¿Porque Dios permite que nos pasen cosas malas?

Vida
/ 22 febrero 2017

    Dios siempre se manifiesta en la misma magnitud del mal por lo que su bondad hacia mi familia

    El 15 de febrero se conmemoró el día internacional de la lucha contra el cáncer infantil lo cual me hizo reflexionar y recordar todo lo que vivimos hace dos años en el hospital y como Dios siempre se manifiesta en la misma magnitud del mal por lo que su bondad hacia mi familia ha sido igual o más grande de lo que ha sido el mal. ¿Porque Dios nos mando este mal? Una mamá del hospital me hacía esa pregunta cuando supo que mi hijo no había logrado entrar en remisión y el cáncer estaba manifestándose en más lugares, yo bloquee inmediatamente sus palabras porque jamás he creído que Dios “nos mande” cosas malas.

    En la noche pensaba como podría explicarle mi punto a una mamá que día a día sufre al ver a su hijo con cáncer, viviendo lo que vive, rogándole a Dios cada día que acabe con todo este sufrimiento y a cambio recibe noticias peores, entonces me di cuenta de que era más sencillo de lo que creía y por ello lo comparto.

    1. Cuando las enfermeras de Luis Pablo me dijeron que había que aplicarle 32 inyecciones para sacar muestras de sangre y dar medicamento y que una de ellas iría directo en su cabecita, les ayude a detenerle los brazos y la cabecita.

    2. Cuando me dijeron que tendrían que hacerle una cirugía para poner un catéter, que sería dolorosa, que saldría enojado, le di la bendición y lo deje en manos del cirujano.

    3. Cuando me dijeron que habría que rasparle su nariz para quitar el hongo y que iba a ser de lo más doloroso, le detuve sus piernas mientras lo hacían para que no pateara.

    4. Cuando por fin había concebido el sueño después de días enteros de dolor y llegaban a tomarle la presión y a checar su temperatura no lo impedía.

    5. Cuando tuvieron que detenerlo entre 4 personas para poder poner más vías intravenosas solo recuerdo su cara de “haz algo” y aun así no hice nada.

    6. Cuando vio los delfines que estaban afuera de la sala de rayos x y empezó a llorar porque no quería entrar a “la máquina del tiempo” yo misma lo acosté en la camilla y ayudé a que ataran sus brazos, lloraba mucho y yo solo podía verlo a través de ese traje marciano que me ponían. Así podría seguir enumerando ejemplos…

     

    Creo que un niño, de dos años, que no entiende nada de la vida podría decir:

    1. Me picaron, me maltrataron y tú me detuviste para que lo hicieran.

    2. Cuando lloré porque no quería irme con un completo desconocido me hiciste algo raro en la frente y me dejaste solo.

    3. Me hicieron cosas horribles en mi nariz, me traté de defender, traté de correr y tu detuviste mis piernas y me impediste escapar de tanto dolor.

    4. No me defendiste cuando tantas ganas tenía de dormir.

    5. 4 adultos contra un pequeño indefenso como yo y tú solo me mirabas.

    6. Te pedí que no me ataran a esa horrible cama de “la máquina del tiempo” y tú misma lo hiciste, hasta dijiste: ¡que padre! Todo lo que nosotros como padres permitimos en la corta vida de Luis Pablo fue solo para su bienestar, y aunque en su momento no lo entendía y me dejaba de hablar por horas, se que hoy lo entiende mucho más claro que yo y sabe que absolutamente todo lo hicimos por su bien. Ahora pues, ¿no nos estaremos comportando como niños de dos años al repelar cuando Dios permite que pasen cosas que no están dentro nuestra capacidad de entender?

     

    ¿Porque Dios permite que nos pasen estas cosas?

     ¡Fácil! ¡Por lo mismo que nosotros como padres permitimos que le pasen a nuestros hijos! Ellos no entiende ahora que todo lo que hacemos es para su bienestar… Pues bien, entendamos nosotros que Dios todo lo que permite también lo hace porque es lo mejor para nosotros. No digo que no duela, yo cargo con una herida permanente que sangra constantemente desde que mis ojos dejaron de ver a mi niño pero con la misma constancia me pongo una pomada que se llama “Jesús en ti confío” y otra vez vuelvo a sentir alivio y esa inexplicable paz que no viene de uno mismo si no que definitivamente proviene de Dios cuando en verdad nos ponemos en sus manos y confiamos en su promesas.

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