Por qué los humanos perdieron el hueso del pene

Vida
/ 20 diciembre 2016

El báculo es un hueso extraesquelético, y ha ayudado a los primates a ganar en el juego del apareamiento

Uno de los productos más extraños y maravillosos de la evolución es el hueso del pene, o báculo. El báculo es un hueso extraesquelético, lo que significa que no está conectado con el resto del esqueleto, sino que flota airosamente al final del pene. Dependiendo del animal, su tamaño va desde menos de un milímetro hasta casi un metro, y su forma varía de una espina similar a una aguja a un diente parecido al de un tenedor.

El báculo de la morsa, que se podría confundir fácilmente con un garrote de 60 centímetros, mide aproximadamente una sexta parte de la longitud del cuerpo del animal, mientras que el diminuto hueso del pene del lémur de cola anillada, de algunos centímetros de largo, representa solo una cuarentava parte de la longitud del suyo.

Los báculos se encuentran en determinadas especies de mamíferos, pero no en todas. La mayoría de los primates macho lo tienen, así que los humanos somos más bien una rareza, ya que carecemos de él. En un puñado de circunstancias extraordinarias, hay machos de la especie humana que han desarrollado un hueso en el suave tejido del extremo del pene, pero se trata de una anomalía poco frecuente más que de un báculo.

En un nuevo estudio, publicado en Proceedings of the Royal Society B, mi compañero Kit Opie y yo hemos investigado cómo se desarrolló el báculo en los mamíferos analizando su distribución entre las diferentes especies en función del patrón de herencia (conocido como filogenética).

Demostramos que el hueso no se desarrolló hasta después de la división de los mamíferos en placentarios y no placentarios hace unos 145 millones de años, pero antes de que apareciese el ancestro común más reciente de los primates y los carnívoros hace unos 95 millones de años. Nuestra investigación muestra también que este ancestro común tenía báculo. Esto significa que cualquier especie dentro de estos grupos que no lo tenga, como la humana, tiene que haberlo perdido en el curso de la evolución.


En primer lugar, veamos por qué demonios iba a necesitar un animal tener un hueso en el pene. Los científicos han elaborado unas cuantas teorías sobre para qué podría ser útil el báculo. En determinadas especies, como por ejemplo los gatos, el cuerpo de la hembra no expulsa los óvulos hasta que se aparea, y algunos investigadores sostienen que el hueso del pene puede ayudar a estimular a las hembras y desencadenar la ovulación. Otra teoría, con un nombre ligeramente picante, es la hipótesis de la fricción vaginal. Básicamente dice que el báculo actúa como un calzador que permite al macho vencer la fricción y deslizarse dentro de la hembra.

Por último, se ha propuesto que el hueso del pene ayuda a prolongar la “intromisión”, también conocida como penetración vaginal. Lejos de ser tan solo una buena forma de pasar la tarde, esta manera de hacer que la intromisión dure más le sirve al macho para evitar que la hembra se escabulla y se aparee con otro antes de que el esperma haya tenido ocasión de obrar su magia. Esta teoría da un significado totalmente nuevo a la expresión “obstruir la entrada”.

Nosotros hemos descubierto que, en el curso de la evolución de los primates, el hecho de tener báculo siempre ha guardado relación con una duración mayor de la penetración (algo así como más de tres minutos). Además, los machos de las especies de primates en las que la intromisión dura más, suelen tener el hueso del pene bastante más largo que los de las especies con intromisiones breves.

Otro descubrimiento interesante ha sido que los machos de las especies que se enfrentan a elevados niveles de competición sexual por las hembras tienen báculos más largos que los que se enfrentan a niveles más bajos.

Pero, ¿qué pasa con los humanos? Si el hueso del pene es tan importante para competir por una pareja y prolongar la cópula, ¿por qué no lo tenemos? Pues bien, en pocas palabras, la respuesta es que los seres humanos no pertenecemos del todo a la categoría de la “intromisión prolongada”. Para los machos humanos, la duración media entre la penetración y la eyaculación es de menos de dos minutos. 

Sin embargo, los bonobos solo pasan unos 15 segundos copulando cada vez, y de todas maneras, tienen báculo, aunque sea muy pequeño (unos ocho milímetros). Entonces, ¿qué hace que seamos diferentes? Puede que tenga que ver con nuestras estrategias de apareamiento. Entre los machos humanos (por lo general) la competición sexual es mínima, ya que lo habitual es que las hembras se apareen con un solo macho en el mismo periodo. Tal vez la adopción de esta pauta de apareamiento, unida a la brevedad de nuestra penetración, fuese el golpe de gracia para el báculo.

Los científicos no estamos más que empezando a descifrar la función de este hueso tan insólito. Lo que parece claro es que los cambios en el báculo de los primates son consecuencia, al menos en parte, de las estrategias de apareamiento de la especie. La imagen que parece emerger es que, cuando los niveles de competición sexual son altos, en lo que respecta al hueso del pene, cuanto más grande, mejor.

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