Lupina Soto ‘Pilar del Teatro’: Años de amor al escenario
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Continuamos con la entrevista que VANGUARDIA le hizo a la actriz y dramaturga Lupina Soto. En esta segunda parte de tres, compartimos las experiencias que tuvo en entrañables obras teatrales
La semana pasada contamos los inicios de Lupina Soto en el teatro. Luego de más de cinco décadas aplazando su pasión y dedicada a la enfermería por fin comenzó a tomar clases y tras aventurarse en la redacción de textos dramáticos obtuvo una beca en el INBA, con la maestra Lourdes Valdés.
Exploró sus posibilidades actorales en obras como ‘La vida privada de mamá’, ‘La mordaza’, ‘Medio Pelo’ y ‘Señoritas a disgusto’. En esta último, nos contó, sucedió un episodio que improvisó y recuerda con orgullo.
“La maestra Lourdes estaba en escena con otra compañerita y yo era la nana Lola, y salgo yo y me paró en la puerta y voltea la maestra y me dice ‘mira nana, vas a traer, cinco centavos, de piloncillo, traes diez centavos de café, traes quien sabe cuánto de canela’, me da un dinerito, me lo pongo en la bolsa del delantal y me doy media vuelta”, dijo.
“¿Porqué se me ocurrió volver? No sé. Volví y me paré, no estaba en el libreto eso, llegué y me paré y volteó la maestra y le dije ‘¿cuánto de piloncío?’, con esa expresión. La gente se rió mucho y supe que tenía vis cómica”.
A su regreso a Saltillo participó en la zarzuela La Dolorosa, como una campesina, sin rol vocal, junto a René Gil, con quien compartió escena en muchas ocasiones, y como parte del elenco de “Corona de amor y muerte” dirigida por el lic. Aguirre Perales fue de los eventos con que se inauguró el Teatro de la Ciudad Fernando Soler.
“Como entré al teatro ya grande nunca me pudieron dar el papel de una dama joven”, comentó, “La última obra que hice, en 2014, esa obra es de Alejandro Casona, la hice con Marissa Vallejo, la directora, fue un buen elenco y todo. Yo le decía a Marissa, como me gusta bromear, que yo quería ser la que se sienta en el escritorio ahí con el banquero, y tenía una amante y la amante se sentaba ahí. ‘No, Lupina, tú estás buena pa’ abuelita’, ‘no, no, yo no quiero ser abuelita, yo quiero ser la amiga del banquero’”.
“Me gusta mucho la broma, me encanta bromear, que la gente sonría, si quiere reír fuerte no le hace, no me importa, porque hay mucha gente triste con muchos compromisos morales, que los tenemos, yo también, pero los hago a un lado para ser un poco feliz en la vida, sino de otra manera siempre estamos con el dolor”, agregó.
A lo largo de su carrera ha interpretado a decenas de personajes, elegidos, de acuerdo con ella, con base en el potencial que cada uno tenía y la afinidad que sentía con ellos.
“Todas [las obras que interpreté] me gustan. Tenía un problema, o sería problema o no. Me daban un libreto y si a mí no me gustaba el personaje no lo aceptaba. A este no le voy a sacar partido. Todo lo que yo hice fue porque me gustó”, dijo.
“Si no te sientes cómodo con los parlamentos, no sabes qué les puedes sacar, pues no te metas ¿para qué? Yo dejé una o dos obras que no me gustaron. Todo lo demás lo hice, gracias a Dios. Y tuve la suerte, por decirlo así, de que el público me aceptó, gracias a Dios”, aseguró.
Otra de las anécdotas que nos contó fue sobre el error de una compañera que sacó carcajadas a los asistentes, en vez de lágrimas. “En una ocasión estaba haciendo los desarraigados con Eduardo Arizpe, Jesús Valdez, Naty Molina y la señorita Sofía Sánchez, una amiguita de nosotros y ocurrió una cosa muy chistosa, a ver si Sofía no se molesta”, expresó.
“Estábamos trabajando esa obra en el Teatro del Seguro, estábamos muy cerca del público y había una escena donde Eduardo lloraba y yo también con él, pero llorábamos como si tuviéramos al muerto al frente, entonces Sofía debería decir ‘ya, Aurelita, ya’, conformándome a mí, que yo era Aurelia, él era Pancho”, continuó.
“Llega, toda la gente estaba conmovida con la escena, y llega la señorita y dice ‘ya, Lupina, ya’, toda la gente se rió. Y le seguimos nosotros con el llanto. Detallitos curiosos, pero son cosas que pasan en el teatro”, añadió.
Fue con “La Barca sin Pescador” de Alejandro Casona y dirigida por Marissa Vallejo, estrenada en 2012, con la que se retiró de los escenarios.
“Yo no veía”, señaló, “tenía cataratas, no veía de veras nada. Marissa me pidió ayuda para que fuera la abuela y entonces vivía aquí un muchacho cantante, que me ayudó a estudiar y me aprendí 125 parlamentos de esa obra”.
“Jesús Vallejo y otro compañerito me sacaron del camerino. Yo no veía, antes de que prendieran la luz en el escenario me llevaron y me sentaron en la mesa donde yo tenía que estar. En eso prenden la luz y más o menos me daba cuenta y empecé a trabajar. ¡Nadie se dio cuenta que yo no veía!”, dijo.
A pesar de que con esta obra se despidió de los escenarios la actriz comentó que aún está dispuesta a volver al teatro si se lo piden.
“Yo aquí estoy sentadita, pero a la hora que me digan que vaya a una obrita yo puedo hacer un papel, aunque sea, lo menos que pueda caminar en el escenario. Si me hacen el favor de darme una obrita que no tenga muchos parlamentos, si Lupina Soto no está tan bien de la cabezota, pos oiga”, dijo.
Pero incluso si no se llega a dar la producción que la ponga de vuelta sobre el escenario Lupina Soto continuará haciendo arte hasta el último momento. Muestra de ellos son los dos libros que recientemente publicó —y otra idea más que tiene en puerta— de los cuales hablaremos en la última entrega de esta entrevista.