El gabinete de Trump: muchas ideologías tras el lema de ‘Estados Unidos primero’
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Los últimos nombramientos del presidente electo Donald Trump completan lo que sus asesores describen como un gobierno unificado
Por David E. Sanger
Algunos de los elegidos se centrarían en una venganza, otros en calmar a los mercados y otros en recortar personal y presupuesto.
Los últimos nombramientos del presidente electo Donald Trump completan lo que sus asesores describen como un gobierno unificado, leal e impulsado por el pensamiento MAGA. Pero, si se ahonda un poco, hay al menos tres facciones distintas y una gama de ideologías, apenas reprimidas para superar los rigores del proceso de confirmación.
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Hay un equipo de venganza, liderado por posibles nominados con instrucciones de destrozar el Departamento de Justicia, las agencias de inteligencia y el Departamento de Defensa, persiguiendo al llamado Estado profundo y a cualquiera que haya participado en los procesamientos de Trump.
Hay un equipo para calmar los mercados, que Trump espera que sea dirigido por Scott Bessent, el multimillonario de Wall Street a quien Trump eligió para secretario del Tesoro. Bessent puede recitar las estrategias sobre la desregulación y los impuestos más bajos, pero probablemente trataría de asegurarse de que las soluciones más extremas de Trump, como los aranceles que inducen la inflación sobre los productos extranjeros, no acaben con la subida del mercado de valores después de las elecciones.
Luego hay un equipo de reducción del Gobierno, dirigido por Elon Musk y Vivek Ramaswamy, cuyos objetivos son tremendamente ambiciosos, por decirlo con suavidad. Quieren recortar lo que, según Musk, serán “al menos” 2 billones de dólares del presupuesto federal anual, una cifra que supera el costo anual de los salarios de cada empleado federal. (Para que conste, el presupuesto federal total en el año fiscal 2024 fue de 6,75 billones de dólares).
Cómo se lograrán estas misiones y dónde chocarán es una de las mayores incógnitas del gobierno entrante.
La diversidad de ideologías y opiniones suele considerarse un punto fuerte, no un defecto, de los gabinetes presidenciales. Pero si hay una sorpresa en las elecciones de Trump de los últimos días, es la variedad de experiencias y visiones del mundo que, en algunos casos, se esconden bajo una apariencia de lealtad recientemente declarada al lema Make America Great Again (Hagamos a Estados Unidos grande de nuevo) y la lealtad al propio Trump. Es difícil imaginar a algunos de sus elegidos cómodamente sentados en un mitin de Trump.
“Aquí hay más diversidad ideológica de la que esperaba”, señaló el historiador presidencial Michael Beschloss, el sábado. “Y si se mira a este grupo en el contexto de la historia, hay cierto potencial para discusiones y debates. Si se permite que esos debates se desarrollen de manera civilizada y abierta, la historia demuestra que ese tipo de conflictos a veces ha conducido a políticas que han funcionado”.
Incluso cuando el Partido Republicano ha adoptado la filosofía MAGA, puede haber sido poco razonable esperar que los miembros de un gobierno de Trump estuvieran todos cortados por el mismo patrón.
“La coherencia ideológica o de cualquier otra cosa es lo último que deberíamos esperar en los elegidos por Trump”, dijo el sábado Chris Whipple, autor de The Gatekeepers, un libro sobre los jefes de gabinete de la Casa Blanca. “Eso se debe a que no existe un proceso establecido para tomar estas decisiones; todo depende del capricho del jefe”.
Bessent se convirtió tardíamente a la ideología MAGA. Parece adoptar el entusiasmo de Trump por los aranceles, aunque en las últimas semanas ha señalado que imponerlos gradualmente (un matiz que Trump no ha mencionado) es fundamental para evitar impactos económicos.
Su identidad como padre gay y casado choca, sin duda, con las creencias de algunos de los partidarios evangélicos y de extrema derecha de Trump. En 2015, le dijo a la revista de exalumnos de Yale que “en una determinada región geográfica y en un determinado nivel económico, ser gay no es un problema”. Y añadió: “Si me hubieran dicho en 1984, cuando nos graduamos y la gente se moría de sida, que 30 años después estaría legalmente casado y tendríamos dos hijos por gestación subrogada, no les habría creído”.
Pero más chocante para algunos de los fieles de MAGA puede ser el hecho de que Bessent recaudó dinero para la candidatura presidencial de un demócrata, Al Gore, en el año 2000. O que hace una decena de años fuera director de inversiones de Soros Fund Management, el instrumento de 30.000 millones de dólares de George Soros, objeto de decenas de teorías conspirativas de la derecha. Al enumerar las muchas calificaciones de Bessent para el cargo, Trump omitió el hecho de que se le considera uno de los protegidos más exitosos de Soros.
La recién elegida secretaria de Trabajo, la representante Lori Chávez-DeRemer, también parece estar entre dos bandos. Chávez-DeRemer, representante republicana por Oregón que perdió su escaño en la Cámara este mes, solía hablar de la afiliación de su padre al sindicato de los Teamsters y obtuvo el apoyo de unos 20 sindicatos durante su fallida campaña de reelección.
