Los ahogados del lago
Eran estudiantes que querían celebrar, pero terminaron sin vida en la Alameda Zaragoza de Saltillo. ¿En qué momento un festejo se convierte en desgracia?
Al terminar la primavera de 1976, Jesús Daniel Palomo Sánchez y Juan López Guerra se ahogaron en el Lago República de la Alameda de Saltillo.
Los dos eran estudiantes de la secundaria Federal 1 Nazario Ortiz Garza y aquella soleada mañana, cerca de las 9:30, se metieron al agua, junto con otros compañeros, para celebrar el fin de curso: la transición hacia preparatoria.
Eduardo López, uno de aquellos adolescentes, miraba desde la orilla del lago, al costado de la calle Guillermo Purcell, cómo los demás se cargaban y se aventaban y se reían sin sospechar a la muerte sosegada. Pero él no entró. “Quizá por miedo”, cuenta 45 años después. Un miedo que le salvó la vida.
Pero el agua del lago no era diáfana como ahora; no era transparente como en 1918 cuando fue inaugurado por el gobernador Gustavo Espinoza Mireles. En vez de ese limpio espejo, el líquido estaba estancado, sucio, y con hierbas ocultas de la vista por ese verdor que da la falta de cuidado.
Y así, de repente, ese viernes 11 de junio, ya nadie vio a Palomo. Eduardo lo había visto segundos antes con el pantalón caqui de la escuela y la playera deportiva. Pero sus 1.72 metros de altura, tez morena y cabello corto se esfumaron.
Le gritaron por su nombre, lo buscaron esperando una broma. Lo encontraron, sin embargo, atorado en un islote cubierto de ciano, esa capa lodosa que se forma en donde hay agua acumulada.
Cuando llegaron los rescatistas y sacaron el cuerpo, trataron de reanimarlo. Pero ni los llantos de sus compañeros, ni las maniobras con las que le sacaron el agua de su estómago y pulmones evitaron que la ambulancia de la Cruz Roja se llevaran el cadáver.
Una nota de El Sol del Norte señaló al día siguiente que Palomo no sabía nadar. Eduardo, su amigo, en cambio, contradice esa información. “Supe que sí sabía nada, incluso tenía cuerpo atlético”.
Velaron el cuerpo durante la madrugada del sábado en la funeraria Sagrado Corazón, en Xicoténcatl y Presidente Cárdenas. Ahí, los papás de Juan llegaron preguntando por su hijo. No lo encontraban.
El segundo cuerpo
Varios jóvenes confirmaron que Juan estuvo en el lago. Incluso, Eduardo recordó haberlo visto junto a él secándose el cabello.
El cuerpo del muchacho, a quien apodaban “Jolino” fue encontrado por la mañana. Además de los rescatistas y los padres, en el lugar estuvo el alcalde en turno, Juan Pablo Rodríguez Galindo.
El lago, como ya se dijo, no era cómo ahora. Había desniveles donde la zona más profunda era de 1.70 metros. Una fotografía tomada por VANGUARDIA en 2010 evidencia la profundidad del lago, donde un hombre se ve de pie dentro del lugar: su cabeza apenas roza la orilla. Ese mismo año se remodeló.
Las teorías tras el accidente apuntaron en dos vías: que las hierbas les enredaron piernas o brazos; que se golpearon con una de las tuberías que alimentan el cuerpo de agua artificial.
No hay registro, desde entonces, que otro evento así se haya presentando. Aunque como siempre, los vestigios oficiales lo ponen en duda. El mismo Sol del Norte cuenta que 20 años antes de este accidente, otro muchacho también falleció en el lago de la Alameda.
¿Cómo? Tratando de recuperar una pelota de béisbol. Y es que entre 1937 y la década de los sesentas, frente al lago se ubicó el Estadio Saltillo.
*Con información de El Sol del Norte, Archivo Municipal de Saltillo, Jesús de León, Ildefonso Dávila, Eduardo López, Carlos Recio, Archivo Vanguardia.
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