Por decreto de Porfirio Díaz floreció en Saltillo la tradición de decorar con motivos patrios
Para celebrar el inicio de la Guerra de Independencia, el Presidente decidió que todas las fachadas públicas y comerciales debían tener ornatos que lo festejaran
La decoración de fachadas, públicas, privadas y comerciales, con motivo de los festejos patrios en la ciudad, tiene su origen en la época porfiriana, cuando por decreto presidencial debían adornarse, excepto en el caso de las casas particulares; ahí era una invitación a la ciudadanía.
“El Coahuilense era el Periódico Oficial del Estado. Ejemplares del siglo XIX muestran que el Gobierno pedía con anticipación a la gente que pusiera los festones, que son como esas banderitas triangulares utilizadas en las fiestas religiosas.
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“También esos listones muy largos, donde se ve el verde arriba, blanco y rojo que cubrían los balcones y banderas”, detalló Carlos Recio, historiador de Saltillo.
Las banderas debía ondear sobre el Palacio de Gobierno y la Presidencia Municipal, que en ese entonces se encontraba en el cruce de las calles Miguel Hidalgo e Ignacio Aldama, en el edificio que hoy alberga el Centro Cultural “Vito Alessio Robles”.
La mañana del 15 de septiembre, al alba dicen los registros históricos, se disparaban salvas desde la Plaza México. Por la noche, el Palacio de Gobierno era el sitio donde desde el balcón, el mandatario estatal en turno vitoreaba a los héroes de la Independencia y rememoraba el “Grito de Dolores”.
“Las autoridades municipales y de gobierno se encargaban de vestir los portales de la Plaza de Armas, los edificios principales, generalmente con piezas de tela, y se pedía que la gente también pusiera en sus ventanas o en sus balcones”, relató el también catedrático de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), quien refirió que no todas las personas atendían al llamado de la autoridad, pero que quien lo hacía, se esmeraba en la decoración.
DESIGNADOS PARA ORGANIZARLOS
Saltillo tenía una “Junta Patriótica”, que estaba integrada por ciudadanos que eran considerados como distinguidos, un presidente, un vicepresidente y de cuatro a cinco miembros, cuya función era organizar los festejos del 2 de abril, 5 de mayo y el 15 de septiembre, que coincidía con el cumpleaños del presidente Porfirio Díaz, y cada cuatro años en diciembre, cuando se reelegía el presidente.
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Puntualizó que eran festejos muy similares. “Hablando del festejo patrio del 16 de septiembre, había un desfile que salía del Palacio de Gobierno, donde iban las autoridades, seguidos de niños estudiantes de la Escuela de Artes y Oficios (antecesora de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro), y soldados del Regimiento de Caballería”.
Este desfile partía de la calle Benito Juárez, a un costado del Palacio de Gobierno, y avanzaba por la calle Guadalupe Victoria amenizado por la Banda del Estado y la Banda de Guerra infantil de la Escuela de Artes y Oficios, hasta la Alameda Zaragoza; donde reconocidos oradores de la ciudad, Tomás Berlanga y Ernesto Santoscoy, daban discursos.
MÚSICA Y BUENOS SENTIMIENTOS
“Alternaban los discursos con música de la Banda de Seferino Domínguez, le llamaban la música del estado, era una banda musical”, relató Carlos Recio.
“Saltillo era muy vestido, en mi libro Espacios geográficos, urbanos, públicos y de tránsito de Saltillo. Siglos XVI al XX, viene una postal que se encuentra en el Archivo Municipal, donde se ve la calle de Victoria y se ve una bandera y una guirnalda por donde estaba el Cine Palacio”.
La noche del 16 de septiembre, los festejos patrios seguían con una serenata en la Plaza de Armas que tenía lugar entre las 20:00 y las 23:00 horas y concluían con pirotecnia. La Alameda Zaragoza era iluminada con electricidad y faroles venecianos.
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