¿Por qué Georgia, Eslovaquia y Rumanía son piezas importantes en el tablero del expansionismo ruso en Europa?
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El expansionismo ruso en Europa se vio en 2024 sobre todo en la república exsoviética de Georgia, en Eslovaquia y en Rumanía, estos dos países miembros de la UE
MOSCÚ- El expansionismo ruso en Europa, que no solo funciona a través de la agresión militar, como en Ucrania, se vio en 2024 sobre todo en la república exsoviética de Georgia y de forma más sutil en Eslovaquia y en Rumanía, dos países miembros de la UE.
Georgia pasó este año de ser un alumno aventajado de la Unión Europea (UE) en el espacio postsoviético a ser el último de la fila para la adhesión, incluso detrás de Moldavia y de la propia Ucrania.
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Tras un proceso de acercamiento iniciado hace casi dos décadas por el entonces presidente Mijaíl Saakashvili, aliado de EEUU y ahora encarcelado, Tiflis optó por congelar las negociaciones de ingreso en la UE, lo que dio lugar a multitudinarias protestas.
Las tensiones en Georgia se remontan ya a 2023, cuando su Parlamento comenzó a debatir una ley sobre “la transparencia de la influencia extranjera”, conocida popularmente como la “ley rusa” por su parecido a una norma aprobada por Moscú para acallar a la disidencia.
Pese a las protestas opositoras, Tiflis aprobó otra controvertida ley contra la “propaganda LGBT”, que fue condenada abiertamente por Bruselas por seguir la línea del Kremlin contra las minorías sexuales.
La división social en Georgia se hizo palpable en las elecciones parlamentarias que ganó por mayoría el gobernante partido “Sueño Georgiano”, en el poder desde 2012.
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La victoria del partido oficialista, controlado por un oligarca próximo al Kremlin, no fue reconocida por la oposición y Occidente, que denunciaron fraude electoral.
La crisis estalló con fuerza en noviembre, cuando Tiflis decidió congelar el diálogo con la UE y reprimió duramente las multitudinarias protestas europeístas.
La política del Gobierno georgiano fue aplaudida por Moscú, pero provocó una unánime condena occidental, secundada por sanciones de Ucrania, Letonia, Lituania y Estonia.
Eslovaquia se alineó este año con las posturas prorrusas de la vecina Hungría del ultranacionalista Viktor Orbán.
El país, hasta 2023 uno de los socios de la UE que más apoyo brindaba a Ucrania, vivió así un giro radical en su política exterior bajo el nuevo primer ministro, el populista de izquierdas Robert Fico.
Miembro de la UE, la OTAN y de la zona del euro, Eslovaquia es vista por muchos como un ejemplo de cómo las campañas rusas de propaganda y desinformación pueden polarizar a la población de un país europeo.
Nada más llegar al poder, la coalición del socialdemócrata partido SMER con el ultranacionalista SNS y otro partido socialdemócrata, paralizó la generosa ayuda militar que Eslovaquia venía prestando a Ucrania.
Por ello, el SMER acabó siendo expulsado del grupo socialdemócrata del Parlamento Europeo.
Un nuevo embiste de desinformación inundó el país en mayo pasado con una proliferación de noticias falsas y teorías conspirativas, sin pruebas, de que Ucrania estuvo detrás del atentado que casi le costó la vida a Fico, perpetrado por un jubilado que le disparó cinco tiros.
El líder eslovaco, que acabó recuperándose, defiende una negociación y acuerdo de paz con Rusia aunque implique pérdidas territoriales para Ucrania, y asegura que vetará un eventual ingreso de Ucrania en la OTAN o en la UE.
Si bien permite que empresas privadas suministren municiones y armas a Ucrania, Fico -al igual que Orbán- arremete contra sus propios socios occidentales que apoya con armamento a Kiev y los tilda de “belicistas”.
También se muestra contrario a aumentar las ayudas financieras europeas a Ucrania en caso de que Estados Unidos, bajo Donald Trump, deje de apoyar a Kiev.
Rumanía es la última pieza en el mapa europeo que corre peligro de caer bajo influencia rusa, como se pudo ver en unas polémicas elecciones presidenciales, cuya primera ronda fue ganada contra todo pronóstico por el prorruso Calin Georgescu.
Ante los abrumadores indicios, según los servicios de inteligencia, de una injerencia rusa en la campaña de Georgescu, el Tribunal Supremo de Rumanía acabó anulando las elecciones, que deberán ser repetidas en primavera de 2025.
El ultranacionalista, un admirador del líder ruso, Vladimir Putin, es crítico con la UE y la OTAN. Aseguró no haber gastado nada en su campaña electoral -realizada sobre todo en la red social TikTok- lo que expertos consideran imposible.
Decenas de pseudomedios y cuentas de redes sociales vinculadas con Rusia participaron en una ofensiva a favor de Georgescu, lo que acabó viralizando sus mensajes y vídeos.
Eso lo llevó de un modesto 6 % en las encuestas hasta la victoria con un 23% en la primera ronda electoral que fue finalmente anulada.
Según las pesquisas de los servicios secretos rumanos, hubo más de 85,000 ciberataques a los sistemas electorales de Rumanía antes y durante los comicios.
La polémica decisión de anular las elecciones presidenciales fue anunciada dos días antes de la segunda ronda electoral y cinco días tras los comicios legislativos, en los que las fuerzas ultranacionalistas habían duplicado sus apoyos.
Encabezados por los socialdemócratas PSD, una coalición de cuatro partidos europeístas acordó tras los comicios formar un nuevo Gobierno y crear un “cordón sanitario” en torno a los tres partidos ultranacionalistas AUR, POT y S.O.S. Rumanía.
El nuevo Gobierno deberá organizar las nuevas elecciones presidenciales en primavera de 2025, mientras que la Fiscalía investiga al entorno de Georgescu por una posible financiación ilegal de su campaña electoral y otros delitos, que podría conducir a su inhabilitación como candidato.