A 50 años del tricampeonato de Brasil
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Pelé se convirtió en México en ‘El Rey’, único jugador en conquistar tres Copas del Mundo y fue en la cancha del Estadio Azteca frente a Italia
MÉXICO.- Existen muchos intentos por desentrañar cuál es el mejor equipo en la historia del futbol y, aunque no hay unanimidad, siempre ha aparecido entre los aspirantes a esta proclamación la selección brasileña que consiguió el Mundial de México de 1970, ahora hace medio siglo.
Fue un 21 de junio de 1970, cuando los brasileños, dirigidos por Mario Zagallo y liderados por Pelé, alcanzaron su tercer Mundial —tras los logrados en 1958 y 1962— y conseguía por primera vez en propiedad el trofeo Jules Rimet.
Una final histórica ante Italia, selección a la que los brasileños vencieron por un contundente 4-1 ante más de 100 mil espectadores que llenaron el Estadio Azteca de la capital mexicana. Pelé, Gerson, Jairzinho y Carlos Alberto golearon para los brasileños, mientras que Boninsegna anotaba por los italianos.
“Parecía que aquel equipo había nacido para jugar juntos”, explica Pelé a fifa.com, medio que homenajea a aquel Brasil y aún se pregunta si aquella selección “¿fue la mejor del mundo?”.
Para Gerson, integrante de aquel equipo y autor de uno de los goles de la Final, las dos grandes selecciones de los Mundiales son el Brasil de 1958 y el Brasil de 1970. “En la primera destacaba la técnica y habilidad de los jugadores. En 1970, era la unión y la química del grupo. Este equipo, en conjunto, era mejor”.
Rivelino, otra de las figuras de aquel equipo, compara al Brasil del 70 con el Brasil del 82, selección que quedó eliminada en la segunda ronda del torneo y que contaba con futbolistas como Zico, Socrates, Eder, Falcao, Junior, Toninho Cerezo… “Dos grandes equipos. La del 82 era una gran selección, pero la diferencia fue que no ganaron nada”.
Al frente de este equipo figuraba Mario ‘Lobo’ Zagallo, campeón del mundo como futbolista en el Brasil de 1958 y 1962, y que meses antes de la competición en México había asumido el cargo de seleccionador sustituyendo a Joao Saldanha.
Zagallo se convirtió en el primer campeón del mundo como jugador y como entrenador, algo que sólo han conseguido años después el alemán Frank Beckenbauer y el francés Didier Deschamps.
“En 1970 estábamos llenos de estrellas de la mitad para el frente”, reconocía Zagallo en 2003. “Decían que teníamos problemas defensivos, pero lo que nadie reconocía es que sabíamos ocupar los espacios”.
Aquellos “problemas defensivos” se debían a su formidable ataque. Zagallo se atrevió a alinear a cinco ‘dieces’ juntos, una delantera dorada formada por Pelé (entonces en el Santos), Jairzinho (Botafogo), Rivelino (Corinthians), Gerson (Sao Paulo) y Tostao (Cruzeiro). Entre los cinco anotaron 17 de los 19 goles que los brasileños marcaron en los seis partidos que disputaron.
Zagallo confesó que días antes del comienzo del campeonato reunió a sus cinco delanteros y los organizó de la siguiente manera: Rivelino jugaría como extremo izquierdo, Jairzinho como extremo derecho, Tostao como centro delantero, Gerson como centrocampista por derecha y Pelé, a su aire.
La fórmula funcionó. Los brasileños vencieron en todos los partidos disputados en tierras mexicanas: ante Checoslovaquia (4-1), Inglaterra (1-0), Rumanía (3-2), Perú (4-2), Uruguay (3-1) e Italia (4-1). 19 goles en seis partidos.
Tras aquel triunfo hace 50 años, la selección brasileña ganó dos campeonatos más, Estados Unidos 1994 y Corea-Japón 2002, pero la sensación de equipo perfecto que transmitió en México 1970 no ha vuelto a repetirse.
La prórroga del Siglo
Miércoles, 17 de junio de 1970, hace 50 años. Mundial de México. Partido 30 del campeonato. Estadio Azteca. Más de 100 mil espectadores. Semifinal Italia-República Federal de Alemania. Victoria azzurra (4-3) en una prórroga con cinco goles en 17 minutos, después de que los primeros 90 minutos concluyeran 1-1.
Pocas veces ha existido tanta unanimidad para calificar y ennoblecer un duelo futbolístico: El Partido del Siglo. Antes y después otro puñado de encuentros ha sido catalogado con la misma etiqueta, pero es casi imposible mantener el pulso y alcanzar la magnitud y excelencia de aquella tarde mexicana.