Saltillo, el eterno descanso de las extremidades perdidas

No todas las tumbas pequeñas que tapizan el suelo al fondo del panteón estatal de Santiago pertenecen a bebés o niños fallecidos. Algunas de esas criptas sepultan extremidades de personas vivas.

Tumbas de escasos 80 centímetros sin nombre ni fecha, albergan piernas cercenadas, esperando el fallecimiento del cuerpo al que alguna vez pertenecieron.

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De acuerdo al administrador del panteón estatal Santiago, fue a inicios de año la última vez que sepultaron una extremidad en el cementerio, pero ha sido un promedio de al menos cuatro entierros cada año, la mayoría servicios gratuitos que ofrece el panteón a personas de muy bajos recursos o en situación de calle.

Los sepultureros preparan espacio para enterrar esa parte muerta de un vivo y aunque no tienen un mariachi, un último puño de tierra sobre el féretro o flores como en un típico funeral, sí son sepultados con rezos.

Este servicio funerario tiene un costo de 800 pesos para mantener la tumba de su miembro, mientras que cremar los miembros amputados puede llegar a costar hasta 5 mil 500 pesos.

Y aunque en la actualidad, la mayoría de las personas amputadas optan por cremar sus miembros perdidos o ceder al hospital el procedimiento para su destrucción, aún hay un porcentaje de personas amputadas que decide darle cristiana sepultura a su miembro para que una vez fallecidos, sea reunido con el resto de su cuerpo.

“La mayoría son de personas con diabetes a quienes les amputaron una piernita pero les llaman miembros pélvicos, se entierran, se da tratamiento como a un bebé y la mayoría de las personas a las que ayudamos dándoles el servicio gratis es a refugios, albergues, asilos o personas de muy bajos recursos”, expresó.

Quien además asegura que quienes deciden sepultar sus extremidades perdidas lo hacen pensando en el descanso eterno que tendrá su cuerpo entero algún día.

Relató que en 1972 esa misma parte del panteón, ubicado sobre la calzada Madero al poniente de Saltillo, fungió como una fosa para enterrar las piernas y brazos mutilados de quienes murieron en la noche del 5 de octubre del mismo año, cuando un tren que venía de Real de Catorce, se descarriló en el puente Moreno.

Tiempo después fue cubierto con tierra ampliando el espacio para sepultar más infantes y miembros pélvicos que hasta la fecha siguen activos.

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El Departamento de Trabajo Social en los hospitales es el encargado del proceso para que los miembros mutilados sean entregados, pues ningún nosocomio se hace responsable, cediendo a la familia del paciente el destino del miembro amputado.

De acuerdo a estos departamentos, luego de amputar un miembro, los camilleros se encargan de trasladarlos al mortuorio, un congelador enorme en que resguardan los cuerpos y extremidades hasta ser acogidos por los servicios funerarios.

“Se entrega una ficha llamada Tránsito depósito y entrega de cadáveres óbitos órganos y extremidades anatómicas, donde se agrega la información del paciente, la descripción del miembro y la causa de amputación, luego la mayoría de los familiares, sino es que todos, buscan recoger la extremidad para sepultarla o cremarla”, comentaron los trabajadores sociales.

Quienes no contratan estos servicios por cuestiones económicas, expresaron, firman un documento donde el hospital hace un formal reporte a las autoridades ministeriales para después enviarlo a empresas que se dedican a recolectar el material biológico infeccioso, junto con los tejidos extirpados a otros pacientes.

Aunque, refieren, la mayoría de los familiares prefieren solicitar servicios funerarios de cremación para la destrucción de estos miembros pélvicos.

Señalaron que se amputan al menos cinco extremidades a la semana donde el 95 por ciento son de miembros inferiores de pacientes con diabetes, con gangrenas y consecuencias de trágicos accidentes.

Desde la pandemia, asegura Roberto Quiroz, trabajador de una funeraria, las cremaciones son más comunes que antes, pues aunque no es más económico si menos doloroso al duelo de enterrar una extremidad.

“Las funerarias nos hacemos cargo desde recoger el miembro en el mortuorio del hospital en que fue amputado hasta ser entregado hecho cenizas en una urna y con certificado de salubridad en menos de cuatro horas”, dijo.

El costo varía de entre los cuatro mil y cinco mil 500 pesos, dependiendo del tamaño de la extremidad, de acuerdo a un sondeo por varias funerarias, quienes refieren que se llevan a cabo de entre 5 a 8 servicios de cremación de piernas amputadas al mes.

La mayoría optan por conservarlas en una parte de su domicilio y cuando fallece la persona y la crema, sólo juntan las cenizas, dicen las funerarias.