adaptado en todo el mundo.
Sin embargo, hay dos reglas básicas que estas celebraciones han de cumplir: la luna llena nunca puede coincidir con el mismo Domingo de Resurrección; en ese caso será el siguiente domingo. Otra norma a respetar marca los límites del calendario, puesto que no puede comenzar antes del día 22 de marzo ni después del 25 de abril, y sólo entre ambas fechas pueden tener lugar sus efemérides.
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En la actualidad, cada pueblo, región o zona del orbe cristiano tiene su peculiar manera de sentir y vivir estas fechas, desde el silencio más profundo, acompañando a los sentidos “pasos” que emulan el sufrimiento de Jesús y su Madre, la Virgen María, hasta el ruido más estruendoso que en muchas ocasiones trata de imitar la sacudida que sufrió la Tierra, en la tarde del Viernes Santo, al expirar Jesucristo.
Durante el sábado, segundo día del triduo pascual (pasión, muerte y resurrección de Cristo), no hay celebración eucarística. La Iglesia persigue crear una pausa e invitar al silencio junto al sepulcro de Cristo, con el objetivo de que los creyentes mediten su pasión y muerte, su descenso a los infiernos y la promesa de su regreso al tercer día, Domingo de Resurrección, con el que finaliza la Semana Santa.