Romanita, la madre que se fue sin encontrar a su hijo y a su nieto
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Es la historia de una de las cientos de mujeres que han dejado su vida entre fosas, barrancos y oficinas en busca de sus hijos
‘En Argentina, ‘Las locas de Plaza de Mayo’ serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria’
Eduardo Galeano
Romanita buscó a su hijo y a su nieto hasta el último aliento. “Romanita, te fuiste sin encontrarlos.”
El 12 de mayo de 2008, Pedro, tu hijo y Armando, tu nieto, te pidieron chiles en nogada para comer y el agua de piña y limón que tanto les gustaba. Nunca llegaron a casa.
Después de la insistencia, al teléfono de tu yerno entró una llamada:
‘Aquí nosotros no perdonamos; se metieron en nuestro territorio. Aquí no sale nadie, ni el Ejército entra’.
Eran las 23:45 horas cuando por fin un miembro del crimen organizado tomó el teléfono de Pedro para llamarles.
Parece que para las autoridades el tiempo no pasa.
Las madres de los desaparecidos ya reflejan en sus arrugas y sus canas el largo caminar de la esperanza. Los callos de sus pies recuerdan las miles de puertas que han tocado, y los postes que sostienen las fotografías de sus hijos. Sus uñas desgastadas, narran la historia de las miles de fosas clandestinas que han cavado por todo el país para recuperar sus posibles restos.
‘Hemos intentado de todo’, dijo a la ONU recientemente sobre el tema, Michael Chamberlin, director de la organización Fray Juan de Larios.
Para Romana Ortiz Reyes y Carmen Ramírez Ortiz, las veladoras y los rezos dejaron de ser suficientes desde aquel día.
Romanita, la muerte no te llegó por azares del destino, ni por fallas en tu alimentación. La muerte te llevó cansada de gritar justicia. Te soltaste de la mano de Carmen, después de haber recorrido más de 15 mil kilómetros en baldíos, montañas, marchas, dependencias y ciudades desconocidas buscando a Pedro y Armando.
20 días atrás de esa fecha, había fallecido tu esposo. La historia de tu vida empezaba a tejer los retazos de la memoria. Lo que quedaba del tiempo, era seguir amaneciendo con tu cobija de cuadros todos los días en Matamoros, Coahuila.
Dicen que aunque ya estaban grandes, preparar un manjar para alguno de los ocho hijos que criaste era una de tus fijaciones, y el mejor regalo del día era bendecir a tus nietos cuando salían por la puerta.
Apenas el 11 de mayo de ese mismo año, toda tu familia había logrado reunirse para festejar el Día de las Madres al ritmo de la “Banda Acuario”, que dejó los pasos bailando hasta las 02:00 de la mañana.
‘’Éramos felices, sin ella, la vida ya no es bonita’’, dice María del Sagrario, nuera de Romanita.
La historia comenzó hace casi 10 años ese 12 de mayo.
Pedro y Armando habían quedado de regresar a comer después de ponerle cambio a una de las maquinitas de videojuegos que instalaban para ganarse la vida, pero nunca llegaron. Después de la primera llamada, pasó una hora más.
Con tal de que se los regresaran, tú y tu familia estaban dispuestas para entregarle al crimen la casa que habían construido con décadas de trabajo.
‘’A la 1:30 nos volvieron a contestar y les pedimos que nos los regresaran. Dijeron que no estuviéramos chingando, que ya los teníamos hartos. Al día siguiente, entró una llamada a mi teléfono; se escuchaba el quejido, como una vez que mi hijo estaba muy enfermo; solté el grito llorando’’, dice Carmen Ramírez Ortiz, madre de Armando, hermana de Pedro, e hija de Romanita.
Apenas cayó el primer rayo de sol, y junto con Carmen saliste por la puerta a interponer la denuncia. Creían en las autoridades.
‘’Pedro Ramírez Ortiz, de 33 años de edad, y Armando Salas Ramírez, de 20 habían sido desaparecidos y su última señal de vida fue en el barrio de La Durangueña, en Torreón’’, les dijeron.
No hubo ninguna respuesta; el miedo o la colusión se había internado en los chalecos antibalas de los ministerios públicos y de los policías.
