Saltillo: el barrio del Ojo de Agua y sus 150 años como zona habitacional
Aunque el sitio está ligado a la fundación de Saltillo en 1577, fue hasta el 3 de marzo de 1873 cuando se repartieron los primeros terrenos de este barrio para el asentamiento de familias
El barrio del Ojo de Agua es mucho más que su parroquia. Más que sus fiestas patronales. Más que su mismo espacio físico. Como uno de los más tradicionales y antiguos de Saltillo, la esencia del barrio es su gente y su propia historia.
Cuando los españoles llegaron a estas tierras encontraron en un llano un manantial de agua en el que vieron potencial para asentar una villa. El 25 de julio de 1577 lo hicieron oficial y la llamaron Villa de Santiago del Saltillo.
Aquel brote de agua se ubicó en donde hoy está el barrio del Ojo de Agua, en la Zona Centro. Es evidente el porqué de su nombre.
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Los conquistadores empezaron a poblar la zona más o menos un kilómetro hacia el norte del manantial, beneficiándose de la caída del agua. Por eso es que en los alrededores de la Catedral de Santiago Apóstol se tiene registro de los inmuebles y viviendas más antiguas.
Antes de que el barrio del Ojo de Agua tuviera habitantes, esa zona era la entrada a la villa para los viajeros provenientes de México, San Luis Potosí y Zacatecas.
Así ocurrió durante casi 300 años, hasta que el 3 de marzo de 1873 se repartieron los primeros terrenos para el asentamiento de 20 familias. Desde entonces el barrio fue tomando forma como zona habitacional.
Cinco años después, los planos de 1878 ya dejaron ver cómo las viviendas ocuparon las cercanías de la hoy calle Félix U. Gómez, una de las principales vialidades del barrio.
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Sobre las edificaciones, una de las primeras construcciones en el sector fue una ermita, de la cual se tiene registro en la década de 1880. Los habitantes la llamaban “La Alcantarilla” y se localizó justo donde hoy está la parroquia del Ojo de Agua.
Sobre la parroquia, la primera piedra de la que en sus inicios fue una capilla, se colocó en 1900.
SU GENTE COMO ESTANDARTE
Comerciantes, artesanos, danzantes, promotores deportivos, fieles creyentes, este barrio ha dado de todo, y se lo han retribuido.
Andrés Vázquez se dedicaba a la venta de tierras para macetas, y como residente del barrio, enseñó a los jóvenes de la zona las coreografías tradicionales de los tlaxcaltecas para presentarlas en las fiestas patronales. Como la que se hace cada segundo domingo de septiembre, en honor al Santo Cristo del Ojo de Agua.
Sobre ese Cristo, otra historia. Se encuentra en el altar del templo luego de que Jacinta Garza de Anda y Guadalupe Fuentes, nativas del barrio, mandaron a que la figura se esculpiera en Roma, Italia. Ellas mismas fueron a recogerla por ahí de la década de 1920.
Otro personaje popular en el barrio del Ojo de Agua fue Francisco Gómez, a quien le decían “La Gallina”. El apodo se lo ganó tras un enfrentamiento con el barrio vecino, el Águila de Oro, luego de que Francisco salió corriendo del lugar para evitar los trancazos.
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“Pancho”, para los más cercanos, se dedicaba a la venta de aves que él mismo atrapaba. También fue impulsor de la danza tlaxcalteca, su fama fue tal que se llegó a presentar con grupos en Europa y Estados Unidos.
Si de artesanos hablamos, Juan Mendoza. Originario del barrio, se convirtió en un famoso tejedor de los sarapes de Saltillo. Entre las peculiaridades de sus obras destacó el plasmar en los sarapes los rostros de personajes como María Félix y el Papa Juan XXIII.
En el ámbito deportivo, Julián Monsiváis. Practicó beisbol y voleibol, además fundó el Club Deportivo Ojo de Agua en 1938. Su principal interés fue promover las ligas infantiles del Rey de los Deportes.
Como ellos, otros más que han enorgullecido al barrio por el que hasta hoy se pasean niños y niñas por el parque, jóvenes salen a practicar deporte y los fieles se congregan en la parroquia.
El barrio del Ojo de Agua no termina aquí. Sus celebraciones religiosas, la loma colindante llena de anécdotas bélicas y las curiosidades que guarda su Cristo traído desde Italia, son otras historias que hemos de contar.
*Con información de Carlos Recio, Arturo Berrueto, Archivo Municipal de Saltillo, Conaculta.
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