‘El mejor amigo de Don’: cómo Epstein y Trump compartieron su afición por las mujeres

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/ 20 diciembre 2025

El presidente ha intentado minimizar su amistad, pero documentos y entrevistas revelan una relación intensa y complicada. Perseguir mujeres era un juego de ego y dominio

Jeffrey Epstein era un “tipo estupendo” y “muy divertido”. Pero Donald Trump y él tampoco tenían “una relación formal”. Asistían a muchas de las mismas fiestas. Pero “no socializaban juntos”. Nunca fueron realmente amigos, solo conocidos de negocios. O “no había ninguna relación”. “Yo no era un admirador suyo, eso te lo puedo decir”.

Durante casi un cuarto de siglo, Trump y sus representantes han ofrecido versiones cambiantes y a menudo contradictorias de la relación de este con Epstein, una relación captada esporádicamente por fotógrafos de sociedad y en noticias antes de que se distanciaran en algún momento a mediados de la década de 2000. Escudriñada de cerca desde que Epstein murió en una celda de Manhattan durante el primer mandato de Trump, su amistad y las preguntas sobre lo que el presidente sabía de los abusos de Epstein, amenaza ahora con consumir su segundo mandato.

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La polémica ha sacudido como ninguna otra el férreo control de Trump sobre su base. Sus fieles seguidores han exigido saber por qué el gobierno no se ha movido más rápidamente para desenterrar los secretos que quedan sin descubrir del delincuente sexual convicto. En noviembre, después de resistirse durante meses a las presiones para que divulgara más documentos relacionados con Epstein en poder del gobierno federal, y enfrentándose a una revuelta casi inaudita entre los legisladores republicanos, Trump dio marcha atrás y firmó una ley que obliga a divulgarlos a partir de esta semana.

Epstein tenía talento para conseguir amigos poderosos, algunos de los cuales se han visto atrapados en el continuo escrutinio de sus delitos. Durante meses, Trump se ha esforzado furiosamente por desmarcarse del asunto y ha rechazado las preguntas sobre su relación con Epstein como un “engaño demócrata” e implorado a sus seguidores que ignoraran por completo el asunto. Un examen de la historia entre ambos realizado por The New York Times no ha encontrado evidencias que impliquen a Trump en el abuso y tráfico de menores por parte de Epstein.

Pero la relación entre ambos hombres fue mucho más estrecha y compleja de lo que el presidente admite ahora.

A partir de finales de la década de 1980, los dos hombres forjaron un vínculo lo suficientemente intenso como para dejar a quienes los conocían con la impresión de que eran los mejores amigos el uno del otro, descubrió el Times. Epstein era entonces un financiero poco conocido que cultivaba el misterio en torno al alcance y el origen de su fortuna creada por él mismo. Trump, seis años mayor que él, era un magnate inmobiliario que disfrutaba con la publicidad y exageraba sus éxitos. Ninguno de los dos bebía ni se drogaba. Perseguían a las mujeres en un juego de ego y dominio. Los cuerpos femeninos eran moneda de cambio.

$!Fotografía publicada por los demócratas del Comité de Supervisión de la Cámara Baja, de muestra a Jeffrey Epstein (i) con una mujer no identificada en un avión.

Durante casi dos décadas, mientras Trump se abría paso en los circuitos de las fiestas de Nueva York y Florida, Epstein fue quizá su compinche más fiable. Durante la década de 1990 y principios de la de 2000, se paseaban por la mansión de Epstein en Manhattan y por el Hotel Plaza de Trump, por al menos uno de los casinos de Trump en Atlantic City y por las casas de ambos en Palm Beach. Se visitaban en sus oficinas y hablaban a menudo por teléfono, según otros exempleados de Epstein y mujeres que pasaron tiempo en sus casas.

Con otros hombres, Epstein podía hablar de paraísos fiscales, asuntos internacionales o neurociencia. Con Trump, hablaba de sexo.

“Creo que solo era una caza de trofeos”, dijo Stacey Williams, quien saltó a la fama como estrella de las ediciones de trajes de baño de Sports Illustrated durante la década de 1990, en una entrevista con The Times. En publicaciones en las redes sociales y entrevistas con medios de comunicación en los últimos años, Williams ha descrito cómo Trump la manoseó en 1993 en la Torre Trump mientras Epstein —con quien entonces ella salía— observaba. “Creo que a Jeffrey le gustaba tener a esa modelo de Sports Illustrated que tenía ese nombre y que Trump me persiguiera”, dijo. Trump ha negado su versión.

Para arrojar luz sobre su amistad, el Times entrevistó a más de 30 exempleados de Epstein, víctimas de sus abusos y otras personas que se cruzaron con los dos hombres a lo largo de los años. El Times también obtuvo nuevos documentos que arrojan luz sobre su relación y examinó documentos judiciales y otros registros públicos.

Muchas de las personas entrevistadas por The Times pidieron compartir sus historias de forma anónima, diciendo que temían por su seguridad a manos de los partidarios de Trump, un presidenteque ha desplegado el poder del gobierno federal para atacar y castigar a sus oponentes políticos. Algunas víctimas de Epstein ya han recibido amenazas de muerte por exigir una rendición de cuentas completa de las investigaciones del gobierno, según una declaración publicada por más de dos decenas de ellas el mes pasado.

