“¿Por qué preferimos la desigualdad?”: un libro provocador y necesario en la crisis social

Vida
/ 12 marzo 2016

Los grandes principios de la democracia y de la igualdad chocan con el fraude y la evasión fiscal de quienes tienen recursos, con la estigmatización de los más débiles y con la culpabilización de las víctimas, denuncia y analiza el sociólogo francés François Dubet.

Por Mónica Maristain

CIUDAD DE MÉXICO.- Junto con El Capital en el Siglo XXI, del afamado economista francés Thomas Piketty, ¿Por qué preferimos la desigualdad? (Paidós), del sociólogo también francés François Dubet, constituye la posibilidad de analizar las sociedades modernas desde una perspectiva social y humanista, alejada de las corrientes neoliberales que someten la política al arbitrio del mercado.

¿Por qué preferimos la desigualdad?: una pregunta central cuando muchas veces de forma azorada vemos cómo las clases sociales menos favorecidas tienden a votar a aquellos candidatos de la derecha que claramente no pelearán por ellos cuando accedan al poder.

¿Es tolerante la sociedad moderna con la desigualdad? ¿Tan tolerante que incluso la prefiere?

“Si se profundiza la brecha entre el 1% más rico y los demás, no es sólo por la lógica cruel del capitalismo financiero, sino porque también el 99%, en sus prácticas más cotidianas, genera desigualdades”, dice Dubet, nacido en 1946.

Director de la Ècole des Hautes Études en Sciences Sociales de París, profesor de Sociología en la Universidad de Burdeos II, heredero de la sociología de Alain Touraine, es uno de los referentes en el campo de la sociología de la educación.

Sus investigaciones se centran en la marginalidad juvenil, las desigualdades sociales, la inmigración y el carácter inclusivo o excluyente de las instituciones escolares.

“Todos los que pueden (los más privilegiados, las clases medias) prefieren vivir en barrios donde sólo se encuentran con personas afines y con el mismo criterio eligen la escuela a la que mandarán a sus hijos, mientras expresan el hartazgo fiscal de dar sin recibir beneficios proporcionales.

Como contrapartida, los barrios de los sectores populares se perciben como “zonas peligrosas, amenazantes”, al tiempo que los extranjeros parecen más numerosos, los desempleados “abusan” de las ayudas del Estado y los jóvenes pobres y sin estudios están siempre “al borde de delinquir”, apunta el intelectual en un libro que no ha pasado inadvertido y al que cada vez se acude para entender por qué Enrique Peña Nieto, por ejemplo, ha ganado la Presidencia en un país donde la desigualdad social está a la orden del día.

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LOS GRANDES PRINCIPIOS Y LAS PALABRAS RIMBOMBANTES

Si alguien nos preguntara si creemos en la igualdad, si nos parece que hay que acabar con el hambre en el mundo, si creemos en el valor de la educación pública para crear crecimiento social, si estamos a favor de la salud para todos los seres humanos más allá de su condición económica, seguramente nos apresuraríamos a responder a todo que sí.

Sin embargo, una de las grandes virtudes de François Dubet es poner en duda con argumentos tan afilados como consistentes ese repentismo artificialmente solidario.

Para el sociólogo francés, se trata sólo de palabras rimbombantes, enfrentadas a los reiterados mecanismos fraudulentos e hipócritas con los que gran parte de la humanidad se mueve cotidianamente.

“Los grandes principios de la democracia y de la igualdad chocan con el fraude y la evasión fiscal de quienes tienen recursos, con la estigmatización de los más débiles y con la culpabilización de las víctimas”, afirma el experto, quien para explicar este desajuste, analiza la crisis que, desde los ‘80, desmanteló los pilares de la solidaridad y la integración social: el trabajo, las instituciones ligadas a la educación, la justicia y la salud, la idea de una nación homogénea y la creencia en la representación política.

