Así es como las familias en EU afrontan los recortes del SNAP
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Para los 42 millones de personas que dependen del Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria, o SNAP, el mayor programa contra el hambre del país, ha sido una semana caótica y angustiosa
NUEVA YORK- En Oklahoma, una mujer de 61 años se preguntó si valía la pena pagar la gasolina para ir en coche a una despensa de alimentos.
Y en Colorado, una mujer cogió comida de un contenedor de Walmart.
Para los 42 millones de personas que dependen del Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria, o SNAP, el mayor programa contra el hambre del país, ha sido una semana caótica y angustiosa.
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Debido al cierre del gobierno, el gobierno de Donald Trump intentó inicialmente dejar de suministrar las prestaciones en noviembre. Pero tras las demandas, el gobierno dijo el martes que habría pagos parciales del SNAP, pero que “iba a tomar algún tiempo”.
Muchos beneficiarios han buscado sustento desde entonces.
The New York Times preguntó a decenas de beneficiarios del SNAP cómo se las estaban arreglando. En las entrevistas, hablaron de la confusión y la ansiedad, así como de las difíciles decisiones. He aquí algunas de sus historias.
SUS CLIENTES DEPENDEN DEL SNAP. ELLA TAMBIÍEN
Mary Schiely, 49 años, Middletown, Ohio
Mary Schiely no puede escapar del SNAP. Le preocupa en casa y la sigue a la tienda de comestibles, donde trabaja desde hace casi 15 años. La mayoría de los clientes de la tienda dependen del SNAP, dijo, y ella también.
Hace décadas, en Middletown, Ohio, donde creció el vicepresidente JD Vance, las familias trabajaban en fábricas y ganaban un sueldo fijo. Pero ahora, Schiely puede medir el dolor de la ciudad a través de las ventas de la tienda. Esta semana, las compras de golosinas han bajado mucho. Las pizzas, los chips de papas y las bebidas energéticas no salían de las estanterías tan rápidamente como de costumbre.
“Se acerca Acción de Gracias”, dijo, “y nadie está seguro de cómo van a afrontarlo”.
Schiely también depende de las prestaciones del SNAP, casi 500 dólares al mes, que se suman a su ingreso de 12 dólares la hora. Su paga se esfuma rápidamente en alquiler, electricidad, teléfono móvil y wifi.
El SNAP, dijo, “es lo que pone comida en la mesa”.
SU BEBÉ NECESITA UNA LECHE DE FÓRMULA. LE CUESTA 75 DÓLARES
Latrica Williams, 26 años, Milwaukee
Latrica Williams no ha recibido fondos del SNAP desde principios de octubre.
Su bebé, de 4 meses, nació con un defecto cardíaco y necesita una fórmula especial que no le provoque alergias. Williams la había pagado con una combinación de programas federales, incluido el SNAP.
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“La leche de fórmula es muy cara”, dijo Williams. “Cuesta como 75 dólares la lata, y no tengo 75 dólares para comprarle una lata de leche”.
EN LA DESESPERACIÓN, UN CONTENEDOR
Arianna Payton, 25 años, Granada, Colorado
El martes por la noche, Arianna Payton se coló en el aparcamiento de un Walmart y se metió en un contenedor de basura.
“Cogí todo lo que pude”, dijo. “Ni siquiera miré para cerciorarme de que era seguro”.
Cuando llegó a casa, lo inspeccionó todo. Recuperó algunas bolsas de verduras congeladas, batidos sustitutivos de comidas, queso y fruta. También encontró algunas barras de pan mohoso que pensó que podría salvar.
La semana pasada, Payton, quien ha tenido problemas de salud durante años y vive con un seguro de invalidez, probó en el único banco de alimentos cercano.
“No quedaba nada”, dijo.
EL GOBIERNO FEDERAL LA DESPIDIÓ
Andrea Grimaldi, 55 años, Alexandria, Virginia
Hace un año, Andrea Grimaldi era la que donaba a los necesitados.
Este año, es ella quien recibe los donativos. Grimaldi fue despedida en febrero de un nuevo trabajo como especialista del programa Head Start en el Departamento de Salud y Servicios Humanos. Recibió su último sueldo en mayo.
