Saltillo habla: La Bellavista, una colonia agresivamente apaciguada
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Antes, se caracterizaba por su fama violenta y hoy en día no es la excepción; sin embargo, los vecinos señalan que “ya no es para tanto”
La Bellavista es una de las colonias más conocidas al sur de Saltillo, unos la conocen por los tiempos en que las riñas eran el pan de cada día, otros la conocen por la reciente atención mediática por crímenes en la zona.
Sin embargo, la mejor manera de conocer cuáles son las dolencias de la colonia es hablando con su gente, quienes expresan que definitivamente existen problemas en la zona, los cuales desean que se resuelvan.
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Desde pandillas que se reúnen, hasta jóvenes que se juntan en las calles o en el parque V. Carranza de la calzada Antonio Narro para “fumar marihuana y andar de vagos”, es una de las principales cosas que tienen intranquilos a algunos vecinos.
Mientras que, por otra parte, más vecinos expresan que esto definitivamente es cierto; empero, no es común que tengan problemas con ellos, debido a que por propias declaraciones de residentes “ya se topan todos”.
“A ver, definitivamente hay pandillas en la colonia, pero en primer lugar, ya no son las mismas de antes y, segunda, ya no tienen tanta fuerza, porque antes eran ¡las pandillas de la Bellavista!, eso es cosa del pasado”, dijeron los vecinos.
Señalan que hasta hace unas décadas, la zona era un sitio donde era imposible salir de noche debido al nivel de inseguridad que existía; los veteranos de la colonia sentenciaron que previamente los enfrentamientos de pandillas podrían ser considerados “sanguinarios”.
Las personas que tienen más de 30 años y que crecieron en la colonia, relatan como las riñas antiguamente se caracterizaban no sólo por la cantidad de gente involucrada, también por las enormes redadas de policía que se usaban para desmantelarlas.
“Yo trabajaba en la policía y cuando estaba en el turno de la tarde y era viernes, ya sabía que había que esperar el reporte de la riña en la Bellavista”, manifestó José, vecino de la colonia.
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“Cuando llegabas lo primero que veías eran los camiones de la Narro estacionados cerca de la calle del pedo, y dependiendo de cuantos camiones eran la cantidad de refuerzos, a veces llenábamos a reventar cinco o seis perreras”, dijo, haciendo referencia a las vagonetas que eran exclusivas para transportar detenidos.
También recordó que durante estos encuentros se veían hasta 60 personas en una misma calle “dándose madrazos y pedradas”, por lo que cuando eran los momentos de las redadas querían correr, pero en la mayoría de los casos las calles ya se encontraban acorraladas por los cuerpos de seguridad.
“Hubo muchas veces que me tocó sacar gente de debajo de los carros, mientras los jalaba de las greñas, para aventarlos directito a la perrera. Nomás escuchabas las botas de los Carritos corriendo a sus camiones, pero ¡mocos!, ya había agentes de ese lado para apaciguarlos y subirlos”, aseguró.
Señala que en ocasiones les quedaban cabellos entre las uñas, porque “eran de las formas más humanas en que no se les pelaban”: “Si se ponían pendejos, un puñetazo a la panza y una cachetada y ¡amónos!”, celebró.
Sin embargo, José y más vecinos veteranos de la colonia afirman que en su momento las dificultades con las riñas no eran tan graves, pero que estas fueron avanzando, al punto de que la policía tuvo que tomar medidas más drásticas.
Comentan que al principio, cuando comenzó lo que uno de ellos llamó “las guerrillas de la Bella”, la policía llegaba con tres o cuatro patrullas y que con eso los involucrados se retiraban, no obstante el paso del tiempo hizo que esas patrullas ya no fueran suficiente, ya que los policías comenzaron a ser agredidos.
“Me acuerdo de una vez que regresó aún compañero con moretonsillos en la cara y fue a partir de ahí que nos empezamos a dar cuenta que las cosas se estaban poniendo feas. Con el paso de las semanas, fueron aumentando la cantidad de unidades hasta el punto en que se convirtieron en redadas enormes y violentas”.
Alfredo es como se identificó uno de los vecinos, quien revela haber estado presente en varias de las mega redadas realizadas por la policía; cuenta en carne propia cuáles eran las técnicas de pacificación de las calles.
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“De las veces que a mí me tocó que nos torcieran, me acuerdo de que, no nos madreaban como tal; a ver, un puñetazo nunca recibí, pero sí nos metían a punta de sapes a los vagones, aunque me acuerdo de que a los que golpeaban polis, los tiraban al suelo y los aplacaban con macanazos”, aseveró.
“Pero también en el vagón me tocó ver vatos que iban escurriendo de sangre, pero no sé si por la riña o por la redada, lo que sí es que cuando salías del separo, todavía estaban las manchas de sangre en el suelo”.
Los vecinos relatan que con el paso de los meses, estas redadas fueron haciendo efecto, provocando que las riñas pasaran a ser de menos de 15 personas, mismas que “corrían al ver patrulla”.
Cuentan que con el paso del tiempo señalan que hubo una paz relativa en la que los únicos problemas acontecían dentro de las casas, como peleas intrafamiliares o entre vecinos, pero nada demasiado grande.
Pese a esto, los vecinos expresan que el principal problema de los casos de feminicidio y homicidio que se han vuelto mediáticos en los últimos meses, es el tiempo de respuesta de las autoridades ante los reportes del 911.
Señalan que los tiempos de espera son larguísimos y que a veces eternos, haciendo referencia a que en ocasiones las autoridades no llegan a los reportes. Señalan que desconocen si esta falta de atención es “por la fama de la colonia o por ineficiencia”.