A lo largo de los años, Epstein o su socia, Ghislaine Maxwell, le presentaron a Trump al menos a seis mujeres que les han acusado de grooming o de abusos, según entrevistas, testimonios judiciales y otros registros. Una de ellas era menor de edad. Ninguna ha acusado al propio Trump de conducta inapropiada.

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Una de las mujeres, que nunca antes había hablado públicamente de su experiencia, le dijo al Times que Epstein la había forzado a asistir a cuatro fiestas en su casa. Trump asistió a las cuatro, dijo la mujer. En dos de ellas, dijo, Epstein le ordenó que mantuviera relaciones sexuales con otros invitados.

En uno de los correos electrónicos publicados por el Congreso en noviembre, Epstein se jactaba de haberle “regalado” a Trump una mujer de 20 años con la que Epstein había salido en los años noventa. Durante un vuelo juntos a principios de la década de 1990, Trump se le insinuó a otra empleada de Epstein que viajaba con ellos, diciéndole que él podía tener a quien quisiera, según otro trabajador de Epstein que tuvo conocimiento del incidente. Otro empleado de Epstein de aquella época recordó que Trump enviaba de vez en cuando tarjetas de modelos para que Epstein las examinara, como si fuera un menú.

Epstein, quien afirmaba que necesitaba tres orgasmos al día, explotó o abusó de cientos de mujeres y niñas antes de morir en lo que se consideró un suicidio. Trump no está acusado de abusar sexualmente de ningún menor. Pero a lo largo de su amistad con Epstein y más allá, dejó un rastro de presuntos abusos y agresiones, muchos de cuyos detalles empezaron a salir a la luz pública durante su exitosa campaña presidencial de 2016.

Cerca de 20 mujeres han acusado públicamente a Trump de manosearlas, besarlas a la fuerza o agredirlas sexualmente, un comportamiento del que en su día se jactó de poder salirse con la suya gracias a su celebridad, pero que más tarde negó haber llevado a cabo. En 2023, la escritora E. Jean Carroll ganó una sentencia civil de 5 millones de dólares contra Trump por abuso sexual y difamación.

En respuesta a una detallada lista de preguntas de The Times, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, emitió un comunicado: “Esta historia de noticias falsas, que no vale ni el papel en el que está impresa, es solo otra regurgitación rancia de acusaciones falsas de hace décadas contra el presidente Trump. La verdad seguirá siendo la misma, no importa cuántas veces The New York Times intente cambiarla. El presidente Trump no hizo nada malo, y echó a Jeffrey Epstein de Mar-a-Lago por ser un pervertido”.

No está claro qué nueva información pueda surgir en virtud de la nueva ley aprobada por el Congreso. El estatuto le permite al gobierno de Trump retener registros que identifiquen a las víctimas, incluidas imágenes de abuso sexual infantil, o documentos que estén clasificados de otra manera. Los designados por el presidente también pueden retener registros que podrían poner en peligro una investigación federal activa, como una nueva investigación ordenada por Trump sobre los demócratas asociados con Epstein. En una declaración a finales de noviembre, un grupo de acusadores de Epstein escribió: “Aparte de ocultar los nombres de las víctimas, queremos que se revelen todos los archivos.“

Trump ha negado conocer los abusos de Epstein a niñas menores de edad. Pero en un tramo de correos electrónicos publicados en noviembre, Epstein sugirió lo contrario. En un mensaje de 2019 al periodista Michael Wolff, escribió sobre Trump: “por supuesto que sabía lo de las chicas, ya que pidió a ghislaine que parara”. El contexto completo del comentario de Epstein no está claro.

En una declaración de 2010, se le preguntó a Epstein si alguna vez había socializado con Trump con chicas menores de 18 años. Como hizo más de tres decenas de veces durante la declaración, Epstein se acogió a su derecho constitucional a no responder.

“Aunque me gustaría responder a esa pregunta, al menos hoy, voy a tener que hacer valer mis derechos de la Quinta, Sexta y Decimocuarta Enmienda, señor”, respondió.

Charlas sobre sexo y horas de oficina

A veces sonaba el teléfono en el despacho de Trump en la Torre Trump. La persona que llamaba —“el misterioso Jeffrey”, como lo describió Trump en un libro de consejos empresariales de 2004— nunca daba un apellido, ni falta que le hacía, escribió Trump. Unas cuantas veces por semana, el teléfono sonaba en el despacho de Epstein en las Villard Houses de Madison Avenue. Trump estaba al teléfono. En una ocasión, recordó una asistente de Epstein de mediados de la década de 1990, Trump se negó a dar ningún nombre.

La portavoz de la Casa Blanca declinó decir si el libro de Trump se refería a otro Jeffrey. Pero ambos hablaban al menos tres veces por semana entre mediados y finales de la década de 1990, según una segunda persona que fue asistente de Epstein en ese periodo.

$!Fotografía publicada por los demócratas del Comité de Supervisión de la Cámara Baja de Donald Trump (i), hablando con una mujer junto a Jeffrey Epstein.

La primera asistente, que a menudo trabajaba hasta tarde, recordaba que a veces, cuando la oficina se vaciaba, Epstein comprobaba que ella estaba en su escritorio y ponía a Trump en el altavoz. Trump, dijo, parecía disfrutar obsequiando a Epstein con historias de sus hazañas sexuales. Y a Epstein parecía encantarle lo incómoda que se sentía su asistente al oírlas.

