Hasta 11 mil dólares pagaron migrantes accidentados en Chiapas
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Este es el negocio del tráfico de personas. Hombres y mujeres pobres que llegaron a endeudarse para ser hacinados en un camión que terminó convertido en una trampa mortal
Celso Pacheco, de 33 años, tuvo que pedir dinero prestado a su hermano para iniciar el viaje hacia Estados Unidos. Con su salario de jornalero en Santa Lucía Ututlán, un pequeño municipio del departamento de Sololá, 140 kilómetros al oeste de la ciudad de Guatemala, hubiese tenido que trabajar varias vidas para lograr reunir lo suficiente para pagar al coyote.
Por un jornal recibía 50 quetzales (6 dólares y medio, 135 pesos) y la tarifa por ser transportado ilegalmente desde la frontera sur de México hasta Houston, Texas, asciende a 11 mil dólares (poco más de 230 mil pesos).
“La economía está muy mal. Mi mamá está agonizando, mi papá murió y yo temo que ella se nos vaya”, dice, explicando su viaje. Ahora se siente frustrado y culpable. Cree que ha defraudado a su familia.
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Él, que sobrevivió, que todavía está aquí para contarlo, carga con el estigma de no haberlo conseguido. De regresar a su pueblo con las manos vacías. No como su hermano, que hace tres años se lanzó como mojado, logró cruzar la frontera y ahora tiene dinero para prestarle y pagar el intento.
Pacheco, que se protege el cuello con un aparatoso collarín, es uno de los 34 migrantes heridos que están siendo atendidos en la Cruz Roja de Tuxtla Gutiérrez tras el accidente de tráiler que costó la vida a 55 personas.
El camión cargado con guatemaltecos que buscaban llegar al norte perdió el control a la altura de Chiapa de Corzo. Allí dejaron la vida hombres y mujeres que habían invertido hasta lo que no tenían por un futuro mejor.
El sistema de pago es el siguiente: 10 mil quetzales (casi 1 mil 300 dólares, algo más de 26 mil pesos) al iniciar la ruta. Otros 30 mil al llegar a Puebla (casi 4 mil dólares, algo más de 80 mil pesos) y el resto al concluir la entrega, ya en EU.
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Hay una excepción: los menores de edad. Estos pagan 30 mil quetzales (casi 4 mil dólares, más de 80 mil pesos) porque los coyotes no les cruzan la frontera, sino que les dejan antes de la línea para que ellos se entregan a la Patrulla Fronteriza.
Este es el negocio del tráfico de personas. Hombres y mujeres pobres que llegaron a endeudarse para ser hacinados en un camión que terminó convertido en una trampa mortal.
No todos reconocen haber sido traficados. Algunos aseguran que ellos solo estaban pidiendo un aventón y que el conductor les permitió subir al camión. Pero la mayoría reconoce que había un pago. Eso sí, nadie dice a quién. Nadie vio nada ni conocía a nadie.
La Fiscalía General de la República (FGR) informó que el piloto huyó tras el siniestro.
El canciller Marcelo Ebrard, junto a su homólogo guatemalteco Pedro Borolo, anunció en la noche un nuevo equipo de investigación contra las “redes transnacionales”.
Ni palabra sobre por qué tantos seres humanos pagan cantidades astronómicas para iniciar un viaje tan peligroso.
La incertidumbre
Para un chico que cumplirá 16 años el próximo mes su gran preocupación es saber dónde está su primo, al que no ve desde el accidente.
Es el mediano de seis hermanos y viene de Santa Rosa de Lima, un pequeño municipio de menos de 20 mil habitantes al sur de la capital. Como no alcanzaba, su padre tuvo que vender media manzana de tierra (unos 3 mil 500 metros cuadrados) por 40 mil quetzales (algo más de 5 mil dólares, más de un 100 mil pesos) para pagar el adelanto de 11 mil quetzales (casi 30 mil pesos) que pedía el coyote.
Cuenta el joven, que no quiere dar su nombre, que venía con su primo, Kevin Alexander Gutiérrez, también de 16 años. Pero ya no sabe dónde está. Ni si está vivo o muerto. La única certeza: su nombre no está en la lista de 101 heridos difundida por Protección Civil.
“Yo solo me golpee la mano, a él me dijeron que lo vieron que estaba ensangrentado”, dice, sentado sobre una colchoneta.
Cuenta el adolescente que salieron de su comunidad el pasado lunes y que el inicio de la travesía fue el miércoles por la noche en Gracias a Dios, una aldea fronteriza guatemalteca que colinda con Carmen Xhan en México.
Este es un territorio aislado, sin apenas presencia estatal y que es utilizado por las redes de tráfico de personas para introducir migrantes en México fuera de la presión militar de zonas como Tapachula, Chiapas.
Atravesaron la frontera de noche y caminaron durante cerca de 20 minutos. Posteriormente, subieron a un autobús y luego a un camión, que los dejó en San Cristóbal de las Casas. Este era el punto de reunión.
Allí subieron al tráiler que, dos horas después, se estampó contra una farola y provocó el siniestro.
Los migrantes cruzaron la frontera por dos puntos: Carme Xhan o La Mesía. Ambos puntos desembocan en Comitán, donde está ubicado el Centro de Atención al Tránsito Fronterizo (CAITF), un gran retén que checa todo el transporte que quiere adentrarse en el país.
Es posible que los migrantes culebreasen a través de rutas de terracería para llegar a San Cristóbal y eludir este punto. Lo que tuvieron que atravesar son, al menos, dos retenes en la carretera desde San Cristóbal hasta Tuxtla.
El primero, a dos kilómetros de la caseta, instalado por el Instituto Nacional de Migración (INM) y la Guardia Nacional. Aunque Luis Rodríguez Bucio, comandante de la Guardia Nacional, negó que el tráiler hubiese pasado delante de sus hombres, desde la secretaría de Seguridad del estado de Chiapas se reconoce que hubo un retén y que el camión lo atravesó.
Además, apenas un par de kilómetros antes de lugar del accidente hay también un destacamento de la policía estatal, que también dejó pasar al vehículo. Por aquí transitan diariamente unos 11 mil autos y, a pesar del fuerte despliegue de control migratorio, es obvio que los tráileres con cientos de personas en su interior siguen cruzando.
En opinión de Rubén Figueroa, activista del Movimiento Migrante Mesoamericano, cerca del 70% de las personas que llegan a la frontera de EU han sido traficados.
Existe un nexo de unión entre los elevados precios que cobran los coyotes y la permeabilidad de los retenes dependiendo de qué vehículo llega al lugar.