Las banquetas en Saltillo son excluyentes: cómo el diseño urbano aleja a los más vulnerables

Las banquetas en Saltillo son excluyentes: cómo el diseño urbano aleja a los más vulnerables

VANGUARDIA recorrió Saltillo y halló un patrón: banquetas invadidas, mal diseñadas o inexistentes, que obligan a mujeres, niños y adultos mayores a caminar entre autos. El espacio público no solo excluye: expulsa y pone en riesgo a quienes no se desplazan en coche

Saltillo
/ 11 agosto 2025
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Las banquetas en Saltillo rechazan a las personas que más las necesitan.

En Saltillo, que transitar a pie es complicado, por decir lo menos, es algo que cualquiera puede constatar. Basta salir a cualquier banqueta para ver que no existen, o que están invadidas con automóviles estacionados, sillones, cubetas, carritos de venta, material de construcción y hasta refrigeradores.

Pero este reportaje no trata sobre ese tipo de banquetas. Trata de aquellas que sí existen, que no están invadidas, pero que, irónicamente, fueron construidas pensando en los automóviles, no en las personas peatonas.

La calidad de las aceras dice mucho sobre la calidad de vida que una ciudad ofrece a sus habitantes. Por pequeña que parezca, una acera es una vía para ejercer derechos fundamentales.

VANGUARDIA recorrió Saltillo y, tanto en los cuatro puntos cardinales como en el Centro Histórico, encontró aceras diseñadas para facilitar el ingreso de automóviles a los domicilios.

”Este gesto, aparentemente inofensivo, obliga a las personas peatonas a bajar al arroyo vehicular, poniéndolas en riesgo. Además del miedo, la situación genera enojo entre quienes caminan por la ciudad.

Este fenómeno no se limita a calles antiguas o colonias populares: la calle más nueva de Saltillo, remodelada por el Gobierno Municipal en 2024, también priorizó a los automóviles sobre los peatones.

El artículo 205 del Reglamento de Desarrollo Urbano y Construcciones de Saltillo establece que los propietarios de cada predio son responsables de construir las banquetas. Ahí mismo se aclara que ‘no debe haber escalones o desniveles de un predio a otro, salvo que por la topografía del terreno sea imposible evitarlo, previo análisis de la Dirección’.

En el artículo siguiente se establece que “los cortes en banquetas o guarniciones para la entrada de vehículos no podrán entorpecer el tránsito peatonal o vehicular ni ser inseguros. En caso necesario, la Dirección podrá prohibirlos y ordenar el uso de rampas móviles”.

$!Una banqueta rota, invadida o inclinada mal puede ser la diferencia entre seguir adelante o caer.

Cuando las personas se ven obligadas a caminar por el arroyo vehicular, el riesgo de atropellamiento, y de muerte, se incrementa.

Un estudio realizado en 1978 por Stephen Ashton y Murray Mackay, de la Universidad de Birmingham, demostró que la probabilidad de lesión por atropellamiento aumenta conforme lo hace la velocidad del vehículo.

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Según este estudio, un automóvil que circula entre 50 y 60 kilómetros por hora tiene un 25 % de probabilidad de causar una lesión fatal. Si la velocidad supera los 70 kilómetros por hora, la probabilidad de muerte es del 100 %.

Eso significa que caminar por el arroyo vehicular no solo es incómodo, es una sentencia latente.

$!La ciudad expulsa a quienes más necesitan que la calle sea segura: niñas, niños, adultos mayores, personas con discapacidad.

“SE NECESITA EMPATÍA PARA NO ESCOGER LO MENOS GRAVE”

En la calle General Cepeda, la más nueva de Saltillo, remodelada en enero pasado, las banquetas entorpecen el tránsito peatonal, especialmente para personas con movilidad limitada.

VANGUARDIA recorrió esta vialidad junto a Salvador Salas Pérez, quien vive con Osteogénesis Imperfecta y se desplaza en silla de ruedas con el apoyo de su hermano Carlos.

Para Salvador, estudiante de la Facultad de Jurisprudencia de la UAdeC, caminar por esta banqueta representó varios obstáculos, sobre todo por la pronunciada inclinación de las rampas construidas para el acceso vehicular.

Además, señaló que, aunque las rampas en las esquinas eran adecuadas, podrían mejorar con líneas antiderrapantes. Calificó la banqueta con un 7, en una escala del 1 al 10.

“Es comprensible que se tenga que hacer cierta adecuación para un carro, pero eso no es ninguna justificación, porque al fin y al cabo las banquetas son para los peatones, no para los carros”, apuntó.

$!Aunque las banquetas existen, Salvador tiene que sortear obstáculos que un automóvil jamás enfrentaría.