Ella recordó una llamada a mediados de la década de 1990 en la que los dos hombres discutían sobre la cantidad de vello púbico que tenía una mujer en particular, y si tenía suficiente como para que Epstein se lo pasara como hilo dental. En otra, Trump le contó a Epstein que había tenido relaciones sexuales con otra mujer en una mesa de billar, dijo la exasistente.

Una mujer conocida en los registros judiciales como Jane Doe, con la que Epstein traficó a mediados de la década de 1990, comenzando en su adolescencia temprana, testificó en el juicio penal de Maxwell en 2021 que Epstein a menudo ponía a amigos famosos en el altavoz delante de otras personas.

Las llamadas con Trump continuaron durante los últimos años de amistad entre los hombres, según una tercera persona exempleada, quien trabajó para Epstein de forma intermitente durante la mayor parte de la década de 2000 y también recordó que ponía a Trump en el altavoz. Hablaban de desfiles de modelos o de las mujeres de qué países estaban en boga en el mundo de la moda. A veces, dijo esa persona, Trump se extendía tanto que Epstein —cuya capacidad de atención era famosamente corta— abandonaba el cuarto mientras su amigo seguía hablando.

Maria Farmer, una artista que ha dicho que fue agredida sexualmente por Maxwell y Epstein a mediados de la década de 1990,dijo a The Times en 2019 que Epstein la había citado una vez para reunirse con Trump en la oficina de Villard Houses. Trump la miró lascivamente, dijo, antes de que Epstein le informara que “ella no es para ti”.

Este verano, un vocero de Trump negó que el presidente hubiera pisado alguna vez la oficina de Epstein. Sin embargo, la primera exasistente recordó que Trump se reunió allí brevemente con Epstein al menos varias veces a mediados de la década de 1990. Su relato fue respaldado por Mark Epstein, hermano de Jeffrey, quien dijo que él le había contado que Trump lo visitaba con frecuencia.

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“Estaba en la oficina todo el tiempo por aquel entonces”, dijo Epstein en una entrevista con The Times.

$!Eta foto publicada por los demócratas del Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes, muestra un recipiente con condones con la temática de Trump

Las notas manuscritas diarias guardadas por la primera exasistente y revisadas por The Times sugieren que Trump era una presencia habitual en la vida de Epstein. Las notas, que abarcan varios meses a finales de 1994, no habían sido publicadas anteriormente.

Algunas páginas contienen instrucciones para llamar a Trump o devolverle la llamada. Una nota recordaba a la asistente que llamara a la oficina de Trump para ver si “volaba a Fla mañana”, usando la abreviación para el estado de Florida. Otra dejaba constancia de que llegaría un paquete con una invitación a un acto en Mar-a-Lago.

En una página hay instrucciones sobre invitaciones para una próxima fiesta. Trump debía ser invitado, pero solo si su exesposa Ivana, con la que Maxwell mantenía una relación de amistad, declinaba asistir.

$!Esta foto censurada muestra un álbum de recortes, documentado el 12 de agosto de 2019, durante un registro en la casa de Jeffrey Epstein en la isla Little St. James.

Su relación estaba plagada de matices de envidia y desdén. Epstein parecía tener una mala opinión de la perspicacia empresarial de su amigo, según los exempleados y otras personas que lo conocían. En una ocasión, hacia 2001, dijo la tercera persona exempleada, Epstein se enfadó después de que Trump lo llamara. Más tarde le dijo a esa persona que Trump estaba corto de efectivo y quería un viaje en el avión de Epstein.

Durante los primeros años de su amistad, Trump se enfrentaba a un ajuste de cuentas por los miles de millones de dólares que había pedido prestados para construir su imperio en apuros, que incluía casinos, hoteles, una aerolínea y un yate. Según antiguos empleados de Epstein, Trump parecía atraído por la riqueza y la red de negocios del financiero.

No está claro si Epstein —quien ostensiblemente se especializó en ofrecer planeación fiscal y patrimonial para clientes ricos— ayudó a Trump a navegar por sus problemas financieros. Pero en sus memorias de 2020 sobre la representación de las víctimas de Epstein, Relentless Pursuit, el abogado de Florida Bradley Edwards escribió que Epstein le había dicho a algunas mujeres jóvenes que había sacado a su amigo de la bancarrota.

Aún cuando desestimaba la forma de hacer negocios de Trump, Epstein —quien podía ser socialmente incómodo en las fiestas de otras personas— parecía admirar la descarada confianza de su amigo y su acceso a las altas esferas de la vida nocturna y los famosos. A menudo mencionaba su amistad con Trump, según varias de sus acusadoras, y a uno le dijo que tenía una habitación reservada en Mar-a-Lago. Incluso después de su ruptura, Epstein conservó una foto enmarcada de sí mismo con Trump y su futura tercera esposa, Melania, en un aparador de su comedor del Upper East Side.

El circuito de las fiestas

A los pocos años de la amistad de Trump con Epstein, Ivana Trump solicitó el divorcio. El romance de Trump con Marla Maples, una ex concursante de belleza, iba viento en popa. En 1992, invitó a la NBC a Mar-a-Lago para grabar un video para un reportaje sobre su vida después del divorcio en el programa de entrevistas A Closer Look.

