La emergencia por COVID-19 llega a su fin y la vigilancia se traslada a las alcantarillas

El jueves que prescriba la emergencia de salud pública por COVID-19 en Estados Unidos, el coronavirus no desaparecerá, pero muchos de los flujos de datos que ayudaron a los estadounidenses a vigilar el virus dejarán de circular.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por su sigla en inglés) dejarán de tabular los niveles de COVID-19 en la comunidad y ya no solicitarán a los hospitales determinada información sobre casos ni datos de pruebas a los laboratorios. Además, al reducirse las pruebas gratuitas, el recuento oficial de casos (que se volvió menos confiable a medida que los estadounidenses recurrían a las pruebas caseras) puede alejarse aún más de la realidad.

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No obstante, los expertos que quieran seguir de cerca el virus seguirán teniendo una opción valiosa: las aguas residuales.

Las personas infectadas por el coronavirus eliminan el patógeno en sus heces, independientemente de si se someten o no a la prueba de COVID-19 o si reciben atención médica, lo que les permite a las autoridades hacer un seguimiento de los niveles del virus en las comunidades a lo largo del tiempo y vigilar la aparición de variantes nuevas.

Esta estrategia se amplió con rapidez durante la pandemia. El Sistema Nacional de Vigilancia de Aguas Residuales, que los CDC establecieron a finales del 2020, ahora incluye datos de más de mil 400 puntos de muestreo, distribuidos en 50 estados, tres territorios y 12 comunidades tribales, explicó Amy Kirby, directora del programa. Los datos cubren a unos 138 millones de personas, más del 40 por ciento de la población de Estados Unidos, señaló Kirby.

Pero la vigilancia de las aguas residuales sigue faltando en muchas comunidades y es necesario seguir trabajando para convertir lo que comenzó como una acción específica ante una emergencia en un sistema nacional sostenible, según los expertos. Además, los funcionarios tendrán que pensar muy bien cómo utilizan la información a medida que la pandemia siga evolucionando.

“El estado de las aguas residuales tiene que mejorar”, aseveró David O’Connor, virólogo de la Universidad de Wisconsin en Madison. “Y nosotros debemos ser un poco más astutos para interpretar la información que arrojan las aguas residuales”.

PATRONES PANDÉMICOS

A lo largo de los últimos tres años, la vigilancia de las aguas residuales demostró ser valiosa en repetidas ocasiones. Cuando había muchas pruebas disponibles, las tendencias de las aguas residuales reflejaban el conteo oficial de casos de COVID-19; cuando las pruebas escasearon, los picos en los niveles virales en las aguas residuales proporcionaron advertencias tempranas de las olas que se avecinaban, lo cual les permitió a los funcionarios redistribuir los recursos de salud pública y a los hospitales prepararse para una afluencia de casos.

El muestreo de aguas residuales ayudó a los científicos a determinar cuándo llegaban las nuevas variantes a comunidades determinadas y a los médicos a tomar decisiones más informadas sobre cuándo utilizar determinados tratamientos, que quizá no funcionarían contra todas las versiones del virus.

“En el caso del SARS-CoV-2, nuestra vigilancia de las aguas residuales es bastante confiable en estos momentos”, comentó Marisa Eisenberg, investigadora de enfermedades infecciosas en salud pública de la Universidad de Míchigan. “De cierta manera, la hemos puesto a prueba”.

Los CDC seguirán haciendo un seguimiento de los fallecimientos y hospitalizaciones, pero suelen ser indicadores rezagados. Por lo tanto, es probable que las aguas residuales sigan siendo un sistema de alerta temprana fundamental tanto para las autoridades como para la población.

“Es útil para las personas inmunodeprimidas, que quizá quieran tomar sus precauciones”, aseveró Alexandria Boehm, ingeniera medioambiental de la Universidad de Stanford e investigadora principal de WastewaterSCAN, una iniciativa de vigilancia de las aguas residuales. “Puede ayudarnos a tomar decisiones sobre si queremos usar cubrebocas o ir a un concierto muy concurrido”.

Según los científicos, a medida que disminuyan las pruebas clínicas, la vigilancia de las aguas residuales también será una estrategia clave para seguir de cerca las nuevas variantes y evaluar la amenaza que representan. Por ejemplo, las variantes que predominan con rapidez en una alcantarilla o a cuya propagación le sigue un aumento en los índices de hospitalización local, podrían justificar una supervisión más cercana.

