Personaje de Saltillo: Martha Ortega, la de las antigüedades; la de toda la vida

Esta visionaria mujer es un referente en la comercialización de objetos del pasado, suma buen gusto y un aguzado instinto comercial

Coahuila
/ 10 junio 2023
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Seguramente usted habrá visto muchas cosas antiguas en Saltillo, ya sea por su belleza o rareza le hayan llamado la atención, fue tal vez fue un mueble, una vajilla, un busto, una pintura, o quizá o una escultura, es probable que ese objeto lo haya traído desde muy lejos una de las anticuarias más reconocidas de la ciudad, la señora Rosa Martha Ortega Dávila.

Hija de Luis Ortega Belmont y Josefina Dávila, oriunda de Arteaga, Coahuila, nació en la Ciudad de México, la familia se trasladó a Saltillo desde que era niña; desde entonces se ha radicado en esta ciudad.

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Hace unos días tuve la oportunidad de charlar con ella, Rosa Martha tiene en su haber un cúmulo de anécdotas, historias y aventuras.

La primera pregunta obligada para doña Martha, ¿Qué es una antigüedad?

Con gran seguridad respondió, cualquier objeto que tenga más de 100 años. Con gran lucidez y excelente memoria nos narró parte de su trayectoria en el mundo de las antigüedades.

Doña Martha, con cierto dejo de nostalgia y entre suspiro y suspiro, recordó que desde los nueve años de edad tomó el gusto por las cosas antiguas, a sus ochenta y nueve años, responde a cada una de las preguntas con lujo de detalles.

Siendo muy joven su madre enviudó, por ello se vieron en la necesidad de buscarse la vida. En un coche de caballos alquilado salían en busca de objetos antiguos con la intención de revenderlos y sacar el sustento diario

“Tocábamos casa por casa, preguntando si tenían cosas antiguas para vender”; de esa manera fue como en un local de la calle de Victoria nació el negocio de las antigüedades.

Enfrente donde establecieron el local de las antigüedades se encontraba una fábrica de sarapes llamada El Charro, ahí tenían un hermoso reloj, la joven aprendiz de comerciante, cruzó la calle y preguntó al administrador de la factoría de textiles, si el reloj estaba a la venta, por fortuna sí lo estaba.

$!Los objetos antigUos con motivos religiosos, son de los más comercializados.

“Lo que buscaba era ganarme una comisión, llevaba gringos con la intención de que compraran el reloj, yo no tenía posibilidades de comprarlo”, cuenta.

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Cada vez que llevaba un cliente, don Guillermo Mendoza, quien estaba al frente de la fábrica de los emblemáticos sarapes, decía; “ya vienes otra vez a molestar”.

La situación se tornaba imposible, había clientes, pero no se concretaba la venta, esto hizo que la joven Martha se propusiera a ahorrar para comprar el reloj fabricado en Francia, hecho de bronce con siete luces en cada uno de los dos candelabros, el costo en ese tiempo era de 400 pesos, un mundo de dinero recuerda.

Después de varios meses de estar ahorrando, llegó el día; con dinero en mano se presentó en la fábrica El Charro para hacerse del reloj. Decidida y firme se dirigió a don Guillermo: “vengo por el reloj”, a lo que respondió don Guillermo, “¡ah si! ¿cómo le hiciste?”, sin dar respuesta pagó y salió de la fábrica de sarapes con el reloj y accesorios.

A los pocos días puso el reloj en exhibición en uno de los aparadores de la tienda, no sin antes recibir un regaño y advertencia de su madre: “mira Martha, tienes que ir despacio, no seas tan aventada”.

Un domingo por la tarde se presentó en la tienda un señor en un automóvil muy viejo y preguntó ¿cuánto quiere por ese reloj? sin mucho regateo llegaron a un acuerdo, aquel señor pidió de pilón un mueble de aguamanil, a lo que Martha accedió, “claro, lléveselo”, el comprador le aseguró, “con este cheque va usted a comprar la Cinsa”, minutos más tarde el cliente que había llegado en el auto viejo, extendió un cheque y se retiró con rumbo a Parras.

“Esa noche no pude dormir, -recuerda doña Martha- sin saber quién era el comparador dejé ir el reloj, mi madre me regaño mucho”, cómo se te ocurre hacer eso, le recriminó doña Josefina.