“Me encantan las mujeres guapas, me encanta salir con mujeres guapas y me encantan las mujeres en general”, dijo en la grabación.

Las cámaras lo captaron junto a Epstein en la finca de Palm Beach, rodeado de animadoras de los Miami Dolphins y los Buffalo Bills. En el video, Trump agarra a una mujer sonriente por detrás y le da unas palmaditas en el trasero; en otro segmento, parece señalar a las mujeres en la pista de baile, y Epstein se dobla de risa por algo que su amigo ha susurrado.

En enero de 1993, Trump celebró otra fiesta en Mar-a-Lago, esta vez para dar el banderazo de salida a un concurso de belleza que iba a llevar a Atlantic City con dos socios comerciales, George Houraney y Jill Harth. Unas dos decenas de concursantes potenciales volaron para conocer a Trump. El único otro invitado a la fiesta, dijo Houraney a The Times en 2019, era Epstein.

Durante la cena de esa noche, alegó Harth en una demanda de 1997, Trump la manoseó por debajo de la mesa, luego la acorraló en un dormitorio que normalmente usaba su hija Ivanka y “la besó a la fuerza, la acarició y le impidió” salir.

Más tarde, antes del amanecer, Trump también se coló en un dormitorio utilizado por una concursante de 22 años. Se metió en su cama sin invitación y también la manoseó, según la demanda.

Trump ha negado las acusaciones de Harth, quien declinó hacer comentarios. La colaboración en el concurso fracasó más tarde, lo que llevó a Houraney a demandar por separado a Trump en 1995 por incumplimiento de contrato. Harth dijo que retiró la demanda por acoso como condición para resolver la disputa contractual. Posteriormente salió brevemente con Trump.

Según Epstein, él y Trump también estuvieron de fiesta en su casa. En un intercambio de correos electrónicos de 2015 con Landon Thomas Jr, entonces reportero del Times, relató un momento en el que Trump estaba tan concentrado en las jóvenes que nadaban en su piscina que chocó contra una puerta de cristal. Epstein también se refirió a la concursante de 22 años de aquella noche de 1993, indicando que ella tenía fotos de “donald y chicas en bikini en mi cocina” y facilitando la dirección de correo electrónico de ella.

Los correos electrónicos, incluidos en los que hizo públicos el Congreso el mes pasado, salieron a la luz cuando Trump lideraba las encuestas para la nominación presidencial republicana. Thomas, que en su día había presentado a Epstein en un perfil favorable, dijo que se le habían acercado personas que pensaban que tenía “información jugosa sobre usted y Trump”.

No está claro si las fotos a las que se refería Epstein existen. La exconcursante no pudo ser localizada para hacer comentarios. El Times omite su nombre porque no ha hecho público su relato de los hechos. (Thomas ha dicho que nunca recibió ninguna fotografía; dejó el Times en 2019 tras revelar que había solicitado una contribución benéfica a Epstein).

En noviembre de 1993, las concursantes elegidas por Trump volaron desde todo el mundo para una semana de eventos en sus propiedades de Nueva York y Atlantic City. En un momento dado, dijo Harth en su demanda, Trump le exigió que le diera “acceso” a una concursante checa de 17 años. La demanda no dice si ella accedió o si Trump conoció a la concursante.

Hacia el final de la semana, las concursantes se reunieron con Trump para un almuerzo de prensa en el Plaza. Una de las concursantes, Béatrice Keul, entonces empleada de banca y modelo suiza a tiempo parcial, le dijo en una entrevista a The Times que, durante el evento, uno de los empleados de Trump le pidió que se reuniera en privado con él en una suite del piso superior. Casi nada más llegar, dijo Keul, Trump empezó a manosearla, besarla e intentar levantarle el vestido. “Grité, chillé y lo empujé”, dijo. “No quería rendirse”.

Dijo que ocultaba algunos detalles de lo sucedido porque había sido objeto de amenazas anónimas. Keul describió por primera vez aspectos del episodio a The Daily Mail el año pasado. Un amigo, Pascal Claivaz, le dijo a The Times que Keul le contó el episodio del Plaza hacia 2004. Keul también le proporcionó a The Times fotos de documentos que corroboraban su participación en el concurso y de ella misma con Trump.

Antes de la reunión privada, también se le acercó Epstein.

“Soy Jeffrey. Soy el mejor amigo de Don”, recordó que le dijo. Keul dijo que al principio se sintió confundida, porque no parecía estar relacionado con el concurso. No entendía por qué le habían dejado entrar al almuerzo con la prensa. “Me dijo ‘Le caes muy bien a Don’ y que estaban organizando fiestas en Mar-a-Lago y que le encantaría que me uniera a ellas”, relató Keul. Él se ocuparía de ella, de sus vuelos, de su hotel. “Solo tienes que hacer la maleta y venir a la fiesta en Mar-a-Lago”, recordó que le dijo.

Cuando Keul se mostró reticente, Epstein probó otras tácticas: habló de la riqueza que guardaba en bancos suizos y de amigos famosos con los que podía concertar reuniones.

“Epstein sabía exactamente lo que hacía”, dijo. “Tenía un método de caza. Era una rutina”.

