Sergio Recio Flores: el cronista que tendió puentes desde Saltillo hacia el mundo

Educador apasionado y amanuense oficial de la ciudad, su legado permanece como una de las luces más destacadas de la ciudad

Saltillo
/ 31 mayo 2025
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Nacido el 8 de diciembre de 1933 en Saltillo, Sergio Recio Flores cursó la primaria en el Colegio Ignacio Zaragoza, la secundaria y preparatoria en el Ateneo Fuente, y los estudios superiores en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Más tarde fue becario de la Universidad Complutense de Madrid, donde estudió filología e historia del arte, y realizó estancias de investigación en la Universidad de Salamanca.

Con apenas 28 años, en 1961, puso en marcha una escuela de verano que marcaría toda una época. Su proyecto no solo buscaba enseñar español a jóvenes extranjeros, sino ofrecerles una experiencia profunda de inmersión cultural. Quería que vivieran México desde adentro: en el aula, en la calle, en la vida cotidiana.

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$!Sergio Recio Flores, izquierda, con un grupo de personas no identificadas

A esta iniciativa la llamó Instituto Internacional de Cultura. Allí, la lengua de Cervantes no era solo un objeto de estudio, sino un vehículo de encuentro, una herramienta para aprender a través de la convivencia. Los programas, de cuatro a seis semanas, combinaban enseñanza académica con una pedagogía viva, cercana y auténtica.

Saltillo, con su tradición de buenas escuelas, su cercanía relativa a la frontera con Estados Unidos y la visión académica de Recio Flores, fue el escenario ideal. A lo largo de los años, el Instituto tuvo varias sedes: primero, la casa natal de Juan Antonio de la Fuente; después, la casa familiar en Allende Sur; más tarde, una casona en la calzada Madero y, finalmente, una residencia de cantera en Hidalgo Sur, hoy sede del Museo de la Revolución Mexicana.

UNA PEDAGOGÍA VIVA

La propuesta pedagógica del Instituto fue tan innovadora como rigurosa. Además de cursos de gramática, literatura, historia del arte y sociología, cada estudiante era asignado a un tutor local con quien practicaba español en mercados, iglesias, cafés y plazas. Las excursiones incluían un viaje en el tren “El Coahuilita” hasta Concepción del Oro, Zacatecas, toda una experiencia en un convoy del siglo XIX.

Las actividades extracurriculares iban desde clases de cocina y poesía hasta tertulias, bailes regionales y conmemoraciones históricas. También se realizaban viajes a Xochimilco, Teotihuacán, Guadalajara y la Ciudad de México. No era turismo: era descubrimiento, inmersión cultural.

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$!Subirse al tren era parte del aprendizaje: historia, geografía y convivencia en movimiento.

Por el Instituto pasaron docentes de alto nivel, egresados de instituciones como la UNAM, la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Lovaina. Destacaron Jesús Guisa y Azevedo, Eva C. González Treviño, Manuel Guzmán, Amparo Fraustro y José Oliva Monclova. En el ámbito artístico, colaboraron Francisco Daniel, Carmela Harb Hamush, Lorenzo Luna y don Óscar Dávila Dávila.

El Instituto dejó huella a ambos lados de la frontera. Los estudiantes se alojaban con familias saltillenses, compartían sus costumbres y vivían un entorno familiar sencillo, pero entrañable. No faltaron los romances de verano entre locales y visitantes. Algunos se apagaron con las estaciones; otros, tal vez, terminaron en cartas... o en matrimonio.

DE EDUCADOR A CRONISTA

En 1977, con motivo del aniversario de la ciudad, el gobernador Óscar Flores Tapia designó a Sergio Recio como cronista oficial de Saltillo, en reconocimiento a su labor académica y cultural. Ese mismo año fue cofundador del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas.

Como historiador, viajó a las Islas Azores para investigar la vida de Alberto del Canto, considerado fundador de Saltillo. El resultado fue su célebre libro La novelesca historia de Alberto del Canto, hoy un clásico local. También publicó el Diccionario de Refranes y Modismos y la Historia de la Catedral de Saltillo y la Capilla del Santo Cristo, coescrita con don Óscar Dávila.

En 1978, durante un evento del Colegio Coahuilense, tuve la oportunidad de conocer a Sergio Recio. Durante el brindis, un joven estudiante de Agronomía, con botas y cinturón piteado, portaba una gran navaja. Recio lo miró con curiosidad y le preguntó para qué la usaba. El joven respondió que para injertos.

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Recio alzó una ceja y, con tono incrédulo pero sin altanería, dijo: “¿Sabes con qué hago yo los injertos? Con una cortapluma”. Así, sin imponerse, le ofreció una lección simple y sabia. En ese momento supe que estaba frente a un verdadero maestro.

UNA NOTICIA INESPERADA

Durante un desayuno reciente con don Armando Fuentes Aguirre, el nombre de Sergio Recio salió a relucir. De inmediato, el tono de la conversación cambió. Don Armando compartió conmovido el recuerdo de su muerte.

$!Sergio Recio Flores, educador y cronista de la ciudad.

Fue el 28 de diciembre de 1978, poco antes de las siete de la mañana, cuando recibió la llamada del licenciado Bibiano Berlanga: “Murió Sergio Recio”. Pensó que era una broma del Día de los Santos Inocentes. Pero no lo era. Se dirigió al Hotel Poza Rica. Al llegar, vio una camilla salir cubierta por una sábana blanca. Preguntó. La respuesta fue un mazazo: era Sergio.

Esa madrugada, una helada azotó Saltillo. En el último piso del hotel, Sergio Recio encendió un calentador de gas defectuoso. Mientras dormía, el monóxido de carbono hizo su labor mortal. Tenía apenas 45 años.

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Su muerte fue un golpe devastador. No solo se apagó una vida: se extinguió una voz que narraba nuestra historia, una pluma que dejó crónicas por escribir.

SOBRE SU LEGADO

El Instituto Internacional de Cultura cerró al verano siguiente, aunque en 1979 sus familiares dieron continuidad al programa. Fue la última edición.

Hoy, el Instituto vive en la memoria como un símbolo de apertura, de hospitalidad, de enseñanza viva. Con la muerte de Sergio Recio se fue una forma de pensar, una presencia luminosa en la vida cultural de Saltillo.

Que estas líneas sean un homenaje modesto, pero sentido, a quien sembró conocimiento con generosidad, inteligencia y amor por su ciudad.

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