Tailandia tiene nueva primera ministra, pero los mismos agentes de poder
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El Parlamento tailandés eligió a Paetongtarn Shinawatra de 37 años, heredera de una poderosa y polarizante dinastía política tailandesa, como nueva primera ministra del país
TAILANDIA- La elección de un candidato progresista en 2023 terminó casi una década de régimen militar. Quince meses después todo ha cambiado, pero sin la intervención de los votantes.
Podría haber sido una nueva era para la democracia tailandesa.
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El año pasado, el público puso un rotundo fin a casi una década de régimen militar, otorgando un mandato electoral a un partido progresista y a un contundente candidato a primer ministro que no representaba a ninguno de los antiguos poderosos.
Apenas 15 meses después, las cosas son completamente diferentes, y los votantes no han tenido nada que ver con ello. El partido ganador ha sido disuelto y a su candidato se le ha prohibido ejercer el cargo. El hombre elegido por consenso entonces para formar un gobierno como primer ministro fue abruptamente destituido por un alto tribunal esta semana.
El viernes por la mañana, el Parlamento dio su siguiente paso, eligiendo a Paetongtarn Shinawatra, de 37 años, heredera de una poderosa y polarizante dinastía política tailandesa, como nueva primera ministra del país.
Para muchos tailandeses, las decisiones tomadas la semana pasada fueron la más reciente prueba de que el país está controlado por un estamento militar y monárquico empeñado en negar la voluntad del pueblo, utilizando los tribunales y la presencia del ejército para abrirse camino.
El repentino ascenso de Paetongtarn parece haber zanjado un periodo de limbo político, al menos por un tiempo; pero también ha aumentado la frustración de votantes y activistas políticos que habían trabajado dentro del sistema democrático.
“No entiendo a qué juegan”, dijo Nawaphon Thoopkaew, de 23 años, estudiante de la Universidad Kasetsart. “¿Y para qué?”
La elección de Paetongtarn fue el resultado de una negociación secreta de dos días que comenzó horas después de que la Corte Constitucional destituyera al anterior primer ministro, Srettha Thavisin, por una acusación de violación a las normas de ética. Paetongtarn obtuvo 319 votos en la Cámara de Representantes, superando los 247 que necesitaba. No hubo más candidatos.
“Espero poder hacer mi mejor esfuerzo para que este país salga adelante”, dijo Paetongtarn a los periodistas, visiblemente nerviosa. Y añadió: “Me tiemblan las manos”.
La aceptación de la candidatura por parte de Paetongtarn sorprendió a algunos observadores. Personas de su entorno habían dicho anteriormente que no quería meterse en la lucha. El currículum de Paetongtarn, ex subdirectora ejecutiva de una empresa familiar de gestión hotelera, es limitado para alguien que busca el liderazgo nacional, ya que solo ha desempeñado funciones de asesoramiento, en lugar de gobernar directamente.
Pero es hija de Thaksin Shinawatra, el magnate que en su día dirigió el país como primer ministro. Tras su derrocamiento por un golpe militar en 2006, sus partidarios se enfrentaron a las fuerzas anti-Thaksin en violentas protestas callejeras que se prolongaron durante años. Incluso durante los casi 17 años que permaneció en el exilio autoimpuesto, sus partidos políticos y los candidatos que elegía siguieron ganando elecciones.
Paetongtarn estuvo entre esos candidatos en las elecciones del año pasado, una de las primeras favoritas del partido Pheu Thai. Su juventud suponía un posible atractivo para una generación de votantes que se ha acercado a la oposición, mayoritariamente joven.
El jueves por la noche, cuando se presentó su candidatura a primera ministra, Paetongtarn declaró a los periodistas que es muy cercana a su padre, quien siempre le da consejos.
Si su principal ventaja es ser una Shinawatra, ese también es uno de sus mayores problemas. La política tailandesa es peligrosa, y pocos lo saben tan bien como su familia.
Su tía, Yingluck, la primera mujer primera ministra de Tailandia, fue derrocada en un golpe de Estado en 2014 y tuvo que huir del país. Su tío Somchai Wongsawat también fue destituido como primer ministro cuando la Corte Constitucional ordenó la disolución de su Partido del Poder Popular en 2008.