Los días siguientes, tú, Carmen y su esposo José, se encaminaron a los cerros, a buscar si sus hijos habían sido arrojados por un barranco y cuando el cansancio les invadía, lo que restaba era realizar las demás actividades sentadas en la banqueta; comían y tomaban agua. Prácticamente, la mesa pasó del recibidor a la calle, esperando al coche del que bajarían Pedro y Armando, y esa era la esperanza. Así compartían el dolor que las hizo fuertes.
En ese año, el cártel de Los Zetas disputaba el terreno con el Cartel de Juárez en La Laguna, pero a la familia Ortiz Reyes no le importó: para que la PGJE les abriera el caso y la averiguación previa, a tus 61 años, tú, Carmen y otros miembros de la familia bloquearon la carretera a Torreón-Saltillo en ese mismo año en abril de 2008. El agente que lo hizo, Gerardo Valdés Segura, fue desaparecido un mes después.
‘Una vez nos metió a todos a la oficina de la Procuraduría, y nos preguntó que si nuestros hijos tenían problemas. Pero nos decía que no nos aseguraba que ahí donde estábamos, no había una persona que estuviera con los Zetas’, dicen Carmen y su esposo José Salas.
Las personas en la investigación se fueron desvaneciendo, como uno de los compañeros de trabajo de Pedro y Armando que atestiguó y después fue asesinado. La información de la averiguación no se desarrollaba si ustedes no metían mano. No había avances, si no le ponían los puntos sobre las íes a funcionarios públicos. Nunca tuvieron miedo.
En 2009, un programa de televisión les anunció el llamado de que en Saltillo se reunirían familiares de desaparecidos, y fue ahí cuando se creó Fuundec-Fundem hace 9 años.
Desde aquel entonces, la situación económica de la familia no era la más privilegiada para viajar a Saltillo a cada reunión que se realizaba en el Obispado de la Diócesis.
Tú, Carmen, Alma (fallecida) y Amelia, optaron por crear el nuevo grupo: Fuundec Laguna. Carmen recuerda con cariño, que el primer apoyo fue de Jesús Fraile Torres, el párroco de la iglesia de San Judas Tadeo donde se realizaron las primeras reuniones y se organizaron las primeras marchas.
Tu canto era ‘’Una Madre no se cansa de Esperar’’, pero tus pies ya querían que amaneciera. Con el dinero que reunieron, juntas viajaron a Chihuahua, Zacatecas, Durango, Estado de México, Nuevo León y Coahuila, y se internaron en los archivos de los semefos, campos militares, C4, y ceresos.
Una de las experiencias fue cuando por la parte de atrás llegaron con un refresco para los Celadores, a cambio de que se quedaran con la foto de Armando y Pedro y que los buscaran ahí dentro.
‘’En las marchas nos empezaban a echar a los granaderos. A Humberto ya le pesaba. Con Calderón fue casi en el mismo tiempo; le preguntábamos que si se iba a ir como Humberto, tres meses antes’’, dice Carmen.
Una vez, tú, y todas las madres firmaron una carta dirigida a los perpetuadores del crimen:
‘’A ti ser humano, a ti padre de familia, a ti hijo, a ti hermano, a ti que no tienes rostro, sabemos que tienes corazón y a ese corazón le hablamos. Te suplicamos que nos devuelvas a nuestros hijos porque al llevártelos también nos llevaste a nosotros’’, firma Fuundec.
‘’Si llegaron a pasar camionetas por aquí. Nadie nos quería hablar, nos preguntaban: ¿y a ustedes no les da miedo que les hagan daño? Y yo digo: ¿Ya qué más daño nos pueden hacer? Nos decían que teníamos otros hijos, que les hiciéramos caso. Yo les decía que ellos nos iban a entender’’, dice Carmen.
La angustia era triple para ti: tu hijo y tu nieto no aparecían y a los ojos de tu hija se le habían perdido las alegrías.
Carmen dice que cuando anochecía, Romanita le pedía a la luna que alumbrara más para seguir buscando a Pedro y Armando por debajo de las piedras. También le pedía el mensaje de la canción:
‘’Luna, tú que lo ves, dile cuánto lo extraño. Esta noche, sé que él está contemplándote igual que yo, a través de ti quiero darle un beso. Tú que sabes en dónde está, acaríciale con mi amor; dile que es a quién yo más quiero. Tú que sabes por dónde va, ilumínale con tu luz, su sendero, porque quizás no es bueno’’, interpretada por Ana Gabriel.
