“Por supuesto que vamos a volver a Charlottesville”: líder de ultraderecha
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Richard Spencer, padre del concepto de 'alt-right', fue uno de los promotores de la protesta supremacista que acabó con una persona muerta
El ataque de un simpatizante neonazi, que mató a una persona el sábado en Charlottesville (Virginia), no achanta a la extrema derecha estadounidense. “Por supuesto que vamos a volver a Charlottesville”, subraya Richard Spencer, un supremacista blanco e impulsor, entre otros, de la protesta contra la retirada de un monumento de la guerra civil y que derivó en choques con contramanifestantes.
“No podemos permitir que funcionarios corruptos supriman la libertad de expresión”, agrega en una entrevista Spencer, de 39 años y el padre del concepto de alt-right, la llamada derecha alternativa que está en auge en EU y que defiende la herencia blanca europea.
La policía desalojó a Spencer y a sus seguidores tras declarar ilegal la concentración frente a la estatua de Robert E. Lee, el general de la vieja Confederación esclavista. Ante la incapacidad de la policía de contenerlos, se enzarzaron a puñetazos manifestantes de la derecha racista y grupos afroamericanos y antifascistas que protestaban contra esa congregación. En medio de esos disturbios, un conductor con simpatías neonazis arrolló a un grupo de izquierdistas, matando a una mujer e hiriendo a una docena de personas.
El radical culpa a las autoridades de la violencia y cuestiona que Alex Fields, el hombre de 20 años que atropelló a los contramanifestantes, lo hiciera intencionadamente, algo que sí sostiene la policía. “Los que tienen sangre en sus manos son el gobernador y el alcalde, que instigaron y exacerbaron la situación. Permitieron que reinara el caos”, señala. Fue la presencia de los supremacistas lo que disparó la tensión en esta progresista y normalmente tranquila ciudad universitaria.
En la protesta de una amalgama de grupos racistas, incluidos neonazis y el Ku Klux Klan, había personas vestidas como militares y con rifles —algo que permite la ley de posesión de armas de Virginia—, y otras con escudos y porras. Todo lo que Spencer admite es que había algún “mal actor” en su bando, pero culpa a los antifascistas de promover la violencia y defiende el derecho a protegerse.
El supremacista ya participó en mayo en Charlottesville en un desfile con antorchas de fuego, que evoca a los tiempos álgidos del Ku Klux Klan, para protestar contra la decisión del Ayuntamiento de retirar la estatua de Lee al considerarla un símbolo divisivo. La justicia ha paralizado temporalmente esa decisión.
Mark, un negro de 28 años que protestaba contra la extrema derecha, vio de cerca el atropello del sábado. “Fue una cosa jodida”, describe, aún sorprendido. Defiende la retirada de la estatua de Lee porque está causando violencia, pero cree que los disturbios “segregarán racialmente” más a la población.
Otros también atribuyen el caos a las fuerzas del orden. “Nos tenemos que proteger entre nosotros. La policía no lo hace, permite que los supremacistas vengan a la ciudad”, denuncia Jacobie Mupin, de 19 años e integrante de la organización Black Lives Matter (Las vidas negras importan).
Su madre, Candice, de 38 años y que lleva un bate de béisbol, culpa de la violencia al presidente Donald Trump. “Él es la razón de esto, es su líder, la razón por la que se sienten tan empoderados”, dice de los racistas. “La gente ahora es mucho más valiente en manifestar su odio, en su desdén hacia negros y morenos”.