Hasta pronto Rabito de mi corazón
Este amoroso pastor alemán está ahora en una urna de madera tallada con flores, con una placa con su nombre y descansado en su lugar favorito: su casa
El día de ayer publicamos la primera parte de la historia de Rabito, un pastor alemán que murió durante la primavera de 2022 y cómo su dueña, Sofía Padilla, enfrentó su pérdida. En esta última entrega, conoceremos cómo fue que ella encontró en la cremación un ritual digno para vivir el luto por su mascota. Esperamos que lo disfrutes o te sea de utilidad.
REMEMBRANZA DE UN DÍA ACIAGO
El cuerpo de Rabito, sostenido en los brazos de Sofía, entró al crematorio. Es cierto lo que dicen. Parecía estar dormido. Soñando. Quizá corriendo en el pasto. O comiendo. O lleno de los abrazos de su dueña.
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Aquella imagen mental de Sofía se rompió al entrar a “La Sala del Último Adiós”. Los recibe un muro verde lleno de plantas. Al centro, una mesa de cristal. Sobre ella, dos floreros que acompañan un pequeño cuadro donde está escrito el nombre y fecha de fallecimiento de la mascota.
No se parece a un velorio. Pero sí es íntimo, cercano, perfecto para que dos mejores amigos se digan: ¡Hasta pronto!
Pets In Heaven cuenta con tres paquetes: Cremación Individual, cremación comunitaria y cremación presencial. En el caso de Rabito, Sofía recibió un altar con un par de huellas marcadas en yeso, una plaquita de madera, un mechón de pelo, un relicario con unos tres gramos de cenizas y un obituario virtual que se publica cada jueves en Facebook.
“Entendí que yo no soy la única que está pasando por este proceso, hay otra gente que también perdió a su mejor amigo”, agrega Sofía.
En este crematorio el proceso inicia desde la recolección del cuerpo, ya sea en una veterinaria o en casa.
Aunque el transporte no es precisamente una carroza fúnebre, se sigue el mismo protocolo. Dos personas levantan el cuerpo y lo colocan en una bolsa biodegradable. Lo toman como si estuviera dormido. Lentamente suben el cierre. Lo cargan con delicadeza hasta el auto. El regreso a casa también va incluido en un lapso no mayor a 24 horas.
EL DOLOROSO TRANCE
“No, no es un duelo sencillo, no es un duelo ridículo, no es un duelo romantizado, es un dolor profundo”. Estas palabras son pronunciadas por Sofi Aguilar, una tanatóloga que en su oficina alberga una enorme colección de figuras de “La Catrina”.
A pesar de que la muerte de una mascota es una de las experiencias más dolorosas, tristes y estresantes por las que el ser humano puede pasar, el duelo todavía no es aceptado y respetado por la sociedad de la misma manera.
A la oficina de Sofi Aguilar llega gente avergonzada por llorar la muerte de sus mascotas, con culpa por “gastar en una cremación para su perrita” o desorientada por no encontrar comprensión en su círculo cercano. Falta respeto, repite una y otra vez la tanatóloga.
Las historias de duelo son distintas, pero en la mayoría, la cremación para los deudos es el inicio de un proceso. El arranque de un maratón que inicia en el dolor y la negación cuya meta es la aceptación de la pérdida.
¿El duelo por una mascota es un gesto de amor o un acto egoísta?
Al crematorio de Pets in Heaven se entra por una puerta de acero. El horno se encuentra en un espacio parecido al de una fábrica. Un gigante de dos toneladas hecho de acero, ladrillos refractarios, concreto y fibra cerámica. Materiales perfectos para aislar y almacenar el calor. A simple vista parece un horno para pizza, pero no, en lugar de masa y queso, en el horno hay dos siluetas estampadas en vinil negro. Un perro y un gato con un halo -como el de los ángeles-. Aquí los cuerpos se convierten en cenizas.
“Hay mucha desconfianza y preocupación”, dice Rafael Rivera. Asegura que la gente duda sobre si lo que reciben son realmente restos de sus mascotas. Creen que se les dan cenizas de otros animales o incluso el carbón que queda después de una carne asada. Pero eso no ocurre”, asegura Rafael.
RITOS Y SÍMBOLOS
En varias culturas la ceniza simboliza el camino de la purificación a través del fuego. Los griegos creían que al quemar el cuerpo se sanaba el alma y se desprendía de su forma terrenal. Así el barquero de la muerte, Caronte, cruzaría sus almas por la laguna Estigia. En la cosmovisión mexica, se guardaban las cenizas para que Mictlantecuhtli, dios del infierno, los resucitara.
Pensar algo así es poético y hasta consolador. Pero estar frente al horno en donde más de 80 mascotas son incineradas al mes, despierta muchas dudas ¿esto es por las mascotas o por nosotros?, ¿es un gesto de amor o un acto egoísta?
Dos horas y media. Casi mil grados. Eso toma convertir a un perro de 30 kilos en cenizas. Pelo. Sangre. Huesos. Todo queda incinerado. Dolor. Enfermedad. Tristeza. Cualquier cosa orgánica desaparece. Pero lo más importante no solo se queda, sino que crece: el recuerdo, la esencia, el amor.
“Los animales tienen periodos de luto, pero estos servicios son más para las personas. No tiene que ver con la humanización, si no con el vínculo afectivo”, dice la doctora Yunuen Barrera. “Sin embargo, cuando el proceso de duelo no se cierra, se corre el riesgo de generar problemas en el futuro con otra mascota”.
En el caso específico de los perros, dice la etóloga clínica, hace 10 mil años, ambas especies han evolucionado en conjunto, y son las únicas que se han convertido en compañeros y amigos.
El antropólogo Brian Hare, escritor de Hipótesis sobre la Domesticación, explica en su libro que los perros pasaron de ser lobos grises a animales con habilidades sociales con los que interactuamos igual que lo hacemos con otras personas.
UNA MASCOTA MARCA TU VIDA
Los que aman a los perros lo saben: una mascota no es “solo una mascota”.
Rabito fue un claro ejemplo. Protegía a su compañera humana día y noche. No mordía a otros perros, incluso aunque lo molestaran. Disfrutaba de los premios vegetarianos en forma de cepillo de dientes de Petco. Desconfiaba de la gente, menos de su humana.
Rabito está ahora en una urna de madera color caoba. Tallada con flores. Decorada con una placa grabada con su nombre. Descansa en su lugar favorito: su casa. Esa en donde tantas veces él y Sofía pasaron el rato. En donde soñaba que perseguía aves. Donde movía la cola cada vez que salían a jugar con él. Ahí donde fue feliz.
Y quizá, ahora, después de una pequeña pesadilla, él se encuentra jugando en una amplia pradera con pasto verde, esperando ver nuevamente a Sofía para correr hasta ella y llenarse de ladridos y abrazos.
¿Qué harías tú si pasaras por lo mismo? ¿Considerarías cremar a tu mascota y tener sus cenizas para recordarla por siempre? ¿de qué otra forma le dirías adiós?