La madrugada del domingo 19 de febrero, cerca de las 2:00 horas, emanó una densa capa de polvo y humo del conducto del ventilador de la mina 8 de Pasta de Conchos. Esto provocó que el instrumento se detuviera por la acumulación de materia. La bitácora, aún con fecha del sábado 18 de febrero, marca aquel momento como la primera noticia de que algo raro estaba pasando.
Horas más tarde, en la fría mañana del domingo, una capa de neblina apenas dejaba ver las siluetas de mujeres y niños que, cubiertos con cobijas, bajaban de camiones y caminaban apresurados hacia la puerta de las instalaciones de la empresa Industrial Minera México. Era el inicio de su pesar.
Por un rumor, los medios de comunicación empezaron a enviar gente a la zona. La noticia que circulaba frente a la mina de boca de los familiares, indicaba que varios mineros estaban atrapados bajo tierra.
Los primeros reporteros que llegaban a la puerta de la mina recibían la versión de que un derrumbe en una de las galerías, llamado en el medio minero como “caído”, mantenía a los obreros atrapados. Pero las familias, alarmadas frente a la puerta, fueron reuniéndose hasta formar un grupo numeroso. Ya la noticia era que había decenas de mineros adentro. El acceso a la empresa empezó a ser restringido sólo a parientes de los mineros, que angustiados ingresaban a las instalaciones.
La prensa seguía afuera, pero algunos familiares salían desesperados hasta la malla metálica de la puerta, para luego gritar a los reporteros que algo muy grave estaba sucediendo y que no recibían toda la información que solicitaban a la empresa. Que los suyos estaban adentro de la mina. Para el medio día, ya era una noticia nacional: 65 mineros estaban bajo tierra, pero en todo momento la información que difundía la empresa era esperanzadora.
La tragedia de Pasta de Conchos, que marcó a la industria extractiva de Coahuila, y es uno de los más grandes accidentes de la minería en México, también fue un escaparate en el cual el País conoció lo enorme que es la producción de carbón en el Estado y quién era el todavía flamante gobernador Humberto Moreira Valdés.
Y es que el 19 de febrero de 2006, cuando se registró la mortal explosión en la mina de carbón ubicada en el municipio de San Juan de Sabinas, Moreira Valdés tenía apenas dos meses y medio de haber asumido como titular del Ejecutivo Estatal.
Como era previsible, la historia de 65 mineros atrapados bajo tierra luego del derrumbe de la mina de Industrial Minera México, se convirtió en la noticia más importante de aquel momento, y medios de comunicación, nacionales e internacionales, asignaron a corresponsales y enviados especiales a dar seguimiento al caso.
Así, los dos principales noticieros nocturnos de las cadenas de televisión mexicanas iniciaron transmisiones en vivo. Desde su estudio en Televisa, Joaquín López Dóriga entrevistó a Moreira, entonces de 40 años, lo que generacionalmente lo colocaba en el grupo de gobernadores que, como Enrique Peña Nieto, relevarían a políticos priistas de “la vieja guardia”.
Uno de los conductores de televisión que se trasladó a Pasta Conchos esperando cubrir el rescate de los carboneros fue Carlos Loret de Mola, también de Televisa, quien arribó espectacularmente en helicóptero y luego procedió a tomarse fotografías y firmar autógrafos con curiosos que rodeaban las instalaciones. Al comentarista se le ocurrió decir, extraoficialmente, que todo había terminado para los mineros.
Por TV Azteca, Javier Alatorre mantuvo la emisión en vivo de “Hechos” desde la zona hullera de Coahuila. Asimismo, los canales estadounidenses, Univisión y Telemundo, acamparon en San Juan de Sabinas.
La verdad todavía no salía a la luz. Ya para la tarde del lunes, el lugar estaba rodeado de medios de comunicación internacionales.
La prensa escrita, desde luego, hizo acto de presencia y las entrevistas, además de las que se hicieron a familiares de las víctimas, necesariamente alcanzaron a autoridades como el Gobernador de Coahuila.
Humberto Moreira se encontraba en las instalaciones de la mina y los enlaces noticiosos estaban a la orden del día, pero los mensajes eran aún esperanzadores por parte de la empresa.
También estaba ahí el Secretario del Trabajo y Previsión Social, Francisco Javier Salazar Sáenz, quien iba y venía con los ingenieros de la empresa, mientras los familiares de los mineros lo rodeaban y cuestionaban.
Los rescatistas dijeron a Vanguardia que todo pintaba muy mal, que no podían entrar a la mina porque había muchos derrumbes y los niveles de gas metano eran excesivos para sobrevivir ahí adentro.
En las reuniones que tenían los representantes de la empresa, los rescatistas, el secretario del Trabajo, el Gobernador y los familiares de los mineros, se resistían a explicar a los familiares sobre la explosión en el interior de la mina y la muy escasa posibilidad de sacar a los obreros con vida.
Ante la desinformación, los familiares se fueron poco a poco desesperando y comenzaron a gritar y a encararlos. Moreira Valdés hablaba con los familiares de los mineros y les prometía hacer todo lo posible para sacarlos, porque así le informaban a él.
El martes en la mañana, el Secretario del Trabajo fue enfrentado por parientes de los obreros, quienes le pedían a gritos información verídica.
Esto provocaba gritos y amargura entre los familiares de las víctimas, desinformación y rumores. Para colmo, por la tarde empezaron a llegar a la mina locutores de televisión. En ese momento, los parientes se abalanzaron sobre la gente de la empresa y de la Secretaría del Trabajo para reclamarles que hablaran con la verdad.
Luego tuvo que salir el Gobernador, para decir que siempre no, que le informaban, y así era, que sí había habido posibilidad de vida y que un grupo de rescate de Estados Unidos estaba por arribar para intentar entrar a la mina.
Y así pasó la noche: que sí, que no…
Fue hasta cinco días después, tras una larga agonía, que la empresa informó que no había posibilidades de vida.
El Gobierno de Coahuila instaló, afuera de la empresa, un campamento en donde se abasteció de alimentos y asistencia a las familias de los trabajadores atrapados. Y se implementó un programa en el que servidores públicos estatales atendieron de manera individual las necesidades de cada familia.
Hasta el día de hoy, solo dos de los 65 cuerpos fueron rescatados de la mina. Ocultaron que el ventilador de oxigenación se había apagado por una fuerte explosión de metano en el interior de la mina.
Los familiares de las víctimas de Pasta de Conchos acusaron que la mina de carbón operaba en condiciones inseguras y que eso lo sabían la empresa (Grupo México, de Germán Larrea), el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos (encabezado por Napoleón Gómez Urrutia).
El ex Presidente Vicente Fox, quien nunca hizo acto de presencia en la mina, y el entonces Gobernador de Coahuila, Humberto Moreira Valdés, se repartían las culpas de la tragedia. Nadie sabía a quién atribuirle la responsabilidad, si al concesionario, a los grupos de búsqueda o a las condiciones de seguridad.
Javier Lozano, secretario del Trabajo en el sexenio de Felipe Calderón, argumentó que estudios técnicos referían la inviabilidad técnica de la recuperación de restos. Nadie ha aprendido la lección.