Aunque Virginia subvencionará las prestaciones del SNAP hasta noviembre, ella ha empezado a racionar por si acaso. Aún le quedan 176 dólares de sus 292 dólares mensuales de prestaciones del SNAP de octubre. Sus familiares y amigos también han organizado entregas de alimentos y tarjetas regalo.
Ha reducido sus gastos, incluidos los servicios de streaming y las aplicaciones de transporte. Pero se ha visto obligada a recurrir a sus ahorros.
Grimaldi lleva meses solicitando trabajo sin éxito. Nunca esperó tener que depender de las prestaciones públicas, incluido el SNAP.
“Le puede pasar a cualquiera en un abrir y cerrar de ojos”, dijo.
TRABAJAR, PERO NO ES SUFICIENTE
Jennifer Lunn, 55 años, Lewisville, Texas
Jennifer Lunn acudió el sábado por primera vez a una despensa de alimentos. Es agente de atención al cliente y tiene cuatro hijos. Durante los dos últimos años, ha podido alimentar a sus hijos gracias al SNAP.
Sin él, se encontró esta semana en Heart of the City Lewisville, una despensa cercana a su casa, al norte de Dallas-Fort Worth. Lunn recibió una caja con pollo, productos enlatados e ingredientes para ensaladas.
“Esto es algo que nunca pensé que tendría que hacer”, dijo.
Con el SNAP, suele comprar fideos, papas, verduras, pollo y carne picada, cualquier cosa que mantenga a sus hijos saciados durante más tiempo.
Pero, dijo, se comen toda la comida. “En dos semanas y media, hemos acabado”, dijo.
¿SUS PRESTACIONES DEL SNAP LLEGARÁN?
Larry Robinson, 61 años, Orlando, Florida
Larry Robinson agarraba su bolsa de la compra. Iba a comprar fruta. Es beneficiario del SNAP desde que se jubiló como asesor de salud mental en 2019.
Se bajó la camiseta Under Armour, mostrando una cicatriz en el pecho de una operación de triple bypass. Dijo que, desde entonces, ha tenido que “redoblar esfuerzos” por su salud.
Se supone que sus prestaciones del SNAP llegarán el 9 de noviembre. Pero no está seguro de poder contar con ello.
“Económicamente he guardado algunas cosas”, dijo, “pero sin duda me supondrá una dificultad, porque no tendría esa comida que estoy acostumbrado a tener”.
DOS HIJOS Y UN SALDO SNAP DE 50 DÓLARES
Rosy Hernandez, 32 años, Passaic, Nueva Jersey
Cuando Rosy Hernandez, madre soltera, llamó al SNAP para pedir ayuda, un mensaje automático le dijo que su pago de noviembre, normalmente de 748 dólares, aún no estaba disponible y podría llegar tarde o no emitirse.
Su saldo actual: 50 dólares.
“Para mí va a ser un poco diferente abastecer la nevera este mes”, dijo.
Hernandez, que depende del SNAP desde hace dos años, cuida de sus hijos, Xavier, de 7 años, y Adrian, de 4. No trabaja porque Xavier, que tiene autismo, necesita supervisión constante. Las necesidades de su hijo dificultan el mantenimiento de un empleo, aunque está buscando un trabajo a tiempo parcial.
Le pone nerviosa depender de una despensa de alimentos. Xavier tiene problemas sensoriales y exige alimentos específicos.
“Puede que haya que cambiarle la dieta a la fuerza”, dijo. “Y no se sabe cómo reaccionará”.
SIN SÁNDWICHES DE PAVO
Jeanne Nihart, 44 años, Anoka, Minnesota
En el supermercado, Jeanne Nihart, madre soltera, compró fiambres, queso y pan francés para su hija de 12 años, a quien le encantan los sándwiches de pavo.
Entonces recordó que su próximo pago del SNAP estaba en peligro.
“No puedo justificar la compra de carne ahora mismo”, recordó que pensó entonces.
Nihart dejó de trabajar en 2010 por problemas de salud, entre ellos fibromialgia, un trastorno crónico que provoca dolor y fatiga.
Recibe una ayuda mensual por discapacidad de 1060 dólares y depende de una vivienda subvencionada, Medicaid y una prestación del SNAP de 436 dólares al mes.
Espera que la próxima ayuda del SNAP sea la mitad. “Es mejor que nada”, dijo. “Pero la mitad no nos mantiene alimentados todo el mes”.