La primera de las exasistentes de Epstein entrevistadas por The Times dijo que en decenas de ocasiones a mediados de los noventa, el financiero le dio instrucciones para que llamara a una ganadora de un concurso en alguna parte del mundo y la invitara a visitarlo en Florida. Su oferta permanente, dijo la asistente, era un viaje con todos los gastos pagados y 5000 dólares en efectivo para ir de compras a Worth Avenue, el famoso centro comercial de Palm Beach.

En diciembre de 1993, poco después del concurso, Trump se casó con Maples en el Plaza. Las fotos muestran la presencia de Epstein. Pero las fiestas continuaron.

‘Vístete sexy’

A principios de la década de 2000, los invitados se mezclaban en la biblioteca o el comedor de la mansión de Epstein en el Upper East Side mientras su anfitrión celebraba. Las mujeres eran hermosas y numerosas. Los hombres eran mayores y escasos. De vez en cuando, una de las mujeres se dirigía a los dormitorios. Uno de los hombres la seguía.

Una mujer, entonces modelo y estudiante universitaria de veintitantos años que vivía en Manhattan, dijo que había asistido a cuatro fiestas en la mansión. No puede recordar los nombres de la mayoría de los hombres que conoció en las reuniones, ni siquiera los que Epstein le indicó que “cuidara” en dos de ellas. Reclutada por Maxwell y luego abusada por Epstein, enterró su vergüenza y guardó sus secretos durante años. Pero la presencia de Trump destacaba, le dijo al Times. Era un nombre conocido, alguien de quien Epstein presumía a menudo ante las mujeres de su entorno, pero con quien también parecía competir.

“Era como un concurso de meadas: quién tenía más mujeres”, recordó. Pidió el anonimato para describir sus experiencias en detalle, diciendo que temía por la seguridad de su familia luego de que Trump dijera que algunos de sus críticos podrían ser ejecutados por sedición.

Para la gente en el mundo del modelaje, hombres como Trump y Epstein eran una parte familiar de la escena: hombres ricos que utilizaban su dinero, influencia y conexiones personales en la moda para conocer a las jóvenes que trabajaban en la industria. “Dos días a la semana, asistías a una cena de modelos en un restaurante”, dijo Heather Braden, modelo y cineasta. “Y allí estaban esos hombres que no conocíamos”. Braden, quien ahora vive en Utah, dijo que a menudo vio a Trump y Epstein en las mismas fiestas o cenas durante la década de 1990 en Nueva York y el sur de Florida, incluso en Mar-a-Lago, que Trump convirtió en un club privado en 1995.

Ambos cultivaron relaciones que, a su vez, los pusieron en contacto con mujeres jóvenes de la industria. Epstein se aprovechó de su estrecha relación con Les Wexner, propietario de Victoria’s Secret, y a veces les decía a las mujeres que podía conseguirles reuniones o contratos. Fotógrafos o cámaras captaron a Epstein y Trump juntos en eventos de Victoria’s Secret en 1997 y 1999.

Trump entabló amistad con Ron Rice, fundador de Hawaiian Tropic, quien declaró a The Boston Globe que enviaba modelos y concursantes a Mar-a-Lago para asistir a fiestas a petición de Trump, y con John Casablancas, fundador de Elite Model Management, cuyo concurso Look of the Year Trump patrocinó y ayudó a juzgar a principios de la década de 1990.

Para las reuniones de Mar-a-Lago, a veces se traía en autobús a grupos de modelos desde Miami, a menudo con la ayuda de Jason Binn, amigo de Trump y cofundador de la revista de sociedad Ocean Drive. Binn no devolvió las llamadas ni los correos electrónicos en busca de comentarios.

Tina Davis, quien trabajó con Ford Models a mediados de la década de 1990, dijo en una entrevista que su agente de Ford le dio instrucciones para vestirse bien y asistir a una fiesta de Mar-a-Lago a finales de 1994. Con solo 14 años y recién llegada a Miami, le dijeron que “se vistiera sexy”, según su madre, Sandra Coleman, quien la había acompañado a Florida. En el autobús viajaban otras ocho o nueve modelos. “Todas las chicas eran muy jóvenes”, recuerda Coleman en una entrevista. “Algunas podrían haber llevado sujetadores de entrenamiento”.

Cuando llegaron a Mar-a-Lago, dijo Coleman, a su hija le entregaron enseguida una copa de champán. Ella la retiró, pero los camareros siguieron ofreciéndole más. Cada vez que uno de los hombres de mediana edad de la fiesta se acercaba a su hija, Coleman se acercaba y se presentaba como la madre de Davis.

Durante un viaje al baño, se toparon con la nueva esposa de Trump, a la que habían conocido antes. Maples le estrechó las manos, recordó Coleman, y la miró a los ojos. “Hagas lo que hagas, no dejes que se acerque a ninguno de estos hombres, y especialmente a mi marido”, le dijo a Coleman. “Protégela”.

Maples negó haber hecho ese comentario.Siempre protegería a las mujeres jóvenes de cualquier manera que pudiera”, dijo, “pero estoy segura de que no dije eso específicamente sobre el padre de mi hija”.

