¿Los simpatizantes conspiracionistas de Trump podrán ignorar el caso Epstein?

Internacional
/ 15 julio 2025

Tras años dedicados a difundir teorías conspirativas para su propio beneficio político, el presidente Donald Trump se ha visto envuelto en la más controversial de todas

Por Shawn McCreesh

Trump le sigue ordenando a sus seguidores que dejen atrás su fijación por el caso Epstein. Pero muchos de sus simpatizantes simplemente no pueden aceptar la anticlimática conclusión que el Departamento de Justicia presentó hace una semana.

Tras años dedicados a difundir teorías conspirativas para su propio beneficio político, el presidente Donald Trump se ha visto envuelto en la más controversial de todas.

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Durante más de una semana, el movimiento político que creó ha estado convulsionando con entendible indignación por las cosas que él y su fiscala general han estado diciendo y haciendo —o más bien, no haciendo— en relación con la vida y muerte de Jeffrey Epstein.

Trump le sigue ordenando a sus seguidores que dejen atrás su fijación por el financiero caído en desgracia y delincuente sexual registrado. Pero muchos de sus simpatizantes simplemente no pueden aceptar la anticlimática conclusión que el Departamento de Justicia presentó hace una semana, cuando básicamente afirmó que no había nada que ver aquí, amigos.

Al final de la semana, una turba de conspiracionistas que durante años han sido impulsados directamente por Trump estalló en abierta revuelta contra él.

Las consecuencias están poniendo a prueba el poder que el presidente tiene sobre sus seguidores más leales, aquellos que han confiado en él todo el tiempo y que creían que descubrirían mucho más sobre la saga Epstein si devolvían a Trump a la presidencia.

Es muy pronto para saber qué significará la revuelta o si se extinguirá y cuándo, pero la naturaleza de la misma fue algo asombroso. Fue como una banda de Möbius de paranoia y desconfianza: un movimiento político que se galvanizó y explotó en torno a una teoría conspirativa —las mentiras sobre el lugar de nacimiento de Barack Obama fueron fundamentales para el ascenso político de Trump— canibalizándose sobre la madre de todas las teorías conspirativas modernas.

Y en un giro de tuerca, el comportamiento habitual de Trump para librarse de los problemas parecía no funcionar esta vez; de hecho, solo estaba empeorando su situación. En su publicación del sábado en las redes sociales, intentó culpar a Obama, Hillary Clinton y Joe Biden de cualquier misterio no resuelto sobre Epstein.

Pero su base de seguidores no le creyó.

“La gente está muy enfadada por el hecho de que se haya descartado de plano”, dijo Natalie Winters, corresponsal de War Room y protegida de Stephen K. Bannon, de 24 años. “Conozco bien a esta gente”, dijo refiriéndose a las bases de Trump. “Nunca he visto una vacilación tan duradera”.

Cuando se le preguntó el lunes por la reacción negativa, un portavoz de la Casa Blanca, Harrison Fields, no hizo comentarios concretos, pero dijo que Trump estaba centrado en “proteger los derechos civiles, salvaguardar las comunidades, exigir responsabilidades a los delincuentes y defender a las víctimas”.

Sin embargo, desde hace tiempo algunos partidarios de Trump tienen la sensación de que su viaje compartido ha llegado a terra incognita. “El poder de persuasión de Trump sobre su base, especialmente durante su primer mandato, fue casi mágico”, escribió el domingo Mike Cernovich, el prolífico comentarista pro-Trump en las redes sociales, en una publicación en X. “Por tanto, la reacción sobre Epstein debería sorprenderle. Nadie se lo está creyendo. Nadie lo está dejando ir”.

Dentro de la Casa Blanca, hay una especie de estoicismo forzado y curtido en mil batallas entre los miembros del personal, que ven este escándalo como una controversia más que se apagará sola como todas las demás.

Una persona cercana a Trump admitió que, incluso el domingo, el presidente aún no había comprendido del todo la profundidad y amplitud del descontento, porque no pasa mucho tiempo en internet, donde se desarrolla la conspiración en torno al caso Epstein. A pesar de su presencia en las redes sociales, Trump es un hombre de 79 años cuya dieta mediática consiste principalmente en noticias por cable y periódicos impresos.