Comentó que, en su caso, como es una persona de poco peso y cuenta con el apoyo de su hermano, las dificultades son menores. Sin embargo, advirtió que las personas con sillas de ruedas más pesadas, o sin acompañantes, enfrentan un riesgo mucho mayor.

Respecto a qué pasaría si tuviera que transitar la calle General Cepeda todos los días, Salvador comentó que podría acostumbrarse, aunque reconoció que sería peligroso. Al ser una vialidad con alto flujo vehicular, corre el riesgo de ser atropellado si se ve obligado a bajar al arroyo.

¿Por qué crees que, aún yendo por la banqueta, podría ocurrir un accidente?

“Porque, justamente, como no están bien niveladas y las pendientes no están bien inclinadas, alguien puede caerse de boca, de frente o de espaldas. Y como la mayoría de las personas que usan silla de ruedas es porque no tienen fuerza en las piernas, o de plano no pueden caminar... pues, ¿cómo te levantas?”, explicó.

$!Ni rampas, ni continuidad: el camino de miles se rompe frente a una banqueta mal hecha.

Respecto a las personas que se molestan cuando ven a alguien en silla de ruedas transitando por el arroyo vehicular, Salvador dijo que lo que siente es impotencia. Le parece injusto que se culpe al peatón cuando es la ciudad la que no garantiza condiciones mínimas de seguridad.

Subrayó que hace falta empatía, especialmente de parte de los automovilistas. Las personas en silla de ruedas no tienen ningún tipo de protección si ocurre un accidente, a diferencia de quien viaja en auto, moto o transporte público.

“La ciudad no está pensada para todas las personas. Hay calles como General Cepeda o Victoria que ya tienen ciertos avances, pero en general se necesita mucha más empatía. Que no tengamos que escoger entre lo menos grave que nos pueda pasar”, concluyó.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el 84 por ciento de las manzanas en Saltillo no cuentan con rampas para personas con discapacidad en ninguna de sus banquetas.

El Análisis de la Zona Metropolitana (ZM) de Saltillo, elaborado por el Consejo para la Planeación Estratégica de Largo Plazo de la Región Sureste del Estado de Coahuila (Coperes), reveló que de las 14 mil 942 manzanas que conforman la ZM, en 12 mil 562 no existe infraestructura para personas con movilidad reducida.

Además, el mismo análisis indica que en mil 558 manzanas —lo que equivale al 10.43 por ciento del total— no hay siquiera algún tipo de banqueta.

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$!La falta de empatía se nota en el concreto: ahí donde debería haber paso, a veces ni siquiera hay banqueta.

“NO TIENEN CONCIENCIA”

En la zona sur de Saltillo, don Anastasio Rodríguez Constante recorre a diario las calles de la colonia Guayulera en su silla de ruedas. Le toma cerca de una hora ir y venir para surtir y vender bolis, “pa’ sacar pa’ la botana”.

“Se paran los carros justo donde uno se va a subir. Muchos se estacionan en las banquetas donde hay una subida, atraviesan y no se mueven. Es donde uno batalla. No tienen conciencia ellos”, señala.

Cuando baja al arroyo vehicular, los automovilistas le gritan: “¡Quítate de ahí!”. Él solo responde con impotencia: “¿Para dónde me hago? Voy bien, voy a la orilla. Siente uno tristeza”.

$!Anastasio Rodríguez recorre a diario las calles en su silla de ruedas para vender bolis; esquivar autos estacionados en las banquetas es parte de su rutina.

En muchas colonias de Saltillo, una imagen se repite: mujeres que empujan carreolas por el arroyo vehicular. Durante un recorrido de seis horas por distintos puntos de la ciudad, VANGUARDIA documentó al menos siete casos.

Alicia, vecina de la colonia Satélite al poniente de la ciudad, recorre a diario esas calles y asegura sentir frustración cuando se ve obligada a bajar al nivel de los autos con la carreola.

Calificó las banquetas de su colonia con uno o dos puntos y cuestionó que se privilegie el acceso vehicular por encima del peatonal.

Para ella, la solución está en la conciencia vecinal: emparejar banquetas, instalar rampas y podar los árboles cuyas ramas dificultan el paso, especialmente para adultos mayores o personas con discapacidad.

$!Alicia y Giovanna no bajan al arroyo por gusto, sino porque la banqueta se los niega.

Un caso similar al de Alicia vive Giovanna en la colonia Loma Linda, al poniente de Saltillo. Las banquetas de su zona están frecuentemente invadidas por automóviles y otros objetos, y las rampas la obligan a empujar la carreola por la orilla del arroyo vehicular, justo donde circulan camiones de personal y de carga.