Epstein era un invitado frecuente a las fiestas de Mar-a-Lago. Una mujer que dijo que Epstein traficó con ella a finales de la década de 1990 y principios de la de 2000 recordó haber asistido al menos a media decena de las fiestas, comenzando cuando tenía 17 años y modelaba durante la temporada de moda de invierno en Florida. Epstein también asistió a varias de ellas. Siempre parecía estar al tanto de los eventos que se celebraban en Mar-a-Lago, dijo, incluso cuando no asistía, y siempre sentía curiosidad por sus experiencias.

Las invitaciones solían proceder de Binn y Ocean Drive, que ofrecían a las modelos “ser invitadas de Donald Trump en Mar-a-Lago”, según una invitación que compartió con The Times. Según dijo, las fiestas eran con barra libre y nadie comprobaba las identificaciones. Trump “siempre estaba encima” de ellas, recordó.

La mujer proporcionó una foto suya y de una amiga con Trump en Mar-a-Lago. Dijo que no recordaba si todavía tenía 17 años en el momento de la foto. Hasta ahora no había hablado públicamente sobre su encuentro con el futuro presidente, y pidió el anonimato por temor a represalias por parte de él o de sus partidarios.

Durante la década de 1990, tanto Epstein como Trump también estrecharon lazos con una prometedora agencia de modelos conocida como Next y su cofundadora Faith Kates, quien se convertiría en una de las principales figuras de la industria.

A veces se veía a Epstein en las reuniones de la oficina de Next, según Braden, quien estuvo representada por una agencia que se fusionó con Next a principios de los noventa. (Tras la muerte de Epstein, varios exempleados le dijeron a The Daily Beast que habían visto a Epstein por las oficinas de Next o habían recibido llamadas suyas; después de que fuera detenido en Florida por solicitar chicas menores de edad, también donó dinero a una organización benéfica fundada por Kates). Trump asistía a las fiestas de Next en Nueva York, según una exmodelo que estuvo representada por la agencia a finales de la década de 1990 y que dijo que una vez se encontró sentada cerca de Trump en la cena de Navidad de la agencia.

La agencia también enviaba a veces a modelos a fiestas en Mar-a-Lago. Zoë Brock, una modelo neozelandesa que trabajó para Next en Miami, dijo que la agencia la presionó para que asistiera a una de las fiestas de Trump en 1998, cuando tenía 24 años. Cuando se negó, un representante de la agencia le ofreció pagarle unos cientos de dólares por asistir.

Poco después, dijo, subió a un autobús con otras 20 modelos. En Mar-a-Lago, cada mujer recibió una pulsera a rayas rojas y blancas, anunciándolas, según Brock, como “carne”. Ninguno de los demás invitados —principalmente hombres con esmoquin— llevaba las pulseras. Las mujeres tuvieron que ponerse en fila para conocer a Trump.

Tomé una copa de champán e inmediatamente me sentí mal”, recuerda Brock, y añadió: “Pensé que me habían puesto algo en la bebida”.

Fue Kates quien había llevado a su clienta Williams a la cena de 1992 en la que conoció a Epstein, unos meses después de que debutara en Sports Illustrated. Y fue quien la llevó a la fiesta anual de Trump en el Plaza ese otoño, donde se encontró de nuevo con Epstein y donde Trump también compitió por su atención elogiando su reciente publicación en el número de trajes de baño, dijo Williams.

“Creo que intentaban llegar lo más alto posible en la cadena de modelos”, dijo Williams. “Querían el premio mayor, la modelo más famosa”.

Pero fue a Epstein —no a Trump— a quien ella le dio su número. Un día del año siguiente, mientras paseaban por la Quinta Avenida, Epstein le propuso visitar a su amigo en la Torre Trump.

Williams llegó a creer más tarde que el verdadero propósito de la visita era jugar a un juego. Cuando los dos amigos estaban hablando en la sala de espera de Trump, dijo, el promotor inmobiliario tiró de ella hacia sí y le manoseó los pechos, la cintura y las nalgas.

Epstein actuó como si no hubiera pasado nada. Sin embargo, cuando se marcharon, montó en cólera y le reprochó a Williams que se dejara tocar por Trump.

“Estoy convencida de que por eso me acompañó hasta allí”, dijo en una entrevista reciente. “Pensó que le daría un puñetazo en la cara o algo así. Pero me quedé paralizada”. (Un representante de Trump calificó anteriormente sus acusaciones de “inequívocamente falsas”).

Kates abandonó Next en noviembre, después de que correos electrónicos publicados por el Congreso indicaran que ella y Epstein habían mantenido una estrecha relación durante años después de que él se declarara culpable en 2008 de solicitar a una menor.

Una portavoz de Next declinó responder a las preguntas enviadas por correo electrónico, y en su lugar envió un comunicado en el que afirmaba que la agencia “nunca ha tenido una relación comercial con Jeffrey Epstein o Donald Trump”.

Kates también declinó responder a preguntas específicas. “Ni Faith ni nadie asociado con Next ha llevado nunca a clientes a fiestas o cenas con fines inapropiados”, dijo un portavoz de Kates.