Pero el lunes, cadenas de noticias como CNN dedicaron mucho más tiempo de transmisión a la controversia.

“Esto no va a desaparecer”, escribió en X Michael T. Flynn, el general retirado que fue asesor de seguridad nacional durante apenas 24 días del primer mandato de Trump. Hace solo unos años, Flynn (quien ha culpado a una conspiración del Estado profundo de su propia expulsión del gobierno) se presentó en el Despacho Oval y le dijo a Trump que no podía confiar en los datos de las máquinas de votación utilizadas en las elecciones de 2020. Ahora exigía que el gobierno de Trump “abordara el enorme número de preguntas sin respuesta sobre Epstein”.

Roseanne Barr, una de las primeras y más leales simpatizantes del presidente, estalló en X. “Presidente”, escribió, “sí, todavía nos preocupamos por Epstein. ¿Hay algún momento para no preocuparse por el tráfico sexual infantil? Capta el maldito ambiente”.

No es la primera vez que su base se enfada con él. Hubo mucha desilusión después de que exhortara a los estadounidenses a ponerse las vacunas contra la covid y ha habido protestas por sus medidas belicistas de política exterior, como cuando ordenó el ataque estadounidense que mató al general iraní Qasem Soleimani o, más recientemente, cuando lanzó bombas sobre instalaciones nucleares iraníes.

Pero las conjeturas en torno a los delitos y la muerte de Epstein son una manía de muchas capas que no puede compararse con nada. Los oscuros conceptos que subyacen en todo el asunto llegan a los “cimientos mismos del movimiento MAGA”, como dijo Winters porque, en su opinión y en la de gente como ella, “llega al corazón de quien tiene el control del país”.

Así resumió la sensación de traición que hay en el movimiento: “Creo que es francamente muy penoso haber pasado toda tu carrera promoviendo, aunque no fuera directamente el asunto Epstein, sino la idea de que existe un Estado profundo, la idea de que existe esta clase no elegida de, ya sabes, banqueros, corporaciones, países, agencias de inteligencia, bla, bla, bla. Y luego, finalmente, tienes el poder de desenmascararlo y, o bien no lo haces, porque no hay nada ahí, en cuyo caso eso te convierte en un mentiroso —y yo no creo eso—, o eres ineficaz, o estás involucrado”.

Esta retorcida historia ha planteado temas fundamentales sobre los límites de la capacidad de Trump para controlar las fuerzas conspirativas que ha desplegado en su carrera hacia la presidencia.

Trump llegó al poder en un momento de profunda desconfianza en este país tras dos guerras y una crisis financiera, vendiéndose como el único en quien se podía confiar para decir la verdad sobre una corrupta camarilla unipartidista que había vendido al país. Una frase que repitió constantemente durante aquella primera campaña presidencial fue “créanme”. La decía sobre todo tipo de situaciones y temas. Créanme. Créanme. Créanme. Él era quien dejaría en evidencia a la mano oculta que los apretaba a todos.

Tras los atentados contra su vida del año pasado, promovió la idea de que era una amenaza tal para el establishment que querían matarlo. Su regreso al lugar de un intento de asesinato durante la campaña adquirió tintes de acto religioso masivo. La multitud irrumpió en un cántico sostenido de “donde va uno de nosotros, vamos todos”. Ese es el grito de QAnon, la teoría de la conspiración que sostiene que Trump será quien desenmascare algún día a una red de pedófilos que controla el gobierno. Muchos de sus partidarios dijeron aquel día que creían sinceramente que Trump había sido salvado por Dios para cumplir esta profecía.

Pero ahora que es él quien controla el gobierno, les está diciendo a sus partidarios que dejen todo eso atrás. Y a muchos de ellos eso les ha dejado perplejos.

“Sinceramente, no lo sé”, dijo Winters cuando le preguntaron por qué pensaba que Trump había publicado lo que publicó el sábado. “Es rarísimo. Simplemente, no lo sé”.

c. 2025 The New York Times Company

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