Un periódico oculto por casi un siglo revela el Saltillo de 1928
El hallazgo de un periódico amarillento conecta la memoria familiar con un momento clave del México posrevolucionario y la vida cotidiana en la capital coahuilense
Hace un par de semanas mi suegra me platicó algo curioso. Su sobrino, Gerardo Elías Guajardo Ramírez, había heredado unos muebles viejos de su tío Porfirio Ramírez Ramos, ya que acababa de fallecer.
Para sacar los enseres fue a la casa donde vivió su tío, situada por la calle Dionisio García Fuentes. La casa presentaba techos con vigas a punto de caer, paredes agrietadas, todo muy deteriorado.
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Rescató lo que pudo y entre las cosas había una vieja cómoda con espejo circular, de estilo Art Déco, con evidentes signos de deterioro. Gerardo decidió llevarla a su casa para restaurarla.
Al quitar la parte de atrás que sostenía el espejo, encontró un periódico amarillento, todo quebradizo. Era un ejemplar del Diario del Norte del 16 de septiembre de 1928, tomo II número 139. Casi un siglo escondido.
SEPTIEMBRE DE 1928
Entre las notas del ejemplar se podía leer que en Saltillo se inauguraba el tercer piso del Palacio de Gobierno la noche del 15 de septiembre, mientras que fuera de Saltillo el mundo vivía momentos decisivos.
México navegaba por tiempos inciertos. Se buscaba quién podría asumir la presidencia de manera interina en aquel diciembre próximo, ya que Álvaro Obregón fue asesinado unos meses antes.
Por otro lado, la Guerra Cristera seguía con sus cruentos días. Miles de mexicanos morían en el conflicto entre el gobierno y los católicos que se habían levantado en armas. En estados del Bajío, la guerra era una realidad. Pero en Saltillo, ese 16 de septiembre, la vida seguía: se inauguraba la remodelación del Palacio de Gobierno, se vendían autos Nash en una agencia por la calle de Victoria, se publicaban campañas de salud y comerciantes publicitaban sus productos y negocios en el periódico.
Estados Unidos vivía los últimos meses de los “Roaring Twenties” (Los Felices Años Veinte), esa década de jazz, prosperidad y excesos. Walt Disney había estrenado su primer corto sonoro con Mickey Mouse, “Steamboat Willie” (Willie, el barco de vapor). La Bolsa de Nueva York seguía subiendo. Faltaba poco más de un año para el Jueves Negro de octubre de 1929 que hundiría al mundo en la Gran Depresión.
EL VUELO DE CARRANZA
Apenas tres meses antes de que se imprimiera este periódico, México había vivido un momento de orgullo nacional seguido de una tragedia que conmovió al país. El 11 de junio de 1928, a las 8:08 de la mañana, el capitán Emilio Carranza despegó de la Ciudad de México a bordo del avión Ryan Brougham “México-Excélsior”. Su misión era histórica: responder al vuelo que Charles Lindbergh había realizado de Nueva York a París un año antes.
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Este vuelo buscaba fortalecer las relaciones entre México y Estados Unidos en esos años posrevolucionarios tan complicados. El vuelo fue financiado parcialmente por el propio Lindbergh y por donativos de ciudadanos mexicanos que veían en Emilio Carranza un símbolo de unión entre los dos países.
Debido al mal tiempo, Emilio Carranza tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en Mooresville, Carolina del Norte, el 12 de junio a las 3:30 de la madrugada, tras 18 horas y 20 minutos de vuelo continuo. El intrépido aviador continuó el vuelo ese mismo día a las 13:50, para aterrizar en Washington a las 17:45, en el campo Bolling, donde fue recibido con honores militares. El 13 de junio de 1928, el presidente Calvin Coolidge recibió personalmente a Emilio Carranza. México tenía un nuevo héroe.
El 12 de julio de 1928, cuando Carranza emprendió el regreso a México, en los primeros minutos del vuelo se topó con una fuerte tormenta. El avión se estrelló y el héroe había muerto. Sus restos fueron recuperados y repatriados a México con honores el 20 de julio de 1928, donde recibió funerales de estado. Para septiembre de 1928, cuando se imprimió este Diario del Norte, la figura del Ramosarizpense todavía estaba fresca en la memoria colectiva.