Estuviste ahí para acompañar a Carmen en la menopausia. El cambio que debió ser en su casa, lo pasó bajo el sol que cubre a las marchas y manifestaciones, y en ocasiones el sangrado fue tal, que corrieron a la farmacia para protegerse y después seguir cargando las pancartas de sus dos amores.
Pero Carmen no era la única, entre los bochornos y en la desesperanza, veían a muchas entrar en crisis nerviosa; cuando eso pasaba, su esposo, José, le decía a los de la PGJE que ese era el momento en que debían tomar fotografías: ‘’Les decíamos que enseñaran eso, y no las fotos donde estábamos bien’’, dice José Salas, su yerno.
Pasaste, de partir el pastel cada 10 de mayo junto a tus hijos, a marchar junto a otras madres de personas desaparecidas desde el Ángel de Independencia al Zócalo capitalino. De meter el pan al horno de vez en cuando, a realizar mapeos de peritaje sobre las zonas donde encontrabas algún rastro de tu hijo y tu nieto. De dar consejos de sazón, a decirle a las autoridades cómo complementar la averiguación previa sobre el caso de Pedro y Armando.
En vida, Lázaro, uno de tus ocho hijos y María del Sagrario, tu nuera, llegaron a decirte el gran ejemplo en el que te habías convertido. Se siente un vacío. Dicen que siempre fuiste una guerrera, pero que las decisiones del Gobierno les arrebataron pasar contigo el festejo de las madres, y los cálidos abrazos en la Navidad.
En marzo de 2015, sufriste un primer infarto después de un careo que se llevó a cabo en Monclova, donde se enfrentaron con uno de los inspectores que habían detenido a Pedro y Armando en el Palacio Federal, a quien capturaron realizando un secuestro en Torreón. La última llamada que ellos hicieron había salido de esa zona. El silencio del inspector, fue lo único que obtuvieron.
Nunca más te volviste a recuperar.
Para la homonimia en noviembre de 2016, te habían pedido los documentos de tu hijo, porque había una persona internada en una cárcel de Texas, y querían revisar si se trataba de la misma persona. Pero nunca respondieron. Sufriste un segundo infarto.
Romanita, es un ejemplo de lo que ha sucedido con las madres a lo largo del tiempo de la búsqueda. Además de gastritis, Carmen, y su esposo por ejemplo, padecen hoy una diabetes que se ha agravado después de la desaparición. ‘’En esa situación estamos miles de madres’’, dice.
De acuerdo con información de la Academia Interamericana de Derechos Humanos, en 2017 el Programa Integral de Atención a Familiares de Personas Desaparecidas (Profade), destinó únicamente 1.5 millones de pesos para atender a 551 personas víctimas directas o indirectas de la desaparición (en un universo de mil 900 desaparecidos en Coahuila), y de esas, 104 se atendieron con derecho a la salud por problemas cardiovasculares o de diabetes, que se manifestaron después de la desaparición, o se agravaron por falta de Seguridad Social.
‘’Nosotros creemos que las compañeras que han muerto es básicamente de tristeza. No hay mes que no acompañemos en el panorama nacional, a familias que tienen integrantes que hayan fallecido esperando a sus familiares’’, dice por otro lado Blanca Martínez, de la organización Fray Juan de Larios.
La vocera de la organización defensora de los derechos humanos, dice que una de las situaciones más desgastantes para las madres, es que se han convertido en expertas sobre cuestiones que el Gobierno debería haber hecho desde un inicio.
‘’Pero ellas justamente dicen que les gustaría no haber sabido nada’’, expresa Blanca.
Son tan expertas, que por ejemplo Carmen tiene los expedientes foliados, con fechas, y acomodados en la sala de su casa. Tu hija, y otras madres siguen buscándolos. Han creado leyes para encontrarlos, porque hasta hoy, nadie de la Fiscalía ha dicho nada.
