El hombre rico de la colonia Landín de Saltillo
Juan Landín habitó en la ciudad hace 283 años, y aunque se fue a la ruina, su legado sigue vigente
¿Cómo es ir del éxito a la ruina? Puede ocurrir de un momento a otro, por un infortunio o una mala decisión. En el caso de nuestro personaje, Juan Landín Gómez de Zavala, fueron ambas razones.
Pero perderlo todo no evitó que dejara un legado en Saltillo. Una capilla que ha sobrevivido más de 245 años y el apellido de su familia como nombre de la colonia Landín, ubicada al surponiente de la ciudad.
Era hombre de negocios, comerciante. Encargado de verificar el sistema de pesas y medidas en los comercios.
Nació en España. Cuando llegó a la Villa de Santiago del Saltillo en 1739 no era rico, pero tres décadas después ya era uno de los sujetos más influyentes y con más dinero.
Recordemos que en esa época lo que hoy es México era gobernado por España. Era común que los europeos llegaran aquí para hacer vida, negocios y ser acaudalados.
Una revisión fiscal realizada en 1777, arrojó que la propiedad más valiosa que tenía Juan Landín era una capilla que levantó años antes.
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Elaborada con adobe, frente de cantera y tallada, la construcción se encontraba en su finca campestre llamada la Inmaculada Concepción, situada en la actual colonia Landín.
Hasta hoy, la encontramos en la esquina de Periférico Luis Echeverría y la calle Manuel de Mederos. Este lugar ha sido museo y una Biblioteca Pública.
En los terrenos aledaños a la capilla también había una vivienda, casitas para trabajadores, un rastro, una pila y árboles frutales. Juan se refería a todo este complejo como “La Haciendita”.
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Con la vejez, el declive
Juan se casó dos veces. Su primera esposa falleció y siete años después contrajo nupcias por segunda ocasión.
En la década 1790, sequías continuas golpearon a la región y con ello la economía de las haciendas.
Esto obligó a los Landín a mudarse a San Juan Bautista del Ornandillo, más hacia el sur de la villa saltillense. Ahí había más agua disponible que en “La Haciendita”.
Para este tiempo Juan ya era adulto mayor y padecía enfermedades. Su tiempo de éxito se había quedado junto con los ayeres.
La ruina lo acompañaba en la vejez. Además de haber sido afectado por la sequía, en su papel como comerciante, Landín tomó malas decisiones que lo inclinaron más a las pérdidas que a las ganancias.
El sustento de la familia dependía de sembrar grano en el Ornadillo. Pero de esos ingresos Juan debía disponer para pagar una deuda que tomó con un almacenero mexicano.
Juan Landín murió en 1797 en Saltillo. Uno de sus hijos fue cura y pereció en 1813. Para dimensionar la situación económica de la familia, cuando ese hijo falleció “no testó por pobre”. Así lo explicó el párroco Pedro Fuentes en el acta de defunción.
La segunda esposa y una hija que le sobrevivieron a Juan Landín, para poder mantenerse empezaron a vender los objetos y propiedades que les quedaban. Luego se fueron de Saltillo.
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Aquella capilla edificada en la Inmaculada Concepción ya estaba en abandono, por no decir que se caía a pedazos. Pasaron más de 200 años hasta que se le echó mano y comenzó a restaurarse.
Pero sobre los mitos y confusiones históricas que han rodeado a este recinto, cuyos rasgos arquitectónicos han llegado a ser comparados con los de la Catedral de Santiago, hemos de hablar en otra edición de Historias de Saltillo.
*Con información de María Elena Santoscoy, Carlos Recio y Archivo Municipal de Saltillo.
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