INAUGURACIÓN DEL PALACIO
En la primera plana aparece una fotografía del Palacio de Gobierno con su tercer piso recién estrenado, la imagen fue tomada desde la azotea del Casino de Saltillo. La noche anterior, el 15 de septiembre, había sido solemnemente inaugurado. Algo curioso: el periódico habla de la inauguración, no menciona los detalles de la remodelación, ni sobre el mural del pintor valenciano Salvador Tarazona, ni se menciona al gobernador en turno.
Tal vez fue un descuido editorial, tal vez había razones políticas para la omisión, o tal vez olvidaron el pago de publicidad institucional.
Vaya usted a saber. Lo que sí sabemos es que fue Manuel Pérez Treviño quien dejó la gubernatura de Coahuila el 11 de abril de 1928, antes de terminar su periodo constitucional, la renuncia fue voluntaria para participar en la fundación del Partido Nacional Revolucionario (PNR), antecedente del PRI.
La Diputación Permanente del Congreso de Coahuila aceptó su renuncia inmediatamente, y fue sucedido por Bruno Neira González como gobernador interino hasta el 30 de noviembre de 1929.
Neira González tuvo el honor de inaugurar la obra terminada esa noche del 15 de septiembre, cinco meses después de asumir la gubernatura, aunque el periódico no dio nota alguna. Gracias a esta publicación sabemos la fecha exacta de la famosa inauguración de uno de los más importantes edificios de Coahuila. Ahí está en la foto: el Palacio luciendo su nueva altura, justo en las fiestas patrias.
16 DE SEPTIEMBRE DE 1928
El periódico traía un poco de todo. Antonio Méndez Casal escribía sobre Portugal en un artículo llamado “La Vieja Coimbra: Impresiones de un viajero”. Curiosamente, Portugal también vivía tiempos convulsos. Se había instaurado una dictadura militar que terminaría convirtiéndose en el Estado Novo del dictador António de Oliveira Salazar.
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Elías de la Flor firmaba una nota sobre “Arquitectura Nueva”, hablando de las tendencias de construcción. Era la época del Art Déco, del racionalismo europeo. El mundo construía de forma diferente. Había una columna desde la Ciudad de México con textos de V. Blasco Ibáñez titulado “Vuelo de las ideas”, y mencionaban un discurso de Nemesio García Naranjo. A ocho columnas se destacaba el artículo: LOS HOMBRES SÍMBOLOS, los anhelos del alma popular, escrito por el licenciado Felipe Sánchez de la Fuente.
LOS ANUNCIOS
En las páginas del periódico se encuentran anuncios variopintos. “Porfirio Valdés e Hijos” anuncia su fábrica de calzado y fábrica de ropa en Bravo sur 54, con “la maquinaria más moderna”.
Vendían al mayoreo: pantalones y blusas de mezclilla, dril, caqui, trajes para niños. Vestían a la clase trabajadora de todo el noreste. Porfirio Valdés fue el creador del famoso Zapatón Saltillense.
Desde principios del siglo XX este calzado cobró notoriedad en varias ciudades, siendo el predilecto de la gente dedicada al trabajo. Una media bota hecha completamente a mano para resistir a los pies más fieros. El Zapatón Saltillense calzaba a mineros, agricultores, ferrocarrileros, toda la clase trabajadora del norte que necesitaba algo que aguantara jornadas largas y terrenos difíciles.
José A. de la Garza, anunciando lo indispensable: maíz, frijol, piloncillo y trigo. Productos de todos los días, que no podían faltar en ninguna casa. Además, ofertaba mezcal, sotol, tequila y aguardiente. Su anuncio no necesitaba adornos ni tampoco dirección, solo apartado postal 98, suponemos que todos lo conocían y sabían dónde estaba el negocio.
La Maderería “Flores Luna” de Tomás Flores Luna se anunciaba como “la más antigua y mejor surtida en plaza”. Vendían madera de Chihuahua, Durango y hasta de Estados Unidos. Proveían material para las construcciones principales de Saltillo. Las cajas tomateras de madera para transportar la cosecha costaban $325.00 el millar.
”La Nacional”, librería, papelería e imprenta de Francisco N. Rodríguez, establecida en Allende 22 con el teléfono 706, vendía útiles escolares, papel y artículos de escritorio. Su anuncio hablaba de estudios, de oficinas.