DATOS ABIERTOS A INTERPRETACIONES

Sin embargo, los datos no estarán disponibles en todos lados. Puesto que el sistema de vigilancia de las aguas residuales actual surgió de manera un tanto aleatoria, con la participación voluntaria de las jurisdicciones interesadas, la cobertura del país es desigual. Los puntos de muestreo de aguas residuales tienden a ser escasos (o inexistentes) en muchas zonas rurales del sur y el oeste de Estados Unidos.

Además, recolectar aguas residuales es solo el primer paso. Hacer que la información tenga lógica puede ser más complicado, advirtieron los científicos.

Entre los desafíos que mencionaron se encuentran que, ahora que muchos estadounidenses desarrollaron cierta inmunidad al virus, los picos en las aguas residuales no tienen por qué provocar la misma ola de hospitalizaciones que algunos centros esperan. Por otro lado, los científicos aún no saben si todas las variantes se van a detectar por igual en las aguas residuales.

Además, el solo hecho de identificar una variante nueva en estas aguas no representa un problema forzosamente. Por ejemplo, desde 2021, Marc Johnson, virólogo de la Universidad de Misuri, y sus colegas han encontrado decenas de variantes inusuales en muestras de aguas residuales de todo Estados Unidos.

Algunas de estas variantes son muy diferentes de la ómicron y, en teoría, podrían representar un riesgo nuevo para la salud pública, pero, al menos hasta ahora, estas variantes no parecen estar propagándose. Según Johnson, quizá procedan de pacientes particulares superpropagadores con infecciones prolongadas por coronavirus.

“Las aguas residuales son muy buenas porque te dan una visión global de lo que está sucediendo”, comentó Johnson, pero hay ocasiones, dijo, “en las que te pueden inducir al error”.

Aunque la reducción del seguimiento de los casos de COVID-19 quizá era inevitable, la vigilancia de las aguas residuales es más informativa cuando se combina con otras fuentes de datos de salud pública, según los científicos. “Me gusta pensar que es más como un flujo de datos complementario”, señaló Eisenberg.

OPTIMIZAR EL SISTEMA

La vigilancia de las aguas residuales seguirá evolucionando, dijo Kirby. Los CDC están hablando con algunos estados sobre cómo optimizar su red de puntos de muestreo, un proceso que podría implicar tanto la adición de puntos nuevos como la reducción en áreas donde múltiples puntos de muestreo están proporcionando datos que resultan redundantes.

“Esperamos que se reduzca la cantidad de ubicaciones en algunos de esos estados”, dijo Kirby. “Pero trabajaremos con ellos para ser estratégicos al respecto, de modo que no perdamos información”.

Las autoridades también están estudiando otras posibilidades. Por ejemplo, como parte del programa de Vigilancia Genómica de Viajeros de los CDC, Ginkgo Bioworks, una empresa de biotecnología con sede en Boston, está analizando muestras de aguas residuales de los aviones que aterrizan en la terminal internacional del Aeropuerto Internacional de San Francisco.

“Poner en marcha estos mecanismos indirectos que te dan una idea de lo que está sucediendo en el mundo es muy importante a medida que otros tipos de análisis empiezan a disminuir”, afirmó Andrew Franklin, director de desarrollo empresarial de Concentric by Ginkgo, el departamento de bioseguridad y salud pública de la empresa.

Según Kirby, el Plan de Rescate Estadounidense ha proporcionado fondos suficientes para llevar a cabo la vigilancia de las aguas residuales en todos los estados y territorios hasta 2025.

No obstante, su permanencia requerirá de un financiamiento continuo a largo plazo, además de la implicación constante de las autoridades locales, algunas de las cuales podrían perder interés una vez que la fase de emergencia de la pandemia termine. Guy Palmer, patólogo especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad Estatal de Washington y presidente del comité de vigilancia de las aguas residuales de la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina, asegura que “vamos a ver algunas renuncias por cansancio”.

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De esta manera, los defensores de la vigilancia de las aguas residuales esperan demostrar que sigue siendo útil, tanto para el COVID-19 como para otras enfermedades. Algunas jurisdicciones ya utilizan las aguas residuales para el seguimiento de la influenza y otros patógenos, y los CDC esperan poner en marcha protocolos de análisis ampliados para finales de año, según Kirby.

“Esto forma parte de nuestra cartera de vigilancia a largo plazo”, aseveró Kirby. “Creo que de verdad vamos a ver lo potente que puede ser una vez que salgamos de este periodo de respuesta de emergencia”.