Como en la actualidad, hace 350 años también se hacían amarres en Saltillo
En los siglos XVI y XVII las supersticiones y la hechicería eran motivo de escándalos, señalamientos y hasta problemas con la ley, aún más si implica un asesinato.
Gerónima de Sotomayor tenía claro su objetivo: quitarle lo infiel a su esposo, Manuel de Vozmediano. El matrimonio tenía una hija, María.
La mujer de 42 años no se cerró a los consejos ni escatimó en métodos, por más descabellados que parecían.
Corría 1665 en la entonces Villa de Santiago del Saltillo. Era de dominio público que Manuel tenía sus “queveres” con Francisca de la Cerda y San Miguel, de más o menos 20 años.
En el caso intervinieron hasta la tía y la prima de la amante. Catalina de San Miguel, junto con su hija Magdalena, le contaron a Gerónima haber visto a Francisca lavarse las partes íntimas durante su periodo de menstruación. Según le dijeron, Francisca guardó el agua sucia y se la dio a Manuel para que se la tomara.
Con esa información en mente, Gerónima decidió buscar el remedio para la infidelidad de su esposo con un método similar. Acudió a Mariana de la Fuente, quien era popular por dar los mejores tips para hacer amarres.
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Mariana le habló sobre moler huesos de difunto y esparcirlos en la ropa del esposo para evitar que tuviera relaciones sexuales. También le dio la opción del agua sucia y recurrir al uso de hierbas.
Por su parte, Catalina y Magdalena le recomendaron a Gerónima otros rituales como preparar recetas con gusanos molidos y ponerlos en la ropa interior de Manuel.
Gerónima puso en práctica las recomendaciones, aunque sin éxito. Y un día, cuando la ira se encarnó en Gerónima, atacó a Manuel con un machete, y lo mató.
Se dice que la infidelidad no era el único problema del matrimonio, la violencia doméstica era otro fenómeno presente en el hogar.
Luego de esconder el cadáver Gerónima escapó a Mazapil, y María, cómplice del acto, a Guadalajara. Ambas habían arrastrado el cuerpo hasta las afueras de la villa.
Tiempo después las mujeres acudieron a confesar todo lo ocurrido, entre eso los intentos de amarres. Según comentaron, contando los hechos buscaban un descargo de conciencia.
Ante la confesión, Juan Villarreal, comisario del Santo Oficio de la Inquisición, comenzó a investigar a las otras tres mujeres implicadas en los actos de hechicería.
Como parte de la declaración, Gerónima explicó con detalle lo que Mariana, Catalina y Magdalena le aconsejaron. También reveló que ejecutó los rituales con ayuda de su hija María.
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Las pociones, brebajes, polvos, conjuros y rituales para ligar eran indagados por la autoridad de la villa. En los siglos XVII y XVIII en Saltillo no era bien visto andar creyendo en supersticiones.
La investigación contó con testimonios de vecinos y conocidos de las implicadas. Coincidieron en la popularidad de Mariana, Catalina y Magdalena como hacedoras de hechizos. No así de Gerónima y María, pero la confesión y el asesinato eran suficientes.
La hechicería era temida por los habitantes, y quienes sospechaban haber sido víctimas, no dudaban en hacer señalamientos o llegar a actuar por cuenta propia.
En 1748, Miguel González, Ygnacio García, Juan de Cáliz y Eusebio García, fueron acusados por haber azotado a una sirvienta de Manuela de la Fuente. Los hombres argumentaron que la esclava había ejecutado un hechizo para que Manuela cayera enferma en cama.
Sobre los casos de sospecha, conforme corrían los rumores en la villa, más personas sacaban sus propias conclusiones.
Por ejemplo, Juan de Treviño decía que Juana de Morales había conseguido casarse con José Ramón dándole de beber sangre de su periodo menstrual mezclado con un chocolate líquido.
Otro caso que se contaba a voces era el del español Andrés Martín, a quien señalaban de haber usado huesos de difunto y esparcirlos en la cabecera de una mujer casada con el fin de que se fijara en él. Según decían, Andrés hacía caso a los consejos de una esclava negra.
Y mientras algunos rumoreaban, otros confesaban. Como Bárbara de Maya, quien le dijo a Manuela de Flores que tenía unos polvos para ligar y que a ella le eran muy efectivos para acercarse a los hombres.
Sobre el caso de Mariana, Catalina y Magdalena, lograron escapar de las sanciones luego de que la querella quedó inconclusa. Respecto a Gerónima y María, su proceso no tuvo resolución, al menos en los documentos históricos disponibles.
*Con información de Alan Caballero, Arturo Villarreal, Archivo Municipal de Saltillo, Archivo General de la Nación.
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