Al día siguiente se presentó a primera hora en el banco para cobrar el cheque, el funcionario bancario, un señor Eraña, dijo, “tienes que pagar 17 pesos de la llamada para saber si el cheque es bueno”, sin titubeo accedió.

Después de la breve verificación supo que el cheque era bueno y pertenecía a un distinguido cliente del banco, el licenciado Reyes Retana. Con el producto de aquella importante venta, Martha compró a don Jesús Santos Berrera su primer carro. La cifra de la venta no me fue revelada, sin embargo, la ganancia fue bastante buena.

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La charla con doña Martha tornó cada vez más sabrosa, mi inmensa curiosidad me hizo preguntarle, ¿Cuál ha sido la pieza más valiosa que ha vendido?, de inmediato respondió, mire, hace algunos años yo iba mucho a la Plaza del Ángel en la Ciudad de México, lugar donde se concentran muchos anticuarios, iba mucho a una tienda donde exhibían una pintura de gran formato, me llamaba mucho la atención el enorme óleo, más de dos metros de alto, el costo era de diez millones de pesos, para mí era imposible comprarlo.

Cada vez que iba a México pasaba a ver el cuadro, siempre estaba ahí, como si me estuviera esperando, el dueño de la tienda, un joven anticuario repentinamente murió, la madre del occiso se hizo cargo de la tienda, no mostró interés y empezó a rematar las cosas, doña Martha llegó a un acuerdo para comprar el cuadro, pagó con un carro, cambalachó varias cosas y dio cincuenta mil pesos. La colosal pintura había pertenecido a la Emperatriz Carlota, esposa de Maximiliano Emperador de México.

El personaje de aquel cuadro era Diana de Poitiers, duquesa de Valentinois y de Étampes, importante figura aristocrática de la Francia del siglo 16, además de ser la más notable amante del rey Enrique II de Francia.

$!Las antigüedades siguen siendo populares entre mucha gente, son causa de asombro y deleite siempre.

La adquisición de aquel histórico cuadro hizo que un anticuario de Monterrey le sugiriera a doña Martha que mandara una copia a la casa de subastas Sotheby’s de la ciudad de Nueva York, ahí podía ser fácilmente subastado, para ello tuvo que invertir en hacer una réplica, la cual costó cincuenta mil pesos, ya que este tipo de obras no está permitido sacarlas del país, otros gastos fueron los seguros y costos embalajes, el cuadro estuvo más de un año en la Gran Manzana, curiosamente nadie mostró interés en adquirirlo, llamó más la atención el marco que la pintura.

El original del valioso cuadro terminó en un nuevo local de antigüedades de doña Martha, que se ubicaba en Bravo y de la Fuente, un señor de Monterrey entró a la tienda con el propósito de curiosear, al ver la pintura quedó impactado, de inmediato ofreció un millón y medio, la histórica pintura de Madame Poitiers se vendió.

CON OJO EXPERTO

Martha Ortega, por su larga trayectoria y conocimiento del negocio, es reconocida como una de las anticuarias más importantes de México. En su larga caminar por el mundo de las artes decorativas, hizo más de 25 viajes a Nueva York, San Francisco, otros tantos a Europa, también visitó China y Japón, donde llenaba contenedores con muebles y todo tipo de antigüedades para venderse en Saltillo.

La experiencia adquirida con los años la compartió con su hermana Magdalena, quien también se dedicó al negocio, de ellas dos surgieron una segunda generación de anticuarios, Rodolfo Aurora, Ramos Ortega y Erasmo Ramos. En el ocaso de la charla, nuestra conversadora reflexiona, “me llena de satisfacción haber llevado el arte y la cultura a través de las antigüedades a muchísima gente, me siento contenta porque al dedicarme a esta actividad puede llevar a mis hijos y nietos a conocer muchas partes del mundo”.

Hace poco más de 20 años el Gobierno del Estado atinadamente organizó la Muestra Nacional de Antigüedades, donde participaban más de 50 anticuarios, la muestra se hizo el referente nacional para adquirir antigüedades, el evento además de fomentar la cultura, el turismo, el comercio especializado produjo cierta derrama económica. Ojalá que el gobierno entrante retome este evento tan importante. saltillo1900@gmail.com

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