Una vez, un Ministerio Público Federal hizo un comentario contra Carmen: “Seguro trabaja para el crimen organizado, o cómo es que sabe tanto. Dijeron que mis mapeos les servían mucho, y todo lo que habíamos hecho”.
‘’El caminar te hace darte cuenta de muchas cosas. El día que encontramos restos, los hallamos con esposas; yo sé que no los debo de tocar y para eso ya habíamos tenido una clase de forense con Cruz Roja. Yo le respondí eso y más al MP, y le dije: Esto es cosa que no hacen, y cobran su salario con lo que nosotros hacemos”, dice Carmen.
Sabías que podías hacer más para encontrarlos, e hiciste hasta lo imposible. Harta de falsas respuestas por parte de las autoridades, pagaste con tus ahorros otro curso de ciencias forenses en la Facultad de Jurisprudencia. Tu idea era abarcar todas las áreas; que no hubiera cuentos.
Pero a tus 70 años ya no era lo mismo que al inicio, el cansancio, la depresión, la diabetes que te diagnosticaron 5 años después de la ausencia de Pedro y Armando, y los dos infartos que ya habías pasado invadieron tu cuerpo.
En tu lecho de muerte, a Carmen le decían que alguien se hiciera pasar por Pedro y Armando para que te fueras en paz. Ella no quiso. Prefirió preguntarte si en tus lapsos de agonía, cuando ibas por el túnel iluminado, veías a “los muchachos” recibiéndote.
Tú le dijiste: no, los muchachos están vivos.
“Decía que no había hecho lo suficiente. Yo le decía que ya descansara. Le preguntaba que si cuando ya iba caminando con Dios no veía a los muchachos. Ella me decía que no nos rindiéramos. Le preguntaba por nuestro milagro, y ella me decía que ya venía”, expresa Carmen.
Romanita, tus hijas te despidieron vestidas de rojo, con zapatillas, y maquilladas como les dijiste. A ti, te pusieron el mismo sombrero que te cubrió del sol en las marchas, y el que te colocabas al salir de la Central Camionera para buscar a tu hijo una y otra vez en los seis estados a los que fuiste.
Blanca Martínez dice que existe una cohesión en la organización de las madres y padres de desaparecidos, que se traduce en la adopción de la búsqueda de los hijos de los otros. ‘’Es: no busco al mío, busco a todos. Esto ha resinificado la solidaridad’’, dice.
Cada 10 de mayo, cientos de madres exigen justicia por sus desaparecidos en diversas partes del país; y por ejemplo Grupo Vida dedicará su marcha en la Laguna a Eva Reyes, madre fallecida, a quien desde tierra mandan un mensaje: ‘’Te extrañamos. Seguiremos buscando a tu hijo’’.
‘’Que los ojos de los desaparecidos los sigan a donde vayan, y los llantos de sus madres no los dejen dormir’’, dijo Leticia Hidalgo, madre de Roy Rivera en el caso de FUNDENL a las autoridades, con un mensaje a Margarita Zavala en su reciente visita a Monterrey.
En México, cientos de madres de personas desaparecidas han fallecido buscando a su familia. Por lo menos en Coahuila, las organizaciones Fuundec, Fundem, Grupo Vida, Familias Unidas por la Búsqueda y Localización de Nuestras Personas Desaparecidas, y Alas de Esperanza, han registrado el fallecimiento de 10 madres y padres y esposas al grito de: ¡Vivos se los llevaron, Vivos los queremos!
Romanita…
>Pedro Ramírez Ortiz, de 33 años de edad, y Armando Salas Ramírez, de 20, hijo y nieto respectivamente. desaparecidos.
>Desaparecieron el 12 de mayo de 2008 en el barrio “La Durangueña”, el más temido de Torreón.
>15 mil kilómetros recorrió entre montañas, marchas, escritorios y ciudades desconocidas.
>En el tiempo de búsqueda, le dieron dos paros cardiacos y le detectaron diabetes.
En Memoria de:
> Domitilia López Cedillo
> Alma Guadalupe Solís Fuentes
> Juan Ramiro Valdés
> Mario Alberto Morales
> María Martina Ramos
> Eva Reyes
> María Demetria Martínez Hernández
> Romanita Ortiz Reyes
> María Florencia Hernández
> Martha Ramirez García