Los hombres del mañana
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Mamá solía llamar a papá “El hombre del mañana”; cuando yo era niña y entendía lo superfluo e inocente de los mensajes, pensaba que mamá admiraba a papá y tenía puesta su esperanza en él; como mis profesores de la primaria, que decían que los niños éramos el futuro de México. ¡Pero, oh, decepción!, con el tiempo descubrí que mi padre procrastinaba argumentando: “Mañana lo voy a hacer”.
No me digas, tú también eres un hombre o mujer del mañana. ¿Te confieso algo? Yo lo he sido muchas veces.
Procrastinar, por muy rimbombante que se escuche la palabra, no es otra cosa más que evitar o postergar conscientemente esas actividades que se perciben incómodas y elegir –a veces– otras de menor relevancia o más agradables. Al igual que el síndrome del estudiante, la procrastinación es un problema de autorregulación y organización del tiempo. Deriva de alguna de las siguientes circunstancias:
Por evasión. Una pobre autoimagen, la creencia de que somos incapaces de realizar tareas en forma eficiente y el miedo al fracaso –gracias a la exigencia y metas altas y poco realistas– dan como resultado el querer posponer cualquier encomienda.
Por neutralización. El exceso de labores genera distrés o estrés desagradable. Solemos prorrogar el máximo de tareas aplazables, para realizar con la menor tensión posible las que de plano no podemos postergar.
Por adicción. Cuando el trabajo se acumula y no sabemos establecer prioridades, nos vemos envueltos en distrés y angustia; estas sensaciones generan cortisol y adrenalina en el cuerpo –que estimulan el sistema nervioso central– provocando un bienestar anímico momentáneo.
Ser hombres y mujeres del mañana no solo afecta nuestra persona; con la procrastinación afectamos cualquier ámbito: familiar, social, laboral… Si crees que eres un procrastinador empedernido, te recomiendo que leas nuestro próximo artículo.
Dominio Comunicación: Comunicación efectiva para tu vida personal y profesional. (55) 2212 7220.