Dijo que, aunque siente miedo, no le queda de otra: “no es mi culpa si la banqueta está invadida”, expresó.

Otro grupo afectado por esta situación son los adultos mayores, como Irma Álvarez, quien vive al norte de la ciudad, cerca del bulevar José Sarmiento. Calificó las banquetas de esa vialidad con un cinco o seis y señaló que cuando llueve es fácil resbalarse en las rampas mal diseñadas, por lo que muchas veces prefiere caminar por la calle: “A veces mejor caminamos por la calle para no batallar por las banquetas que están a desnivel en estas bajaditas”, mencionó.

$!La acera está ahí, pero nadie puede usarla: un mueble bloquea el paso mientras una madre baja al arroyo con su bebé.

IMPACTA EN LA CALIDAD DE SERES HUMANOS QUE SOMOS

Para la arquitecta Leticia Lozano Bobadilla, el fenómeno de las banquetas que expulsan es síntoma de decisiones urbanas mal planteadas. De ella es la frase que da inicio a este reportaje: “La calidad de las aceras tiene un impacto directo en la calidad de ciudadanos y seres humanos de una ciudad.”

“Básicamente, no estamos considerando a todas las personas que viven en una ciudad. Tenemos que entender que la experiencia urbana es infinita, extremadamente variable”, señala la también diseñadora e investigadora del juego, el espacio público y el comportamiento humano.

Añade que esta exclusión también es consecuencia directa de la manera en que se diseñaron históricamente las ciudades: bajo una lógica patriarcal. “Fueron pensadas para una figura varonil, proveedora, que se mueve por la ciudad en su coche. Las otredades no fueron tomadas en cuenta.”

“Si quien está tomando las decisiones solo tiene en su cabeza que ‘voy a salir de mi casa, me voy a subir a mi coche y voy a manejar al trabajo donde voy a llegar y estacionar mi coche’, entonces evidentemente no hay una experiencia peatonal”, señaló.

$!Para Leticia Lozano, el diseño de las ciudades en México refleja una lógica patriarcal que excluye a quienes no se mueven en coche.

A esta desconexión se suma, dice, una idea aspiracional: caminar o usar transporte público se asocia con “no tener dinero”, mientras que el coche sigue siendo símbolo de estatus.

“Si queremos realmente vivir en comunidad y sanar nuestras ciudades, tenemos que cambiar ese paradigma. En realidad, el que camina y el que utiliza o la persona que utiliza el transporte público está aportando a la comunidad”, mencionó.

Además, advierte que las banquetas en mal estado son síntoma de una ciudad fragmentada institucionalmente. “La CFE, Telmex, las direcciones de obras públicas... cada quien interviene las calles sin coordinarse con los demás.”

Y lo más grave: esa fragmentación termina impactando en derechos básicos.

“El no tener aceras de calidad, el que la ciudad no nos permita caminar, eso impide el ejercicio de otros derechos. Si soy una persona de la tercera edad y no puedo llegar a pie al centro de salud, ¿qué va a pasar? La acera, por minúscula que parezca, es en realidad un medio para garantizar derechos.”

$!“La calidad de las aceras tiene un impacto directo en la calidad de seres humanos que somos”, afirma Leticia Lozano, experta en espacio público.

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“EL MONSTRUO ES GIGANTE”

Para Leticia Lozano Bobadilla, el reto de transformar las banquetas en México no es menor. “El monstruo es gigante”, dice.

La ciudad, explica, fue diseñada históricamente para privilegiar a un tipo específico de persona: un hombre cisgénero, proveedor, que se desplaza en automóvil.

“Cuando se buscan ciudades más equitativas, esta figura siente que le están quitando espacio, aunque en realidad solo se está corrigiendo un desequilibrio. El problema es que la ciudad ha sido planeada para él.”

$!La ciudad fue diseñada para un solo tipo de persona: hombre, cis, proveedor y en coche. Todo lo demás quedó fuera.

A veces, señala, solo la imposición de lo equitativo logra avances reales. Pone como ejemplo el programa Ecobici en la Ciudad de México: al inicio fue rechazado e incluso vandalizado por la percepción de que “le quitaba espacio al automóvil”, pero luego se volvió una demanda ciudadana en otras alcaldías.

“Otro punto a nivel sociocultural es ese cambio de paradigma que sólo lo podemos cambiar con el paso del tiempo, y mostrando las buenas prácticas y los beneficios para todas y todos a nivel administración y evidentemente, a nivel presupuestal”, concluyó.

Comunicólogo por la Universidad Autónoma de Nuevo León, docente de bachillerato, redactor, intento de fotógrafo, portero y aficionado al futbol, así sin tilde.

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