De la vida de estudiante, solo el entusiasmo y la energía

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/ 21 octubre 2019

    En una semana como esta que inicia, pero de hace 27 años, me estrené como estudiante universitaria en pleno. Mi escuela (hoy Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila) organizó un viaje a Acapulco, para participar en un congreso del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación (Coneicc). Juro por mis hijos que fui con el propósito de asistir a cada evento; pero el sol, el mar, la edad y los nuevos amigos cambiaron por completo mi destino.

    La semana transcurrió entre olas, antros, pocos alimentos y unas cuantas horas de sueño al día; adquirí importantes conocimientos para la vida, pero ninguno sentada frente a un panel de expertos en ciencias humanas y sociales. Y cómo no; era estudiante, joven, fuerte, cuasi invulnerable. Creí haber dejado atrás los días de preparatoriana regular, quería reivindicarme y demostrarme de qué estaba hecha; pero el ambiente playero esfumó mis metas.

    Regresé feliz, bronceada, flaca, ojerosa y súper cansada. Con la emoción todavía a flor de piel, di a mis papás santo y seña de playas, bares, espectáculos nocturnos y cuanta odisea vivimos; pero nada del congreso. Ellos callaron sin contento. No necesité una fuerte llamada de atención, la vida se encargó de colocarme en la realidad semanas después. Sin orgullo comparto que me llevé a exámenes extraordinarios todas las materias que cursaba en ese entonces.

    Ayer quería comerme el mundo a puños y pensaba que resolvería cualquier situación por arte de magia; por eso viajé, pese a tener muchos pendientes escolares. Hoy sé que padecía síndrome del estudiante: una forma de procrastinación y fenómeno en el que las personas –cualquiera, no solo estudiantes– inician formalmente una tarea o estudio que les fue asignado, solamente cuando la fecha de entrega o examen se acerca; de ahí el nombre. 

    ¿Cómo surge este síndrome o la procrastinación? Vimos en el artículo pasado: https://vanguardia.com.mx/articulo/los-hombres-del-manana, las razones por las que evitamos o postergamos actividades que percibimos incómodas o difíciles. Como toda situación relacionada con inteligencia emocional, el auto sabotaje tiene su raíz en el auto concepto. Mientras más positiva es nuestra autoimagen, mejor autorregulación e incluso administración del tiempo tendremos.

    Por ello, el fortalecer como a un músculo la inteligencia emocional y autoestima nos mantiene estables cuando se asoma cualquier tipo de auto obstrucción, ya sea por falta de confianza en nuestros conocimientos, capacidades, energía o gestión del tiempo. Conocer nuestro FODA (Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas), aceptarlo y/o trabajar en él; así como en nuestra energía y en lo que nos mantiene en bienestar, es ejercitarnos emocionalmente.

    Además de lo anterior, combate así el síndrome del estudiante y la procrastinación:

    Inicia labores descansado y alimentado, es importante para reconocer y confiar en tus capacidades. Haz tareas prioritarias cuando tengas más energía; analiza y descubre cuándo eres más productivo. Trabaja en un ambiente positivo para ti: con una decoración motivadora, música agradable, un rico café y cero distracciones. Descubre qué te retrasa y piensa en las consecuencias; reconocer por qué te demoras y a dónde te llevará eso, puede ayudarte a modificar el hábito. Actúa, finalmente terminarás haciéndolo, mejor sin prisas. Cada vez que te sea posible, trabaja en equipo; equipos de alto desempeño resuelven tareas en tiempo y forma.

    Dominio Comunicación: Comunicación efectiva para tu vida personal y profesional. (55) 2212 7220.

     

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