El frío cala más hondo en los tejabanes cercanos a la sierra de Saltillo
Las bajas temperaturas registradas en Saltillo golpearon con mayor fuerza a familias que viven en tejabanes cercanos a la sierra, donde el frío obligó a hombres, mujeres y niños a refugiarse alrededor de fogatas, compartir cobijas y enfrentar el invierno con recursos limitados
El frío llegó parejo a Saltillo, pero no se sintió igual en todos lados. En las cercanías de la sierra, en sectores como Ampliación Morelos Quinto Sector, la mañana de este martes comenzó con el termómetro marcando cinco grados centígrados y con familias saliendo de sus tejabanes de madera, cartón y lámina para buscar calor alrededor de una fogata. El humo se levantaba en distintas calles donde hombres, mujeres y niños intentaban calentarse tras el intenso frío que se sintió por la noche.
Para muchas familias, la madrugada fue larga entre cobijas compartidas, cuerpos juntos y puertas improvisadas que no fueron suficientes para contener el aire helado. María Guillermina Martínez vive desde hace diez años en el sector con su esposo y tres nietos.
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“Cada año nos la pasamos con lumbre”, dice.
Recuerda que antes recibían apoyos. Les llevaban cobijas y despensas, pero desde hace al menos dos años ya no han vuelto las ayudas, y hoy las cobijas hacen falta.
Su vecina y amiga, Irene García, la acompañaba alrededor de la lumbre, donde hervía una olla con frijoles para la comida. Con casi cinco años viviendo en la zona, comentó que hace lo posible por resguardar a su familia del frío y enfrentar el invierno con los recursos que tiene.
Vive con su esposo y su hija, y aunque logró construir un cuarto, el frío no perdona y tuvo que meter la estufa al interior. Su preocupación no es solo por los suyos, sino por quienes aún viven bajo techos endebles y se mojan cuando llueve; pide hules, lonas y apoyo para las familias que siguen en tejabanes.
En esta calle también vive doña Celestina, una adulta mayor que desde hace dos años no puede caminar tras una caída. Vive en un cuarto de láminas y maderas junto a su hijo, su nuera y su pequeña nieta. Pasa los días tapada con cobijas, mientras su hijo cubre rendijas para frenar el aire.
Necesita cobijas y pañales para adulto; también comida. Desde que ya no puede moverse, cocinar dejó de ser una opción. Su nuera, Mireya Martínez, cuenta que llevan más de dos décadas en el lugar y que los inviernos siempre han sido difíciles. Ahora, un calentador y ropa abrigadora serían un alivio.
Cerca de ahí, varias calles al sur, cerca de la sierra, varias familias emparentadas se reunieron alrededor de otra fogata. Petra dice que salieron porque dentro de los tejabanes el frío es más fuerte. Llevan ocho años viviendo en la zona y, ante este invierno, hacen un llamado para recibir cobijas y hule.
María Marta Velázquez, una adulta mayor que llegó al fuego acompañada de su hijo, vive cerca de un arroyo, donde la humedad entra con facilidad y el agua se filtra cuando llueve. Su preocupación principal son los niños, hijos de sus vecinos, que necesitan ropa abrigadora para no enfermar.
En el último tejaban de la zona, vive Mónica con su esposo y seis hijos. Es de las últimas en llegar al asentamiento, hace apenas dos años. En su tejaban no pueden prender fuego, así que la noche transcurre esperando que pase el frío, todos juntos bajo las cobijas.
Para estas familias, el fin de año no tendrá festejos. Será un día más, marcado por el frío y la carencia y muchos se acostarán temprano, sin planes ni celebración.