A 100 días de la presidencia de Trump, hay un abismo entre sus pretensiones y la realidad

Internacional
/ 28 abril 2017

Gran parte de los temas más tratados durante su campaña se encuentran actualmente en el limbo político, muy lejos de convertirse en realidad.

Estos son los peores 100 días desde que se estableció este punto de referencia en 1933 con Franklin D. Roosevelt"

Seguramente Donald Trump ha generado más titulares que cualquiera de sus predecesores en sus primeros 100 días como presidente, que se cumplen este sábado. Pero también tiene las peores valoraciones en las encuestas y hay un abismo entre sus pretensiones y la realidad.

Trump se presentó para plantarle cara al "establishment" y en su toma de posesión, el 20 de enero, declaró al mundo cuál era su prioridad: "America First", Estados Unidos primero. Cien días después está claro que está teniendo dificultades.

El magnate republicano pensaba que la presidencia estadounidense era como dirigir una gran empresa. Sin embargo, tuvo que admitir que no es así: "Ahora me doy cuenta de lo grande que es esto".

Gran parte de los temas más tratados durante su campaña se encuentran actualmente en el limbo político, muy lejos de convertirse en realidad. "¿Se entenderán alguna vez Trump y los republicanos en el Congreso?", se pregunta el corresponsal jefe de "The Washington Post", Dan Balz.

Incluso la cadena más fiel al presidente, Fox News, afirma: "Sea como sea, Trump no alcanza los objetivos que se impuso". Jonathan Alter, comentarista político en la cadena liberal NBC, lo tiene claro: "Estos son los peores 100 días desde que se estableció este punto de referencia" en 1933 con Franklin D. Roosevelt .

"Cumple con sus promesas a una velocidad vertiginosa", contraatacó su jefe de Gabinete, Reince Priebus. "Una cosa tras otra, estamos cumpliendo nuestras promesas", escribió el presidente en Twitter.

Sin embargo, ha recibido varios reveses: no consiguió anular el Obamacare -a pesar de tener mayoría republicana en las dos cámaras del Congreso-, los tribunales frenaron su veto migratorio a ciudadanos de países de mayoría musulmana y su partido alberga muchas dudas sobre la construcción del muro en la frontera con México.

Puede que Trump consiga maquillar un poco a última hora la marca de los 100 días, que el mismo considera "ridícula", pero una reforma sanitaria no se alcanza en tan poco tiempo.

De su programa de infraestructura no se sabe nada, el embajador estadounidense en Israel sigue viviendo en Tel Aviv y no en Jerusalén, como prometió Trump, y ni un solo minero del "Rust Belt" (cinturón de óxido) ha recuperado su trabajo gracias a la política del presidente.

En política exterior hace más bien política interior: cuando se rebela contra los enemigos de Estados Unidos, cuando critica a Irán y amenaza a Corea del Norte, en realidad está practicando el clientelismo. Tampoco tiene una estrategia clara respecto a Siria y el bombardeo lanzado allí como represalia tras un ataque químico en realidad no cambia nada.

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Desde la Casa Blanca, Trump sigue dividiendo al país, que ya amenazaba con partirse en dos en la campaña electoral. Quien le contradice es insultado, las noticias críticas son consideradas falsas y los decenas de miles de manifestantes que casi cada semana salen a las calles contra Trump son, a su parecer, locos incitados por los medios de izquierdas.

Las encuestas muestran los peores resultados de popularidad de un presidente en sus primeros 100 días. En la mayoría de los sondeos, solo el 40 por ciento de los estadounidenses está de acuerdo con Trump y sus decisiones, un resultado desastroso.

Entre las cosas que ha conseguido está el haber logrado imponer al conservado Neil Gorsuch como juez de la Corte Suprema. Pero los casi 30 decretos que ha ido presentando ante las cámaras contienen sobre todo órdenes de revisión para las autoridades, no son decisiones en firme.

Pero sería prematuro decir que la presidencia de Donald Trump es el intento fracasado de un "outsider". Trump ha puesto patas arriba Washington y no se sabe lo que dejarán tras de sí él y su equipo tras cuatro u ocho años. Steve Bannon, uno de los ideólogos de la Casa Blanca, sigue trabajando en una nueva visión nacional de Estados Unidos. Aunque la Administración tiene que ser consciente de que el sistema parlamentario no tolera demasiadas dosis de rebelión.

Pero Trump tiene poder más allá del Senado y la Cámara de Representantes. La influencia de la familia del magnate inmobiliario en la política de la Casa Blanca cada vez es mayor. Su hija Ivanka cuenta con su propio despacho en el Ala Oeste y Jared Kushner, su marido, ha ampliado rápidamente su ámbito de influencia.

Además, varios ex gerentes de Goldman Sachs, entre ellos el secretario de Tesoro, Steven Mnuchin, y el asesor de Trump Gary Cohn, tienen mucho que decir y ejercen su influencia.

"Make America Great Again" significa para Trump sobre todo crear más empleo. Su política económica se asienta sobre tres grandes pilares: desregulación, reforma fiscal e inversión en infraestructuras.
 
Hasta ahora ha dado algunos pasos en la reducción de regulación, superando las barreras para la construcción de un gasoducto. Y este mismo miércoles propuso una reforma fiscal que incluye un recorte en el impuesto de sociedades del 35 al 15 por ciento. Aunque expertos de renombre hablaron de "ilusión" o de "demasiado bueno para ser cierto" refiriéndose a las medidas propuestas.

Es cierto que el presidente no se puede imponer a la anquilosada estrucutura política de la capital, pero llama la atención la cantidad de figuras políticas que han cambiado de opinión. Por ejemplo, la embajadora ante la ONU, Nikki Haley, fue durante la campaña una de las mayores opositoras a Trump entre los republicanos. Pero ahora está mejorando su imagen gracias al vacío en política exterior.

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Trump también encuentra eco nivel internacional, aunque a menudo sea sin proponérselo. Por más que su intervención en Siria no haya sido fruto de una reflexión profunda y por poco creíble que sea su política exterior -como cuando amenazó a Corea del Norte con su portaaviones sin saber realmente dónde se encontraba-, lo cierto es que Estados Unidos sigue teniendo un gran peso.

Los ministros de Finanzas del G20 tuvieron que eliminar de su declaración final su tradicional oda a la globalización y en el documento de la última reunión del Fondo Monetario Internacional no aparecieron palabras como "proteccionismo" o "protección del clima". Las potencias internacionales tuvieron que admitir que ir contra Estados Unidos tampoco es bueno con Trump.

El presidente tuvo que hacer limpieza además entre su personal, pues algunos de aquellos en los que se depositaron grandes esperanzas en los primeros días resultaron no ser tan prometedores, como el general Michael Flynn. Al menos otras 14 personas de su Administración no han llegado a los 100 días en su puesto.

Y aun queda por ver qué ocurrirá con las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, que se esperaba que mejorasen con la llegada de Trump.

No pasa un día sin que salga a la luz alguna información sobre la relación entre Trump y el Gobierno en Moscú ya incluso desde la campaña electoral. El rumor de que el Kremlin tiene algo que podría utilizar contra Trump se mantiene. Los críticos temen que esto pueda influir a largo plazo en la política del presidente 45 de Estados Unidos.

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