“El gran relato de la integración se ha desdibujado y los individuos están solos y desconfían tanto de los otros como del sistema en su conjunto. Lejos de la nostalgia reaccionaria por un mundo perdido, Dubet propone construir otra representación de la vida social, de la experiencia compartida, a partir de acciones individuales, de movilización colectiva y de políticas públicas capaces de generar confianza y sentido de sociedad”, dice la editorial Paidós.

En una entrevista otorgada a la periodista Natalia Aruguete, publicada en enero por el periódico argentino Página 12, François Dubet explica por qué a la hora de votar y de elegir cómo vivir en una sociedad moderna, solemos elegir la desigualdad.

“Muchos individuos, como tú y yo, desarrollan conductas que van a generar desigualdad. Podemos observar un gran rechazo hacia las teorías igualitarias. La sensación que tenemos de nuestra igualdad fundamental sigue siendo importante, pero ya no se puede traducir como un deseo de igualdad social. Por supuesto que el desarrollo desigual tiene causas económicas, objetivas, pero hay algunas desigualdades que son muy importantes desde el punto de vista del individuo”, afirma el intelectual francés.

“A los pobres se los reduce a guetos, se los descarta aunque no haya ninguna política que crea los guetos. El otro mecanismo es el de la obsesión por la distinción”, advierte.

“¿En qué se aspectos concretos se despliega esa obsesión por distinguirse?”, pregunta Aruguete y Dubet responde: “Uno de los casos más serios es el de las desigualdades escolares. En Francia, el sistema escolar formal es muy igualitario, sin embargo, las familias buscan alcanzar la mayor desigualdad posible para sus hijos: el valor del diploma es su rareza. Ahora es muy difícil hacer políticas culturales igualitarias porque las familias buscan la desigualdad. A mí me sorprendió mucho esto en Chile: Michelle Bachelet propuso una política escolar más bien igualitaria pero los ricos no quieren esto… y es normal; tampoco lo quieren las clases medias… y no es tan normal. Pero resulta que las clases populares tampoco lo quieren, porque prefieren soñar con una competencia igualitaria. En el fondo el modelo de igualdad de oportunidades se transforma en el modelo de justicia”.

“Una de las razones por la cual muchos pobres votan por los partidos liberales: la idea de una competencia equitativa les parece más justa que la idea de reducir las desigualdades”, explica.

–¿Por qué hoy las circunstancias llevan a un obrero a votar por la derecha?

–Porque el obrero tiene la sensación de ver su mundo social desaparecer y entonces vota por los que le dicen que van a rehacer ese mundo: dejar Europa, echar a los extranjeros y crear instituciones autoritarias. Los obreros no son democráticos por naturaleza. En todas partes encontramos este electorado que cambia. La gran lección de la última elección en Argentina, por ejemplo (donde por primera vez en la historia la ultraderecha liberal llega al poder mediante el voto) es que los electores son cada vez menos cautivos. Podemos lamentar eso pero me parece que esa evolución es irreversible.

“La democracia la podemos ver en cuatro niveles. El nivel elemental es el reconocimiento de los derechos. Democracia es el derecho de poder ser juzgado por jueces, el derecho a la seguridad física, etcétera. El segundo nivel es el de los derechos políticos. El tercero, el de los derechos sociales. Y hoy vemos un cuarto nivel, el de los derechos culturales. Ciertas minorías pueden tener derechos particulares, por supuesto que cada uno de estos derechos debilita al otro. El derecho político es un derecho absoluto y el social es un derecho relativo, porque puedes decir: “sean cuales fueren las condiciones yo tengo derecho a votar”, pero también puedes decir: “tengo derecho a trabajar” con la condición de que haya trabajo, y eso cambia la naturaleza del derecho. Una de las dificultades de hoy es que la condición de los derechos sociales, aquellos que se benefician con los derechos, no quieren cambiar nada y hay una especie de bloqueo de los derechos sociales”, explica Dubet.

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