”La Tiendita”, ubicada en Ocampo número 6, era propiedad de Juan Delgado Alarcón e Hijo, aunque el responsable directo del negocio era Heberto J. Esparza. Se anunciaba como “la única casa especialista en medias y calcetines de todas clases”. Era un comercio pequeño pero especializado, pensado para quienes cuidaban su manera de vestir. Ofrecían pedidos C.O.D. y reembolso, es decir, pago contra entrega y devoluciones. Incluso aceptaban pedidos foraneos, señal de que el negocio expandía sus planes de venta más allá de la ciudad.
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Desde Monterrey, Cueva y Morales ofertaba, bajo la marca Kumo, trajes finos para hombre. Entre estos anuncios destaca uno muy grande, el de los automóviles Nash 400, distribuido por Rodolfo Santos Coy. Los nuevos modelos “Advanced Six” y “Special Six”, motores de doble ignición y alta compresión. Todo el texto técnico en inglés. Doce bujías en vez de seis. en ese entonces el automóvil no era una necesidad, sino un sueño. Quizá solo era una imagen lejana del futuro; para otros, una señal clara de que los tiempos estaban cambiando.
LA OTRA CARA
En la misma edición, el Consejo Superior de Salubridad publicaba una campaña fechada el 15 de septiembre de 1928. El título era directo: “COMO SE DEBE CUIDAR AL NIÑO”. El dato que daban era duro: en 1926 la Ciudad de México perdió 16,543 niños. Era el panorama sanitario de la época.
Las vacunas eran limitadas. La mortalidad infantil en México era altísima. La media página de El Diario advertía sobre viruela, sarampión, tos ferina, difteria, tifo, influenza. Los mensajes eran directos: “CUIDE USTED AL NIÑO DESDE ANTES DE NACER”, “SOLO PADRES SANOS PODRÁN TENER HIJOS SANOS”. Cuanta verdad.
La publicidad habla de manera directa y sin rodeos de las enfermedades venéreas. “LA SÍFILIS DEL PADRE OCASIONA LA RUINA DEL HOGAR”, decía sin tapujos. La sífilis no tenía cura efectiva todavía.
Alguien compró o recibió ese periódico del 16 de septiembre. Lo leyó, se enteró de la inauguración del Palacio, vio los anuncios de Nash y de las cajas tomateras, leyó sobre la mortalidad infantil. Y después, por alguna razón, ese periódico terminó detrás del espejo circular de una cómoda en la casa del tío de Gerardo Guajardo en la calle Dionisio García Fuentes.
¿POR QUÉ ESTABA AHÍ?
Me he preguntado varias veces por qué ese periódico terminó detrás del espejo. ¿Alguien lo guardó a propósito? ¿Quiso preservar el recuerdo de la inauguración del Palacio? ¿Pensó que algún día alguien querría saber cómo era Saltillo ese 16 de septiembre de 1928? Lo logró en parte.
O tal vez no haya misterio alguno. En la primera plana aparece la foto de unas reinas; quizás quien guardó el periódico quiso conservar esa imagen de las chicas guapas. O simplemente necesitaban rellenar el hueco detrás del espejo descascarado para absorber la humedad. Tal vez el periódico estaba a la mano y lo colocaron ahí para darle alguna utilidad. Nada de misterio ni romanticismo, solo algo práctico: preservar la integridad del frágil espejo. No lo sé.
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La pieza de casi 100 años, Gerardo Guajardo tuvo la gentileza de pensar en mí y regalármelo. Se lo agradezco enormemente. Este pedazo de papel amarillento me conectó con ese mundo de 1928 que estaba al borde de cambiar para siempre. Mientras en Saltillo esperaban la llegada de “los primorosos autos” Nash, según decía el anuncio. Donde México sufría la Guerra Cristera y el artículo de Felipe Sánchez de la Fuente hablaba de cómo los héroes encarnan anhelos colectivos y detonan libertad frente a opresión histórica. Todo eso está en estas páginas amarillentas, escondido de modo que casi cien años después tuviéramos de qué hablar. Feliz año 2026
Saltillo, diciembre de 2025
saltillo1900@gmail.com