LA ECONOMÍA SNAP DE UN GRANJERO
Julia Asherman, 39 años, Jeffersonville, Georgia
Julia Asherman dirige una granja y vende frutas y verduras a pequeñas tiendas de comestibles y mercados ecológicos. Sus clientes suelen ser beneficiarios del SNAP.
Ella se está preparando para un descenso de las ventas y un golpe financiero.
El final del otoño, dijo Asherman, es el peor momento para retirar los beneficios del SNAP a los clientes de los agricultores. Es cuando entra poco dinero, pero los agricultores deben gastarlo para preparar la siembra de primavera.
En su ciudad, la mitad de quienes compran sus productos son beneficiarios del SNAP.
Y ella también lo necesita, para ella y su hijo de 3 años.
“Mis ingresos al final del año ya rondan el cero, como muchos agricultores de todo el país”, dijo.
SIN TECHO Y SOÑANDO COMIDA
Wesley Peake Jr., 51 años, Tucson, Arizona
Hacia el mediodía del domingo, Wesley Peake Jr. estaba sentado en su andador con ruedas afuera de una tienda de comestibles. Desayunó galletas saladas y queso, y ahora, con el hambre aumentando lentamente, su mente conjuraba imágenes de sus comidas favoritas. Pollo, yogur, plátanos.
Pero Peake, que es una persona sin hogar, no tenía dinero. Y su prestación mensual del SNAP, 57 dólares, podría no llegar como de costumbre el 8 de noviembre.
La comida que le proporciona SNAP suele durarle unos cuatro días. Eso es una gran ayuda porque significa menos viajes a un comedor social. Su osteoporosis le ha debilitado los huesos. “No puedo andar tan bien”, dijo, “porque las cuencas de mi cadera se están deteriorando”.
Se sienta a la puerta de la tienda de comestibles, esperando que los transeúntes le dejen algo de cambio en las manos. Estos días se resiste a pedir ayuda directamente a la gente. Ellos también pueden perder el SNAP.
LA COMIDA ESCASEA Y EL AUTO NECESITA GASOLINA
Deana Pearson, 61 años, Chouteau, Oklahoma
La tienda de comestibles está a casi 20 kilómetros de la caravana de Deana Pearson. El banco de alimentos más cercano está a unos 16 kilómetros; la gasolinera más cercana, a casi 15 kilómetros.
¿Qué viaje vale más la pena?
Pearson, cuyo negocio de joyería cerró durante la pandemia de coronavirus, se está quedando sin comida. Sin su pago habitual del SNAP, unos 287 dólares, debe confiar en lo que le queda. El martes, eran 1,18 dólares.
Un galón de gasolina cuesta 2,50 dólares.
“No sé qué debo hacer”, dijo. “Espero que quizá alguien me lleve al banco de alimentos”.
UN PROBLEMA TRAS OTRO
Jessica Mayne, 34 años, Denver
Jessica Mayne empezó a recibir el SNAP en 2019, tras una serie de desgracias.
Justo antes de la pandemia, ella y su marido perdieron el trabajo. Luego hubo un accidente que le dejó el coche destrozado. Después de que ella y su familia se mudaran con su madre, a su marido le diagnosticaron insuficiencia renal, que requiere diálisis y una dieta especial.
“Intentábamos salir adelante, y cada vez ocurría algo”, dijo.
Han hecho progresos: Mayne trabaja a tiempo completo como técnica de salud mental, mientras que su marido trabaja a tiempo parcial en gestión de la construcción.
Tenían la esperanza de conseguir una vivienda propia. Pero ahora Mayne debe hacer frente a la pérdida de sus prestaciones del SNAP, 650 dólares, para su familia de ocho miembros.
“Estamos estirando todas nuestras comidas”, dijo. “Todo el mundo me odia por ello, pero es necesario”.
Hace poco, para cenar, utilizó medio kilo de carne picada, en lugar de tres, mezclándola con arroz y frijoles para añadir proteínas. También se endeudó más con la tarjeta de crédito para pagar la compra.
“Es vergonzoso. Me siento mal por ello”, dijo sobre su situación. “Siento que estoy fracasando como adulta”. c. 2025 The New York Times Company.
Por Eric Adelson, Mary Beth Gahan, Sean Keenan, Lourdes Medrano, Christina Morales, Sonia A. Rao, Dan Simmons y Kevin Williams, The New York Times.