Mientras el Partido Republicano se apresuraba a solidificarse en torno a Trump y prometía acabar con la regulación gubernamental, Chávez-DeRemer se movió en otra dirección. Ella fue una de los tres republicanos que patrocinaron un proyecto de ley de 2023 que habría protegido a los trabajadores que buscan organizar la representación sindical de represalias o despidos, al tiempo que otorgaba nuevos poderes al gobierno federal para sancionar a los empleadores que violan los derechos de los trabajadores.
No fue el único ámbito en el que vio más margen de intervención gubernamental. “Una de las cosas que trasciende los partidos es la seguridad pública”, dijo Chávez-DeRemer en una entrevista con The New York Times durante su campaña para la reelección. “La gente quiere despertarse por la mañana, saber que es seguro llevar a sus hijos a la escuela y conducir por carreteras seguras”, añadió. “Eso trasciende a los partidos. Ese es el tipo de cosas en las que me centro”.
El viernes, la noticia de su nombramiento para dirigir el Departamento de Trabajo fue aclamada por los Teamsters y su presidente, Sean O’Brien. El sindicato AFL-CIO se mostró cauteloso ante la “agenda antiobrera” de Trump en un comunicado publicado en las redes sociales, pero admitió que “Lori Chávez-DeRemer ha construido un historial prolaboral en el Congreso”.
Quien sí encaja perfectamente en el molde de colaboradora de Trump es Brooke Rollins, a quien Trump anunció el sábado como su elección para secretaria de Agricultura. Rollins fue asesora de política interior en el primer gobierno del líder republicano y luego se convirtió en directora del Instituto de Políticas Estados Unidos Primero, una especie de gobierno de Trump en espera integrado por otros antiguos miembros de su gestión.
La organización de Rollins ha pedido que se elimine la protección del servicio civil para muchos empleados federales, que se aceleren las perforaciones de gas y petróleo en tierras federales y que se eliminen las leyes de bandera roja destinadas a impedir el acceso a las armas a quien un juez considere un peligro para sí mismo o para los demás.
Luego está el equipo de seguridad nacional. Michael Waltz, designado como asesor de seguridad nacional, era un firme defensor del envío de más ayuda a Ucrania y de hacer todo lo necesario para frenar la invasión rusa, hasta que votó en contra de los 95.000 millones de dólares de ayuda adicional a Ucrania en primavera.
Su nuevo adjunto, Alex Wong, quien trabajó para Mitt Romney en 2012, forma parte de un sector del Partido Republicano que nunca se ha reconciliado con Trump. Pero Wong trabajó en altos niveles del Departamento de Estado sobre Corea del Norte, ayudando a organizar las dos reuniones de Trump con el líder norcoreano Kim Jong-un. Ese acto de equilibrio diplomático se basó en la creencia de Trump de que una combinación de diplomacia personal y señuelos económicos llevaría a Kim a renunciar a su arsenal de armas nucleares.
El esfuerzo fracasó: las conversaciones fracasaron y el líder norcoreano dispone hoy de un arsenal mayor que antes de las reuniones. Kim ha insistido en que ya no tiene que hablar con Washington. En los años transcurridos desde entonces, Wong ha sido presidente de la Comisión para la Revisión de la Economía y la Seguridad entre Estados Unidos y China, un grupo bipartidista nombrado por el Congreso que estudia las implicaciones para la seguridad nacional de la relación económica de Estados Unidos con Pekín.
Estos temas nunca se tocaron durante la campaña. Trump redujo el debate sobre las complejas relaciones económicas, tecnológicas y militares con China a la declaración de que los aranceles resolverían todos los problemas. Pero sus asesores de seguridad nacional tienen una visión más matizada.
Eso deja a Musk, el hombre más rico del mundo y el nuevo habitante de Mar-a-Lago, y a Ramaswamy. Se supone que ellos liderarán el “Departamento de Eficiencia Gubernamental”, y escribieron en The Wall Street Journal el jueves que “la burocracia arraigada y en constante crecimiento representa una amenaza existencial para nuestra república”.
El departamento, o “DOGE”, como lo llama Musk en un guiño a la criptomoneda dogecoin, no es en realidad un departamento en absoluto, sino un grupo de voluntarios. Pero los dos hombres insisten en que su futuro departamento tendrá una conexión directa con la Oficina de Administración y Presupuesto de la Casa Blanca, que tratará de reducir las regulaciones, el número de empleados y los presupuestos.
Prometieron centrarse primero en “más de 500 mil millones de dólares en gastos federales anuales que no están autorizados por el Congreso o que se utilizan en formas que el Congreso nunca pretendió”, incluidas las subvenciones a organizaciones internacionales o a la Corporación para la Radiodifusión Pública.
(Para tener una perspectiva, los 535 millones de dólares en fondos federales para el grupo de radiodifusión pública, que los partidarios de Trump creen que paga por una programación de sesgo liberal, sería un pago inicial del 0,026 por ciento de los 2 billones de dólares en recortes prometidos por Musk. Ni siquiera eliminando todo el presupuesto de defensa de Estados Unidos llegaría a la mitad del objetivo).
Queda por ver cómo trabajarán con el jefe propuesto de la Oficina de Administración y Presupuesto, Russell Vought. Fue una figura importante en el Proyecto 2025, que trazaba un plan para reestructurar el gobierno estadounidense con el fin de aumentar el poder presidencial mediante el derribo y la reconstrucción de las instituciones del poder ejecutivo.
c. 2024 The New York Times Company