El ascenso de Paetongtarn significa que Thaksin vuelve a estar al frente de la política tailandesa, una perspectiva impensable hasta hace unos años. Su retorno, en parte, fue puesto en marcha por sus rivales, empezando por la victoria del Partido Avanzar el año pasado.
Los resultados de las elecciones sorprendieron a una clase dirigente que veía a este partido, que había defendido la modificación de una ley que tipifica como delito las críticas a la monarquía, como una grave amenaza. Bloquear su ascenso exigía aliarse con Thaksin, cuyo partido, Pheu Thai, era el segundo más importante de la coalición ganadora.
Al final, Pheu Thai desertó y se unió a los conservadores. Cuando Thaksin regresó por sorpresa a Tailandia, pronto quedó claro cuál era el acuerdo. Aunque fue condenado a ocho años de prisión por corrupción y abuso de poder, no tuvo que pasar ni un solo día en la cárcel.
Pero parece que Thaksin ha vuelto a caer en desgracia con la clase dirigente. En junio fue acusado de insultar a la monarquía. Al mismo tiempo, el caso contra el primer ministro Srettha, su protegido, empezó a avanzar, terminando con su destitución por parte de la Corte Constitucional el miércoles.
Ahora es el turno de Paetongtarn, quien será observada minuciosamente por los rivales de Thaksin y por la clase dirigente.
Mientras tanto, los 72 millones de tailandeses que parecen no poder escapar de un agotador ciclo de elecciones, disoluciones de partidos, protestas y golpes de Estado, experimentan una desalentadora sensación de déjà vu.
La agitación política ha hecho mella en la economía tailandesa, que alguna vez fue pujante y hoy es una de las más débiles de la región. Muchos de los jóvenes profesionistas del país están decididos a abandonar Tailandia, en parte debido a la política.
“Esto demuestra que el voto de los tailandeses no importa realmente, porque en una semana la corte ha privado de sus derechos a más de 14 millones de votantes y ha desbancado a un primer ministro elegido democráticamente”, dijo Napon Jatusripitak, profesor visitante del Programa de Estudios sobre Tailandia del Instituto ISEAS-Yusof Ishak de Singapur.
“Para mí, esto equivale a un golpe judicial que no solo anuló los resultados de las elecciones, sino que establece un precedente legal muy peligroso que permite a las instituciones judiciales intervenir y controlar el poder de futuros gobiernos elegidos democráticamente durante muchos años”.
Otros dicen que aún hay lugar para el optimismo. Una característica sorprendente de Tailandia es que, a pesar de toda la represión en las altas esferas, el compromiso cívico y la participación electoral siguen siendo altos. El país cuenta con una oposición dinámica y con organizaciones de la sociedad civil que no temen alzar la voz.
“Lo único que, para bien o para mal, está realmente consagrado en este sistema, es la idea de celebrar elecciones, independientemente de la seriedad con que se tomen”, dijo Michael J. Montesano, investigador principal asociado del Programa de Estudios sobre Tailandia del Instituto ISEAS-Yusof Ishak.
A diferencia de ocasiones anteriores en las que se interfirió con la democracia, el público no ha salido a las calles para protestar por las más recientes maquinaciones. El Partido Avanzar, que obtuvo el mayor número de votos en las elecciones del año pasado y luego fue inhabilitado, ha recordado constantemente a los ciudadanos que se hagan escuchar a través de las urnas.
El partido ya tiene un sucesor que promete seguir luchando: el Partido Popular. Sus simpatizantes creen que una nueva victoria electoral del partido dentro de tres años podría dificultar el repudio de los resultados por parte de la clase dirigente.
A las pocas horas de su lanzamiento, el pasado viernes, ya había superado su objetivo de recaudación de fondos, tres semanas antes de lo previsto.
Kasit Piromya, exministro de Asuntos Exteriores, señala que la mayoría de los generales y los jefes de los partidos políticos tailandeses tienen más de 70 años, mientras que el Partido Popular está formado por personas de entre 30 y 40 años, con ideas nuevas y una ideología firme.
“Este es el último esfuerzo de la clase dirigente para conservar el poder”, dijo.
Muktita Suhartono colaboró con reportería.
Sui-Lee Wee es la jefa del buró del sudeste asiático del Times y supervisa la cobertura de 11 países de la región. c. 2024 The New York Times Company.
Por Sui-Lee Wee, The New York Times.