A 100 años del nacimiento de Mandela, Sudáfrica sigue siendo desigual
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Más allá de una reducción de la pobreza, poco cambió bajo el gobierno de Mandela, muerto en 2013, y sus herederos del gobernante partido Congreso Nacional Africano (CNA).
Nelson Mandela es respetado en Sudáfrica como padre de la nación con una veneración casi religiosa. Dedicó décadas de su vida a la lucha contra el régimen racista del apartheid, luego predicó la reconciliación con los blancos y como el primer presidente elegido democráticamente reconstruyó el país, que se encontraba en la ruina moral por la discrimación racial. Sin embargo, a pesar de los méritos históricos del Premio Nobel de la Paz, que cumpliría 100 años hoy, en Sudáfrica sigue imperando un gran desencanto, sobre todo entre la mayoría negra.
Ante la ley, todas las personas son iguales. Pero cuando se trata de bienestar y posibilidades de educación, la minoría blanca está mucho mejor posicionada, igual que antes. Más allá de una reducción de la pobreza, poco cambió bajo el gobierno de Mandela, muerto en 2013, y sus herederos del gobernante partido Congreso Nacional Africano (CNA). "Sudáfrica es uno de los países más desiguales del mundo y la desigualdad volvió a aumentar tras el fin del apartheid en 1994", afirma el Banco Mundial (BM).
Esta realidad se refleja también en las calles de la metrópolis económica de Johannesburgo, en las mansiones de los ricos y las chabolas con techo de chapa de los más pobres, muchas veces separadas apenas por unos pocos kilómetros. En la barriada de Soweto, a 24 kilómetros de Johannesburgo, en la que alguna vez vivió también Mandela, muchas familias residen hoy en día en chozas del tamaño de una habitación. En algunas partes, decenas de personas comparten una sola canilla para lavarse y cocinar. En muchas zonas las ratas corretean entre la basura mientras los niños juegan en medio de desechos.
Mandela logró la libertad, pero eso no alcanza, dice Linda Clorry, de 25 años, que vive en Johannesburgo. "Necesitamos de forma urgente más trabajos y buena formación para todos", dice. Las diferencias entre "blancos y negros" siguen siendo "demasiado grandes". Gogo Dlamini, de 61 años, que vivió en carne propia el injusto sistema del apartheid, coincide: "Si bien oficialmente tenemos los mismos derechos que los blancos, no hay una verdadera igualdad", afirma. Y añade desencantada: "Eso llevará aún generaciones”.
Sudáfrica es el país más desarrollado del continente y Mandela y sus sucesores lograron importantes avances. El Gobierno construyó, por ejemplo, millones de casas para familias pobres e introdujo servicios básicos, por lo cual hoy día casi todos los sudafricanos tienen acceso a la electricidad. Pero el sistema educativo está devastado y la tasa de desempleo es de alrededor del 27 por ciento. Esto perjudica sobre todo a aquellos por los que luchó Mandela: "Los sudafricanos negros corren un mayor riesgo de ser pobres", afirma el BM.
En Sudáfrica habrá numerosos eventos para honrar el 100 aniversario del nacimiento de Mandela. Uno de los puntos álgidos será un discurso del ex presidente estadounidense Barack Obama el martes por la tarde en Johannesburgo en presencia del jefe de Estado sudafricano, Cyril Ramaphosa, y la viuda de Mandela, Graça Machel. Obama, que admiraba a Mandela, ya brindó un discurso laudatorio en su funeral en 2013 en honor del "gigante de la historia”.
Nelson Rolihlahla Mandela se unió en 1944 al CNA cuando estudiaba abogacía para luchar por la igualdad de derechos. El joven abogado ascendió rápidamente en el partido y a fines de los años 50 ya era considerado uno de los más importantes organizadores de protestas y acciones de resistencia. Cuando el CNA fue prohibido en 1960, Mandela fue uno de los fundadores de la resistencia armada. En 1964, este luchador escapó por poco a la pena de muerte y fue condenado a prisión perpetua. Siguieron 27 años de cárcel, la mayoría de ellos en la isla de Robben Island, frente a Ciudad del Cabo.
Mandela fue por años el preso más famoso del mundo. Su detención se convirtió en un símbolo de la injusticia del régimen racista. Sin embargo, el apartheid comenzó a resquebrajarse recién a fines de los años 80: presión internacional, sanciones y una creciente resistencia de la mayoría negra auspiciaron el cambio.
En septiembre de 1989 fue elegido presidente sudafricano el reformista Frederik Willem de Klerk. Liberó a Mandela y levantó la prohibición del CNA. Los partidos negociaron una nueva Constitución y en 1993, De Klerk y Mandela obtuvieron el Nobel de la Paz. En 1994, Mandela se convirtió en el primer presidente sudafricano elegido democráticamente. Durante su presidencia, hasta 1999, apostó a una reconciliación nacional.
Este legado parece estar hoy en día crecientemente en peligro. Cada vez son más fuertes las críticas que afirman que Mandela trató a los blancos con guantes de seda. El CNA llamó en tanto a, en caso de emergencia, expropiar a los dueños de tierras, mayormente blancos, sin compensación. El desplazamiento de la población negra de sus tierras y su expropiación en tiempos de apartheid fueron "la fuente de la pobreza y la desigualdad" que se ve hoy en día, afirmó hace poco el presidente Ramaphosa.
Los expertos advierten, sin embargo, que una reforma agraria radical podría poner en aprietos la economía y generar una crisis en el país. Ramaphosa promete actuar con cautela, aunque considera ineludible una reforma agraria. De lo contrario, "en el fondo, el país seguirá dividido", asegura.