El coche de hidrógeno podría desbancar al eléctrico, en el futuro

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/ 2 mayo 2018

Los motores alimentados por este combustible no contaminan, ya que solo emiten vapor de agua por el tubo de escape

La electrificación de los automóviles sigue su curso, imparable. Pero la autonomía, la dependencia de la red de suministro o los problemas industriales y económicos que suponen las baterías de gran capacidad frenan su implantación masiva a corto plazo. Y por lo que trasluce de los planes de investigación de los fabricantes, podría ser el hidrógeno el combustible que venga a resolver las incógnitas del futuro.

Dos modelos de pila de combustible de hidrógeno que apuntan en esa dirección llamaron poderosamente la atención en el pasado Salón de Ginebra. Uno es el Hyundai Nexo, un SUV de 163 CV un poco mayor que el Tucson y que, gracias a su depósito de hidrógeno, dispone de una autonomía que ronda los 800 kilómetros. El otro es el Toyota Fine-Confort Ride Concept, un prototipo de coche familiar cuya función es adelantar la nueva generación de pila de hidrógeno del fabricante japonés. Sus cuatro motores eléctricos se sitúan en las ruedas y la electricidad generada por su reserva de hidrógeno le permitiría recorrer unos 1.000 kilómetros antes de tener que repostar.

¿Y CÓMO FUNCIONA?

El coche de pila de combustible produce su propia electricidad. Para ello hace reaccionar con aire el hidrógeno que transporta en su depósito. De la reacción resultante entre el oxígeno atmosférico y el hidrógeno, producida en unas celdas especiales, se genera la electricidad, liberándose agua al exterior en forma de vapor.

La electricidad queda almacenada en una batería y se utiliza para hacer funcionar los motores eléctricos del vehículo. A bajas velocidades el automóvil se moverá obteniendo la energía solo de la batería, pero en carretera la pila de combustible aportará mayor potencia a los motores, al tiempo que irá recargando la batería que también aprovechará la electricidad generada en las frenadas.

¿SON VIABLES COMERCIALMENTE?

A día de hoy, no. Los inconvenientes principales de este tipo de motorización son variados y de gran calado. En primer lugar hay que considerar que, aunque el hidrógeno es el elemento más abundante en la tierra, no existe en estado puro. Hay que obtenerlo descomponiendo los hidrocarburos de las energías fósiles (proceso que libera grandes cantidades de CO2 y otros contaminantes) o bien del agua mediante hidrólisis a altas temperaturas (lo que requiere mucha energía).

Por otro lado, el almacenaje del hidrógeno necesita mucho espacio. En concreto tres veces mayor que el utilizado para depositar la gasolina o el gasóleo, disminuyendo la habitabilidad del vehículo. En tercer lugar, la inexistente infraestructura de distribución de hidrógeno para la automoción requeriría grandes inversiones que por el momento impiden el desarrollo de esta tecnología de automoción.

Y, por último, el coste de fabricación de un coche de pila de combustible es considerablemente más elevado que el de un automóvil convencional. La propia tecnología y su necesidad de recurrir a metales preciosos como el platino encarecen mucho el producto final. El primer y único modelo de hidrógeno comercializado en la actualidad es la berlina Toyota Mirai, que se vende en algunos países de Europa por un precio cercano a los 70.000 euros.

NUMEROSAS VENTAJAS

Pero aunque la pila de combustible no esté teniendo un desarrollo a la misma velocidad que otras alternativas, sus aportaciones a la movilidad de bajas emisiones es innegable. Primero hay que tener en cuenta que durante su funcionamiento no emite ninguna sustancia nociva, ya que por su escape sólo se libera vapor de agua.

También aporta una gran facilidad para el usuario, ya que a la hora de repostar su depósito de hidrógeno el tiempo invertido es similar al que requeriría un vehículo de gasolina o gasóleo. En esto aventaja a los que tengan que recargar su batería conectándose a un enchufe: aunque sea en un poste de carga rápida, tardarán mucho más tiempo.

Y además el hidrógeno obtenido de energías renovables posibilita el almacenaje de estas, pudiendo aprovechar los momentos de máxima producción para crear reservas y utilizarlas en los momentos en que el viento o el sol dejen de generarlas.

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