La mujer que asistió a cuatro fiestas en la mansión de Epstein a principios de la década de 2000 dijo que había conocido a Maxwell en un desfile durante la Semana de la Moda de Nueva York en 2000. Maxwell se presentó como una mentora adinerada y bien educada, invitándola a almorzar y a eventos benéficos. Finalmente, se ofreció a presentarle a un amigo, Epstein. Dijo que Maxwell le había dicho que podía ayudarla a cumplir su sueño de desfilar para Victoria’s Secret. Los tres se reunieron en la mansión de Epstein ese otoño y hablaron de su carrera.

En una segunda visita, recuerda, Epstein y Maxwell empezaron a tocarse, y luego a ella. Ella se quedó paralizada. “No sé si hubiera podido moverme aunque hubiera querido”, dijo. Esperando una disculpa, volvió para una tercera visita. En lugar de eso, dijo, Epstein le advirtió de que las cámaras de la mansión habían grabado su encuentro. Insistió en que fuera a las fiestas. Aterrorizada ante la posibilidad de que sus padres y su pastor descubrieran lo ocurrido, accedió.

Las mujeres de las cuatro fiestas a las que asistió parecían no conocerse. Los demás hombres llegaban individualmente. Recuerda que conoció a Trump en una de las fiestas. Mostró al Times una libreta de direcciones manuscrita que llevaba en aquellos años, con el nombre de Trump y dos de sus números de teléfono. Trump no actuó de forma inapropiada con ella, dijo la mujer.

La mujer dijo que esperaba que el Departamento de Justicia publicara los documentos ocultos relativos a su entrevista con el FBI, que tuvo lugar en Nueva York en el verano de 2020, según ella, y en la que mencionó la presencia de Trump en las fiestas. Ese mismo año, según los documentos que aportó la mujer, fue entrevistada sobre Epstein por representantes del Programa de Compensación a las Víctimas de Epstein, y más tarde recibió un acuerdo. Otro fondo de víctimas, que gestiona las demandas contra JPMorgan Chase para resolver las acusaciones de que el banco ignoró las advertencias sobre los abusos de Epstein, también aprobó que la mujer recibiera un acuerdo.

Desde entonces ha presentado documentos para unirse a una demanda en Florida de más de 30 mujeres —la mayoría bajo seudónimos— que alegan que el FBI no investigó adecuadamente las denuncias de delitos sexuales y tráfico sexual de menores por parte de Epstein que datan de 1996. Los abogados del gobierno han pedido a un juez que desestime el caso.

“El gobierno conocía a Epstein. Eran conscientes de sus abusos sexuales a menores y mujeres jóvenes”, dijo Jennifer Plotkin, abogada de las mujeres. “Y como no hicieron nada, cientos y cientos de mujeres sufrieron abusos durante 20 años”.

Maxwell cumple una condena de 20 años de prisión federal por conspirar con Epstein para traficar con chicas menores de edad. El pasado julio, el fiscal general adjunto, Todd Blanche, viajó a Florida para entrevistarla. Ella reconoció la relación social de Trump con Epstein, pero dijo que nunca había visto al presidente comportarse de forma inapropiada. Una semana después, fue trasladada a una prisión de mínima seguridad. Sus abogados intentan ahora anular su condena.

Reescribir la historia

A principios de la década de 2000, Epstein, ya extraordinariamente rico y bien relacionado, parecía cada vez menos satisfecho con el anonimato que había creado cuidadosamente en torno a su vida y sus negocios. En 2002, prácticamente invitando el escrutinio público, organizó un viaje humanitario a África con el expresidente Bill Clinton y un séquito de famosos. Los detalles del viaje no tardaron en compartirse con Page Six, del New York Post. Poco después, la revista New Yorkpublicó el primer gran perfil de Epstein. Trump proporcionó la cita del titular: “Es muy divertido estar con él. Incluso se dice que le gustan las mujeres hermosas tanto como a mí, y muchas de ellas son más jóvenes”.

Pero en algún momento de los años siguientes, su amistad se agrió. No está claro cuándo ni por qué. Después de que las acusaciones contra Epstein empezaran a salir a la luz a mediados de la década de 2000, las versiones que Trump y sus representantes dieron de su relación —y de su final— empezaron a cambiar. Epstein fue expulsado de Mar-a-Lago por un comportamiento inapropiado con una masajista o con la hija de un miembro. Trump lo había expulsado por robar empleados, o por ser un pervertido.

Los primeros indicios públicos de la fractura llegaron en 2007, con un artículo anónimo en Page Six, justo cuando Epstein negociaba un acuerdo para resolver los primeros cargos federales y estatales contra él. Según el Post, a Epstein se le había prohibido la entrada a Mar-a-Lago por solicitar los servicios de “una masajista de unos 18 años”. El artículo parecía referirse a Virginia Giuffre, quien dijo que fue reclutada por Maxwell en el spa de Mar-a-Lago justo antes de cumplir 17 años, en el año 2000, cuando Epstein y Trump aún eran íntimos.

Varios años después del artículo de Page Six, cuando Giuffre había hecho públicas sus acusaciones, Epstein escribió a Maxwell expresando su sorpresa de que Trump no hubiera recibido más atención, escribiendo que su amigo había “pasado horas en mi casa” con Giuffre. Maxwell respondió que ella había estado pensando en lo mismo. En declaraciones en 2016 —con Trump como principal aspirante al cargo público más poderoso del mundo— Giuffre dijo que Trump nunca había tenido relaciones sexuales con ella y que no recordaba haberlo visto en las casas de Epstein. Ella se suicidó en abril.

