Cameron culpa a Europa de la derrota del ‘Brexit’
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La UE presiona a Londres para que aclare las condiciones del referéndum británico
Bruselas.- Diecisiete millones de bofetadas después, un dimitido David Cameron cerró este martes en Bruselas su última cumbre europea con un mensaje: “Es una noche triste”. Londres espera un divorcio amistoso y pretende mantener con la UE estrechos lazos “en asuntos comerciales, de cooperación y seguridad”. Pero el premier británico se encontró la cumbre más tensa de los últimos tiempos, con un discurso que se endurece por momentos en Berlín, París y Bruselas. La UE quiere que aclare las condiciones de la salida para empezar a negociar el nuevo estatus del Reino Unido. Pero Cameron deja esa tarea para su sucesor, y echa las culpas a Europa por la derrota en el referéndum por la gestión de la crisis migratoria.
Todas las familias felices se parecen, pero Europa se está convirtiendo en una de esas familias desdichadas de Tolstoi, en la que cada uno es un poco a su manera y ya ni siquiera son impensables los divorcios. Los Veintisiete dieron ayer una acogida distante a David Cameron en su última noche europea, sin ahorrarse algún gesto de hostilidad. Los mercados aflojaron por primera vez desde que 17 millones de británicos votaron a favor de salir de la UE. A cambio, la presión política va en aumento: la Eurocámara montó una bronca monumental por el Brexit, y los dirigentes europeos no se ahorraron una escenografía marcada por la tensión en la cumbre.
Quedó claro que los Veintisiete quieren claridad, un calendario, menos ambigüedades para tratar de minimizar las incertidumbres que afectan a Reino Unido, a la UE y a los mercados globales. Quedó claro que Londres se negará a proporcionar eso hasta que Cameron tenga sucesor. Y quedó claro que ni siquiera los aliados tradicionales de Londres le van a poner un puente de plata: la canciller Angela Merkel, que ha abogado por dar algo de tiempo al Reino Unido para lidiar con la crisis que se ha autoinfligido, endureció su discurso: “Quien quiera salir de esta familia no puede esperar perder todas las obligaciones y mantener todos los privilegios”, dijo en el Bundestag.
Cameron devolvió el golpe al final de la jornada. Declaró solemnemente que su última cumbre europea fue básicamente “una noche triste”. Por si había alguna duda, aseguró que la suerte está echada: “Soy un demócrata, el resultado del referéndum no es el que queríamos, pero hay que respetar la democracia”. En otras palabras: no hay marcha atrás. Pidió, eso sí, un divorcio amistoso. Aseguró que la UE y Reino Unido “son vecinos, amigos, aliados” y necesitan estrechar sus futuros lazos en asuntos “comerciales, de cooperación y de seguridad”.
Tanto el primer ministro británico como los líderes europeos destacaron “el ambiente positivo” de la reunión. Pero las diferencias están ahí, y no son de matiz: Cameron culpó a Europa de no haber respondido adecuadamente a la amenaza de la inmigración, y explicó que ese ha sido el factor decisivo que hizo decantar el referéndum. Culpó a Europa del divorcio: Londres se queja de que la UE le impidió crear un freno de emergencia para cortar la inmigración. Pero eso es falso. Los Veintiocho acordaron ese freno de emergencia en febrero, con una salvedad: Reino Unido no lo podía activar unilateralmente.
La relación entre Londres y Bruselas está plagada de equívocos de ese tipo, que han cristalizado en una campaña sucia, llena de falsedades por el lado del Brexit y de amenazas de apocalipsis por el flanco proeuropeo. Pero eso ya es historia. Cameron pidió un acuerdo ambicioso para las futuras relaciones Reino Unido-UE, pero a la vez no cedió a las presiones de los Veintisiete: no activará la petición de salida. “Esa es una tarea que queda para el próximo primer ministro”, dijo desafiante al filo de la medianoche.
La UE ya es historia para Downing Street. Pero tanto los británicos como los europeos son conscientes de que el divorcio será largo. Londres empieza a perseguir un acuerdo similar al de Noruega, con acceso al mercado único y libre circulación de personas. Pero con alguna limitación en materia migratoria. Ahí se topará con las líneas rojas de París, de Bruselas y parece que incluso de Berlín: “Solo logra acceso al mercado común quien acepta las cuatro libertades fundamentales europeas: de personas, bienes, servicios y capital”, espetó Merkel, cuyas palabras suelen acabar inscritas en bronce en los destinos de Europa. François Hollande fue aún más lejos: “Por no querer la libre circulación de personas los británicos perderán su acceso al mercado interior”, aventuró. "A partir de ahora los populistas sabrán a lo que se exponen cuando propongan irse de la UE", zanjó. Menos afilado, el presidente español, Mariano Rajoy, reclamó que el nuevo estatus de Londres se acuerde “sin venganzas ni premios”.
Dureza en Bruselas
El más duro de la noche fue el jefe de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, que atribuyó la derrota en el referéndum a décadas de euroescepticismo al otro lado de Canal: “Si alguien se pasa años diciendo a sus ciudadanos lo mala que es la UE, no debería ser una sorpresa que la gente acabe creyéndoselo”. Bruselas lleva días tratando de que cale la idea de que debe haber cierto castigo para Londres para evitar otros referéndums en los países con más populismo antieuropeo. Berlín parece estar por la labor: Merkel elevó el tono para mostrar algunas fronteras que la mujer más poderosa de Europa no está dispuesta a traspasar. Nada de “picotear” en el pastel europeo para elegir los elementos que a cada uno le gusten más, avisó.
En medio de la convulsión más profunda desde el inicio del proyecto europeo, allá por 1958, las heridas están ahí. “A lo mejor esto es muy personal, pero el día después del Brexit sentí como si alguien cercano a mí se hubiera ido de casa, y en ese mismo momento sentí cuán querida y preciada era esa casa para mí”. Parece otra frase de Ana Karenina, pero se trata de una declaración del presidente del Consejo, Donald Tusk. “Con Londres quedará la amistad, pero solo eso”, declaró con aspereza Juncker. Tusk anunció que el formato de reunión informal a 27 —los Veintiocho son historia— tendrá continuidad en septiembre. Otra cumbre sin Londres: otra reunión para pactar el primer divorcio de la desdichada familia europea en seis décadas.