Saltillo: historia de Ana y la codependencia emocional hacia su esposo adicto
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Diez años atrás, Ana Cecilia llegó a la Casa Blanca Fundación Joven Saltillo, angustiada y agobiada por la codependencia emocional destructiva hacia un esposo drogadicto y alcohólico. Se sentía menospreciada y atada a una vida de tristeza y dolor, sin valor para separarse y salir de ese hoyo de amargura.
“Llegué y descubrí que estaba en la rayita, en el límite de llegar a consumir cualquier tipo de sustancia, o bien retroceder hacia un cambio de vida. En el grupo empecé a conocer una verdadera hermandad, donde me prestaban sus oídos, me daban un abrazo sincero”, recordó.
Le agradó el programa de atención y rehabilitación, en su caso enfocado a valorar y recuperar su dignidad como mujer y madre de familia para separarse y al año divorciarse de una relación tóxica que le dañaba.
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“Era coadicta, el papá de mis hijos era alcohólico y drogadicto, y no quería reconocer hasta dónde me estaba afectando a mí también su enfermedad, aguantando golpes, infidelidades y maltrato, porque realmente uno empieza a vivir la vida de un adicto, a sumarse a los dolores que ellos le causan al a familia; aguantas que te lastimen, que te roben.
“Era una codependiente emocional destructiva porque era una relación destructiva, aunque me causara daño, no mides el daño que se te llega a generar porque tu entorno vive y gira en base a una persona que domina tus emociones, tu mente, que hace que pierdas tu autoestima, tu individualidad y que vivas y sientas lo que él dice”, dijo.
Diez años vivió cegada en una relación que sabía era dañina y sufría, pero carecía de valor abandonarla. Se casó a los 16 años, tuvieron tres hijos y no encontró respaldo en la familia, salvo un hermano. Buscó refugio en la religión y tampoco encontró apoyo en la iglesia católica, la cristiana, la evangélica y la Universal.
“En lugar de dar un apoyo más humano hacia el sufrimiento de una persona que está pasando por esa situación, eras juzgada y condenada... te pedían dinero, que dieras parte de tu sueldo, cuando apenas ajustaba para dar de comer a mis hijos, entonces me desilusioné... decían que yo era culpable por celosa, por tóxica, que él tenía derecho a salir a divertirse”, comentó.
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Como persona codependiente, Ana Cecilia se volvió sumisa, perdió la voluntad, la libertad de decidir y tuvo baja autoestima, a tal grado que se culpaba de los errores de su esposo, quien consumía alcohol, mariguana, cocaína y pastillas, y andaba con otras mujeres. Ella prefería ponerse una venda en los ojos y decir no pasa nada.
Dentro de la Casa Blanca, ubicada en colonia Postal Cerritos, recibió apoyo emocional para recuperar su dignidad y libertad. Y no solo eso, empezó a tomar cursos y talleres en Salud Mental, Trabajo en Familia y Desarrollo Emocional por parte del Seguro Social, además de obtener una Consejería en Adicciones por parte de la Comisión Nacional Contra las Adicciones.
“Ahora estoy en mis prácticas profesionales, a unos pasitos de graduarme como Psicóloga Humanista en el Instituto Universitario del Norte”, dice, satisfecha por el apoyo que recibe por parte de sus tres hijos y de su nueva pareja, quien desde hace cinco años la impulsa a seguir preparándose para seguir apoyando a más jóvenes, hombres y mujeres.