Se desmorona la catedral de los Saraperos
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En 2010 el Gobierno de Coahuila autorizó la remodelación del inmueble, para que fuera digno de un bicampeón de la LMB, pero al paso de los años ha quedado en el olvido reflejando el rendimiento deportivo del equipo
Fue en 2010 cuando los Saraperos sellaron el histórico bicampeonato en Liga Mexicana de Beisbol, y en diciembre de ese mismo año se anunció la remodelación de la Catedral del Beisbol en la capital coahuilense, inmueble que hoy luce lejano a aquel proyecto.
El Parque Francisco I. Madero, se dijo en aquellas fechas, recibía una inversión de 87 millones de pesos para mejoras y remodelaciones en beneficio de peloteros y aficionados.
“Este es sólo el principio de una obra muy importante para nuestra organización, en beneficio de toda la gran afición saltillense para seguir siendo una de las mejores plazas del beisbol en México, gracias al apoyo del gobernador Moreira”, declaró Álvaro Ley López, quien fuera presidente de Saraperos en ese momento.
“Como organización estamos en el camino para seguir haciendo historia luego de este gran Bicampeonato, los jugadores, la afición y toda la gente de Saltillo merece un estadio de primera y este esfuerzo entre el Gobierno de Coahuila y la directiva de Saraperos lo demuestra”.
La inversión principal fue la implementación de un sistema de drenaje que evitaría encharcamientos y permitiría que el terreno estuviera en condiciones para realizar y reanudar encuentros en caso de lluvia. Sin embargo, años después sigue siendo un problema, para muestra la lluvia que canceló el tercero de la serie ante Tijuana, pues el terreno quedó en malas condiciones.
Durante esos trabajos, realizados por la empresa Begasa, el terreno de juego fue removido y se hicieron trabajos a una profundidad de 70 centímetros para poner una red de tuberías que ayudara a drenar las lluvias de manera rápida y eficaz, aunque no del todo, por lo visto.
La pantalla más grande de latinoaméricana fue otra de las mejoras, una que se sigue presumiendo, aunque ya hay otros parques que cuentan con una similar en tamaño y calidad como el Estadio Gasmart de los Toros y ahora el Palacio Sultán.
No podemos olvidar el techo de lona pretensada que brinda sombra a gran parte de los aficionados, aunque no estaría mal que se le diera mantenimiento especial a los soportes de esa y otras estructuras, el óxido cubre gran parte de los sectores.
El alumbrado del inmueble no está mal, pero podría ser mejor, las torres presentan algunas luminarias fundidas que no han sido reemplazadas.
También la construcción en “blichers” fue uno de los cambios importantes, pues se fincó un graderío de concreto en el jardín izquierdo, cómodo para los aficionados, pero con un par de detalles en su acomodo.
La construcción impide visibilidad de ese jardín para los ocupantes de la zona de general y numerado de ese sector, incluso desde los palcos de prensa es imposible ver una jugada en lo profundo del prado izquierdo.
En el sector del jardín derecho, la estructura metálica que existía fue desmontada con la idea de construir otro graderío similar al del jardín izquierdo, pero nunca llegó.
En su lugar hay una estructura metálica (construcción a medias) que fue improvisado como jaula de bateo para los entrenamientos del equipo.
En ese sector se encuentra el gimnasio y el cuarto de ampayers, los cuales también recibieron una “manita de gato” de la millonaria inversión. Pero hoy lucen el paso del tiempo nuevamente.
Aquel rincón del estadio, pegado a la Ciudad Deportiva se convirtió en el punto en el que se reúnen los montones de tierra y algo de material de construcción, pero están abiertos y cualquier persona puede rondarlos. Parece más bien un tiradero de escombro.
Claro, los más pequeños son los que gustan de jugar en esas tierras, lo que por descuido de los padres y de las mismas autoridades del parque podría terminar en algún accidente.
Año con año se realizan reparaciones y mejoras en butacas y palcos, pero este 2018 parece que eso se olvidó, especialmente en el sector central de numerados, donde hay asientos azules, algo que parece no importar, pero es imagen para el club. Ni siquiera hubo oportunidad de pintarlas de verde como el resto de las localidades.
Pero no todo lo malo en este lugar es culpa de la directiva. Los baños, utilizados por la afición, dejan mucho qué desear.
Claro que se les da mantenimiento y se limpian antes, durante y después de los partidos. Pero la falta de civismo de muchos de los asistentes los tienen hechos un asco, literalmente.
También hay cuadrillas de limpieza que prácticamente están detrás de los aficionados levantando lo que ellos tiran.
Da gusto ver a los trabajadores hacer su papel con escoba y recogedor en mano, aunque es una pena que la mayoría de los fanáticos no respetan y cubren el suelo con basura.
El área de comidas está limpio (gracias a las cuadrillas de trabajadores y los mismos consecionarios) pero hacen falta las bancas y pantallas que antes existían para la comodidad del aficionado. Fueron retiradas, quizá con la idea de remodelarlas, pero no se concretó el proyecto.
Hoy, a 9 años de aquella inversión de 87 millones de pesos, parece que se olvidaron de que hay que seguir cuidando la casa de los Saraperos para que no decaiga.
Quizá son malas las comparaciones y voltear a ver al vecino, pero es inevitable.
Los Sultanes, con 100 millones de pesos bien invertidos dejaron su casa hecha una maravillas, un escenario digno de Grandes Ligas. Y si ellos pudieron lograrlo, porque Saltillo no?