Esperan un milagro familiares de mexicano condenado en EU
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3 agosto 2008
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Venancio Medellín, padre de José Ernesto, asegura que no han sido notificados si se les permitirá ver a su hijo antes de su ejecución, programada para el martes
Huntsville, Tex,.- La familia del mexicano condenado a muerte en Texas, José Ernesto Medellín, mantienen la esperanza de que se logre evitar la ejecución de su hijo, programada para este martes.
Entrevistado desde Houston, donde radica, Venancio Medellín, padre de José Ernesto, aseguró que guardan esperanzas de que ocurra un milagro "y que nuestro hijo se salve.
"No sabemos si el lunes ya por la tarde o bien el mismo martes unos minutos antes nos permitan verlo, al parecer no es así porque a su abuelita -Eleuteria Almendáris- no la dejaron que lo viera, ni permiso le dieron, por eso está aquí (en Houston).
"No te puedo comentar sobre si es inocente o culpable, ese tipo de comentarios nos dijo la abogada que pueden perjudicar el caso, pero lo que si te puedo decir es que no perdemos la esperanza de que aunque sea en el último momento ocurra un milagro".
La señora María Rojas, madre de Ernesto, se limitó a decir que "pues yo les pediría a todos que recen por José, todos estamos rezando y que independientemente de lo sucedido en el pasado nadie somos nada para decidir cuándo alguien debe morir o seguir viviendo".
José Medellín fue condenado a la pena de muerte en 1994 por su presunta participación, un año antes, en la violación y asesinato de dos menores de edad en la ciudad de Houston, Texas.
De acuerdo a la oficina de la fiscalía general de Texas, Elizabeth Peña de 16 años y su acompañante Jennifer Ertman de 14, caminaban a sus hogares cuando se encontraron con un ritual de iniciación de una pandilla.
Medellín y sus compañeros de grupo, presuntamente, violaron, golpearon y estrangularon a ambas adolescentes; cuando sus cuerpos fueron recuperados, sólo pudieron ser identificados por los registros dentales.
Doña Eleuteria Almendáris, abuelita paterna de José Ernesto Medellín Rojas, aunque no cargó con el santo de su devoción -San Francisco de Asís- asegura que a cada instante le sigue pidiendo en su plegarias que suceda un milagro y su nieto sea perdonado.
"Ya intenté verlo, pero no se pudo", dijo la angustiada anciana de 85 años, que utiliza un bastón para caminar o bien la ayuda de sus familiares, ya que sus enfermedades han ido deteriorando su salud.
"Ando a la vuelta y vuelta, me siento, me paro, y me siento aquí que estoy encerrada, ahí estamos nada más pensando, en la noche se me quita el sueño y me pongo a rezarle al señor San Francisco".
Pidió a sus familiares en Nuevo Laredo que continúen rezando fervientemente, para que José Ernesto no sea ejecutado.
"Yo le pido a Dios que no suceda eso, ojalá que no pase, yo les digo todos los días que le pidan a Dios, nuestro señor, que no pase eso, y que no dejen de rezar", comentó.
Con la desesperación a cuestas, la señora Almendariz le pide al divino que haga un milagro e ilumine le mente y corazón del gobernador de Texas Rick Perry, para que se apiade de su nieto.
"Al señor Perry... que nos ayude para que eso no suceda, que mi Dios le ablande su corazón, el señor san Francisco que le dé brillo en la mente, apoco el señor este ¿qué, no tendrá familia?".
Entrevistado desde Houston, donde radica, Venancio Medellín, padre de José Ernesto, aseguró que guardan esperanzas de que ocurra un milagro "y que nuestro hijo se salve.
"No sabemos si el lunes ya por la tarde o bien el mismo martes unos minutos antes nos permitan verlo, al parecer no es así porque a su abuelita -Eleuteria Almendáris- no la dejaron que lo viera, ni permiso le dieron, por eso está aquí (en Houston).
"No te puedo comentar sobre si es inocente o culpable, ese tipo de comentarios nos dijo la abogada que pueden perjudicar el caso, pero lo que si te puedo decir es que no perdemos la esperanza de que aunque sea en el último momento ocurra un milagro".
La señora María Rojas, madre de Ernesto, se limitó a decir que "pues yo les pediría a todos que recen por José, todos estamos rezando y que independientemente de lo sucedido en el pasado nadie somos nada para decidir cuándo alguien debe morir o seguir viviendo".
José Medellín fue condenado a la pena de muerte en 1994 por su presunta participación, un año antes, en la violación y asesinato de dos menores de edad en la ciudad de Houston, Texas.
De acuerdo a la oficina de la fiscalía general de Texas, Elizabeth Peña de 16 años y su acompañante Jennifer Ertman de 14, caminaban a sus hogares cuando se encontraron con un ritual de iniciación de una pandilla.
Medellín y sus compañeros de grupo, presuntamente, violaron, golpearon y estrangularon a ambas adolescentes; cuando sus cuerpos fueron recuperados, sólo pudieron ser identificados por los registros dentales.
Doña Eleuteria Almendáris, abuelita paterna de José Ernesto Medellín Rojas, aunque no cargó con el santo de su devoción -San Francisco de Asís- asegura que a cada instante le sigue pidiendo en su plegarias que suceda un milagro y su nieto sea perdonado.
"Ya intenté verlo, pero no se pudo", dijo la angustiada anciana de 85 años, que utiliza un bastón para caminar o bien la ayuda de sus familiares, ya que sus enfermedades han ido deteriorando su salud.
"Ando a la vuelta y vuelta, me siento, me paro, y me siento aquí que estoy encerrada, ahí estamos nada más pensando, en la noche se me quita el sueño y me pongo a rezarle al señor San Francisco".
Pidió a sus familiares en Nuevo Laredo que continúen rezando fervientemente, para que José Ernesto no sea ejecutado.
"Yo le pido a Dios que no suceda eso, ojalá que no pase, yo les digo todos los días que le pidan a Dios, nuestro señor, que no pase eso, y que no dejen de rezar", comentó.
Con la desesperación a cuestas, la señora Almendariz le pide al divino que haga un milagro e ilumine le mente y corazón del gobernador de Texas Rick Perry, para que se apiade de su nieto.
"Al señor Perry... que nos ayude para que eso no suceda, que mi Dios le ablande su corazón, el señor san Francisco que le dé brillo en la mente, apoco el señor este ¿qué, no tendrá familia?".
