¿Sabías que las mamás orcas pagan un precio alto por alimentar a sus hijos adultos?
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Una orca macho adulta es uno de los cazadores más feroces del planeta y no son presa de ningún otro animal; no obstante, cuando son jóvenes les es difícil sobrevivir sin sus mamás
Las ballenas asesinas (que en realidad son los miembros más grandes de la familia de los delfines) nadan por todos los océanos del mundo, pero viven en poblaciones diferenciadas con sus propios territorios, dialectos y costumbres de caza. Un grupo que pasa gran parte del año frente a las costas de Columbia Británica, Washington y Oregón se conoce como las residentes del sur. Se alimentan principalmente del salmón real, que cada vez es más difícil de encontrar.
“A las ballenas asesinas en general les va bien en el mundo”, afirmó Michael Weiss, director de investigación del Centro de Investigación de Ballenas de Friday Harbor, Washington. Pero las residentes del sur, con una población de solo 73 individuos, están consideradas en peligro de extinción.
Estas ballenas permanecen con su familia biológica toda la vida. Las familias están dirigidas por matriarcas que pueden vivir entre 80 y 90 años. Pero las hembras dejan de reproducirse a mediana edad: las orcas y algunas otras especies de ballenas son los únicos mamíferos, además de los humanos, de los que se sabe que pasan por la menopausia.
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Para tratar de explicar la menopausia, los científicos han indagado en cómo las matriarcas fomentan la supervivencia de sus hijos y nietos. Un estudio de 2012 sobre las orcas residentes del sur, junto con sus vecinas, las residentes del norte, demostró que la presencia de madres mayores ayudaba a las crías adultas a mantenerse con vida, especialmente a los machos. Los machos de más de 30 años tenían ocho veces más probabilidades de morir al año siguiente de la muerte de sus madres.
Un factor que probablemente explique lo anterior es que sus madres los alimentan. Después de que una hembra se sumerge para atrapar a un salmón, explicó Weiss, sale a la superficie con el pez de lado en la boca. Otra ballena, a menudo su hijo, estará al acecho sobre su hombro. “Básicamente sacude la cabeza y muerde muy fuerte, y la mitad del pez se va flotando detrás de ella”, dice Weiss, hacia su hijo que espera. Esta manera de alimentar se mantiene durante toda la vida del hijo.
Tal vez un macho adulto es demasiado grande para pescar con facilidad a un salmón escurridizo, conjeturó Weiss. Su mamá que es más menuda “no solo es probable que sea mejor para atrapar salmón sino también para encontrarlo”, dijo, gracias a sus años de experiencia. “Creo que eso es gran parte de lo que mantiene vivos a estos machos”.
Para saber cuáles son las consecuencias de que las madres alimenten por tiempo indefinido a sus hijos enormes, Weiss y sus colegas analizaron casi cuatro décadas de datos censales sobre madres en edad reproductiva y sus familias.
Esas estadísticas sencillas contaban una historia sorprendente. Las madres con un hijo vivo tenían la mitad de probabilidades de reproducirse cada año en comparación con las madres con una hija o sin descendencia. “El efecto es enorme”, afirmó Weiss.
“Creo que se trata de una pieza realmente útil del rompecabezas”, dijo John Ford, científico investigador emérito que ha estudiado a las residentes del sur y del norte en la Estación Biológica del Pacífico, en Canadá.
Ford explicó que, si bien una hembra de una de estas poblaciones podría tener cuatro o cinco crías a lo largo de su vida, un macho tiene el potencial de engendrar 20 crías o más. Incluso antes de llegar a la menopausia, una madre quizá tenga más éxito evolutivo si invierte en sus hijos más que en sus hijas... o en sí misma.
Pero tal vez lo que les funcionó a las orcas a lo largo de su historia ya no les ayuda hoy en día. “Esta estrategia evolucionó bajo condiciones en las que había más alimentos a su disposición”, indicó Weiss. Aquellas madres mejor alimentadas quizá no pagaban un precio tan alto por compartir sus alimentos. Ahora que los residentes del sur se enfrentan a la escasez de salmón, junto con otras amenazas, su población menguante podría llegar a ser aún más precaria porque las madres sacrifican su propia reproducción para alimentar a sus machos.
Según Weiss, esta estrategia representa una nueva respuesta a una pregunta evolutiva básica: ¿cuándo debe un progenitor dejar de mantener a sus crías?. “Lo que no se había encontrado hasta ahora, que sepamos, es un caso en el que la respuesta a esa pregunta sea: Nunca”, dijo. “Eso no se acaba”. c.2023 The New York Times Company.
Por Elizabeth Preston The New York Times.