Identifican en Minnesota a un anciano carpintero que fue un terrible comandante nazi

Internacional
/ 14 marzo 2017

Las autoridades polacas confirman "al 100%" que Michael Karkoc, de 98 años, fue un oficial de las SS que devastó pueblos enteros

Llevó la calavera y las runas con orgullo. Mató a hombres, mujeres y niños. Arrasó poblaciones enteras. Era la bestia de Chlaniów (Polonia). Durante décadas se ocultó en Estados Unidos, buscó un hogar y tuvo seis hijos. Ahora, tras una larga peripecia periodística y judicial, su identidad ha sido confirmada por las autoridades polacas. El anciano y tranquilo carpintero Michael Karkoc, de Minneapolis, fue comandante de la Legión de Autodefensa Ucrania, encuadrada en las letales SS de Adolf Hitler.

A sus 98 años, el pasado se ha vuelto contra él. La fiscalía polaca está “al 100% segura” de quién se oculta tras ese hombre antiguo, enraizado en su comunidad y fiel defensor de la "patria Ucrania", y ha anunciado que va a pedir su extradición por las matanzas perpetradas durante la Segunda Guerra Mundial en la región de Lublin.

No será la primera vez que se enfrente a la justicia. Hace cuatro años, después de que una investigación de la agencia AP sacase el caso a la luz, el ministerio público alemán quiso someterle a juicio. La familia de Karkoc logró frenar el intento aportando documentación médica que supuestamente demostraba su incapacitación para un proceso. “No hay una sola prueba que indique que mi padre tuviese nada que ver en actividades criminales. En toda su vida solo trabajó, trabajó y trabajó. Nunca se ocultó de nadie”, ha dicho Andriy Karkoc.

Estos argumentos no han frenado a los fiscales polacos. Dado que su país no permite los juicios en ausencia, quieren revisar el caso en su territorio e interrogarle personalmente. Al mismo tiempo, el cazanazis Efraim Zuroff, del Centro Simon Wiesenthal, ya ha avanzado que solicitará su revisión por médicos independientes.

La reconstrucción de AP, basada en testimonios presenciales y documentos, sostiene que Karkoc, que siempre se definió como "patriota", ingresó en 1941 en el Ejército alemán. Brutal y resolutivo, pronto ganó una Cruz de Hierro y pidió su entrada en la Legión de Autodefensa Ucrania. Cuando este cuerpo de exterminadores fue absorbido por las SS, las unidades de élite hitlerianas, Karkoc brilló con luz propia y alcanzó el grado de comandante.

Las atrocidades cometidas por esta brutal manada de nazis fueron innumerables, pero al acusado se le persigue por haber dirigido una operación de castigo contra el pueblo de Chlaniów. La única de la que se tienen testigos presenciales.

Fue el 23 de julio de 1944. Tras la muerte del oficial al mando, se decidió represaliar a la población civil. Con la orden de “liquidar Chlaniów”, los legionarios de Hitler dieron rienda suelta a la barbarie: quemaron las casas y a balazos mataron a 44 hombres, mujeres y niños. Otras localidades menores también fueron arrasadas.

Después de la matanza, la pista de Karkoc, como muchas otras cosas en los días finales de la guerra, se diluye. Se sospecha que estuvo en más unidades de las SS y que en alguna pudo dedicarse a la represión de partisanos eslovenos. No hay seguridad. Acabada la contienda, su rastro desaparece hasta que en 1949 pide su entrada en Estados Unidos. En los documentos alegó que no había hecho el servicio militar y que durante la guerra había trabajado con su padre. Diez años después, recibió la nacionalidad estadounidense.

Su vida entró en un remanso. Se casó, tuvo seis hijos y no tardó en distinguirse como un devoto de su iglesia local. Construyó el altar de la rectoría y todos los fines de semana ayudaba en lo que podía. Creyente, el fuego de su nacionalismo nunca le abandonó. En poco tiempo, según periodistas locales, asumió su liderazgo en organizaciones ucranias. Su odio a la Unión Soviética era visceral. Ansiaba liberar su país de la opresión comunista y cuando Ronald Reagan llegó al poder no dejó de aplaudirle.

Con su fuerte acento y sus modos anticuados, era un emigrante más de la Europa del Este en la perdida Minneápolis. O eso parecía. Setenta años después de la atrocidad de Chlaniów fue señalado. El pasado le había dado alcance.

 

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