En 2009, Edwards, el abogado que representaba a un grupo de víctimas de Epstein, se propuso interrogar al círculo de poderosos amigos de Epstein. En su libro, Edwards escribió que Trump accedió rápidamente a una llamada telefónica. Epstein era simplemente un conocido de negocios, le dijo a Edwards. No podía recordar exactamente por qué Epstein había sido expulsado de Mar-a-Lago. Dijo que lo había visto por última vez en una reunión de negocios en la casa de Epstein en Palm Beach en algún momento antes de que las acusaciones salieran a la luz.

Aun así, a principios de 2015, cuando Trump empezaba a explorar una candidatura presidencial, las historias sobre los crecientes problemas legales de Epstein seguían refiriéndose a Trump como su amigo. Trump y sus representantes se volvieron más agresivos. Epstein no era más que “uno de los miles de personas que han visitado Mar-a-Lago”, dijo a BuzzFeed News Alan Garten, el principal asesor y abogado de Trump. Al año siguiente fue aún más tajante. “No había ninguna relación entre Jeffrey Epstein y Donald Trump”, dijo Garten a Fox News. “No eran amigos y no socializaban juntos”.

Cuando un periodista de The Associated Press le preguntó a Trump sobre Epstein en 2015, este respondió con rodeos. “Ciertamente era un hombre de la ciudad, y debido al hecho de que es una isla pequeña, llegó a conocer a mucha gente”, dijo Trump, refiriéndose a Palm Beach. “Cuando empecé a leer sobre las diferentes cosas y luego se demostraron las cosas, eso es un planeta diferente, eso es un mundo diferente”.

Las entrevistas y los registros públicos, sin embargo, indican que Trump se relacionó socialmente en ocasiones con mujeres que acusaron a Epstein y Maxwell de grooming o abuso. El caso federal contra Maxwell describe su papel en el reclutamiento de tres víctimas menores de 18 años entre 1994 y 1997. Una de ellas, una mujer conocida en los registros judiciales como Jane Doe, alegó en una denuncia civil por separado que Epstein la había llevado a visitar a Trump en Mar-a-Lago en 1994, cuando ella tenía unos 14 años.

“Esta está buena, ¿verdad?” dijo Epstein, dando un codazo juguetón a Trump, según la denuncia. Trump sonrió y asintió, y los dos hombres se rieron entre dientes, dijo la víctima. Su caso terminó en un acuerdo con el patrimonio de Epstein. En 2021, testificando en el juicio de Maxwell, dijo que compitió en el concurso Teen USA de Trump.

Jack O’Donnell, que dirigió el Trump Plaza en Atlantic City durante varios años y más tarde escribió un libro crítico sobre Trump, recordó en una entrevista que Trump llegó una vez al casino después de medianoche un domingo de septiembre de 1989 con Epstein y tres mujeres jóvenes. Un inspector estatal de juego reconoció a una de las mujeres como la estrella de tenis Gabriela Sabatini, quien a sus 19 años era demasiado joven para entrar legalmente en el casino. En una llamada realizada ese mismo lunes, el inspector dijo a O’Donnell que todas las mujeres parecían “muy jóvenes”. Poco después, O’Donnell llamó a Trump para señalarle el asunto.

“Sí, a Jeffrey le gustan jóvenes”, dijo Trump, según recordó O’Donnell en una entrevista reciente. “Demasiado jóvenes para mí”. O’Donnell describió previamente el episodio en Slate; la Casa Blanca calificó su relato de invención. No fue posible contactar a Sabatini.

Sea cual sea la causa de su posterior desencuentro, Epstein siguió obsesionado con Trump. En los años posteriores a su último contacto conocido, intercambió cientos de correos electrónicos con otras personas en los que mencionaba a su examigo. Cuando la carrera política de Trump tomó vuelo a mediados de la década de 2010, el enfado de Epstein pareció crecer. Incluso mientras maniobraba para recuperar influencia dentro del mundo de Trump, se burlaba y le criticaba en privado, llamándolo “loco” y “malvado más allá de lo creíble”, según los correos electrónicos publicados por el Congreso.

Le molestaban los esfuerzos de Trump por distanciarse, según muestran los correos electrónicos. Su examigo, mayor y más atenuado, parecía intocable, mientras él se veía envuelto en el escándalo una vez más, a medida que más y más víctimas salían a la luz con sus relatos de abusos. En una entrevista grabada por Wolff en 2017 y publicada por The Daily Beast el año pasado, Epstein describió lo que dijo que era la técnica de Trump para intentar acostarse con las esposas de sus amigos. Wolff le preguntó cómo tenía un conocimiento tan íntimo de Trump. “Fui el amigo más íntimo de Donald durante 10 años”, respondió Epstein.

En correos electrónicos, insinuó a sus amigos que podía acabar con Trump. No dijo cómo. c. 2025 The New York Times Company.

Por Nicholas Confessore y Julie Tate, The New York Times.

The New York Times es un periódico publicado en la ciudad de Nueva York y cuyo editor es Arthur Gregg Sulzberger, que se distribuye en los Estados Unidos y muchos otros países. Desde su primer Premio Pulitzer, en 1851, hasta 2018, el periódico lo ha ganado 125 veces.​

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