¿Por qué México no tiene pánico a otra presidencia de Donald Trump?
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México confía en su capacidad para operar con un negociador como Trump
Por Natalie Kitroeff
Si bien hay algo de preocupación por algunos perfiles del gobierno de Donald Trump, el gobierno mexicano ha pasado meses diseñando planes para tratar todos los temas y adelantarse a cualquier propuesta extrema.
En su camino a la presidencia, el presidente electo Donald Trump frecuentemente puso a México en la mira. Amenazó con imponer aranceles extremos a las exportaciones del país y prometió llevar a cabo deportaciones masivas. Incluso desafió la soberanía mexicana al proponer ataques militares contra los cárteles de la droga.
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México confía en su capacidad para operar con un negociador como Trump. Y aunque el gobierno se toma en serio las amenazas de Trump, y aunque hay preocupación por algunos de los candidatos propuestos para su gabinete, los funcionarios afirman que el país está mejor preparado que durante su primer mandato.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha dicho que en su gobierno “vamos a buscar ponernos en contacto con el equipo de transición del presidente Trump previo a que entre” a la Casa Blanca. El objetivo de esas conversaciones, según los funcionarios, sería llegar a acuerdos sobre cuestiones clave antes de la toma de posesión en enero.
El gobierno mexicano ha pasado meses elaborando planes para tratar todos los temas, desde el comercio hasta la seguridad y la frontera, dijeron, con el fin de adelantarse a cualquier propuesta potencialmente extrema que el nuevo gobierno pudiera considerar.
“No hay motivo de preocupación”, dijo Sheinbaum al día siguiente de las elecciones estadounidenses. “Vamos a establecer comunicación y a tener buenas relaciones”.
Algunos de los mensajes positivos podrían ser una pose para calmar a los mercados y restar importancia al verdadero alcance de los riesgos para el país. Pero a Sheinbaum y a sus colaboradores no les sorprendió la victoria de Trump.
Su equipo lleva preparándose para el regreso del expresidente estadounidense desde antes de ser electa para el cargo en junio, leyendo libros de exfuncionarios de Trump y contactando con personas clave de su círculo.
“Ya llevamos varios meses porque era el escenario que preveíamos”, dijo Marcelo Ebrard, secretario de Economía de Sheinbaum, en un foro público reciente, refiriéndose a la victoria de Trump.
Ebrard trató directamente con Trump y su equipo como secretario de Relaciones Exteriores bajo el gobierno del anterior presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y ayudará a dirigir una revisión del acuerdo comercial entre Estados Unidos, México y Canadá fijado para 2026.
López Obrador y Trump tenían lo que ambos describían como una muy buena relación, debido en parte a la voluntad del expresidente estadounidense de mantenerse al margen de los asuntos internos de México, más allá de exigir su ayuda para asegurar la frontera entre ambos países.
Ebrard dijo en el foro que “México jamás aceptaría una intervención de ningún tipo en su territorio”.
Algunos funcionarios mexicanos dijeron que podrían satisfacer las exigencias de Trump presionando para realizar arrestos de alto perfil de los líderes de los cárteles y adoptando otras medidas para desmantelar las redes de fentanilo. Argumentaron que el enfoque del presidente electo en las redes criminales podría incluso ser beneficioso, al ejercer cierta presión adicional sobre las fuerzas de seguridad del país para intensificar la lucha contra los grupos, como forma de ayudar a proteger la economía del país frente a los aranceles estadounidenses.
Los planes de deportación de Trump siguen siendo inciertos, y las autoridades mexicanas son conscientes de que, si logra expulsar a millones de mexicanos indocumentados, el país podría verse sometido a una gran presión. Pero México también se ha colocado en una buena posición para resistir las consecuencias inmediatas de las nuevas y duras medidas fronterizas.
Las medidas migratorias de México han reducido el tráfico fronterizo en los últimos meses, y algunos altos funcionarios dicen que una ofensiva de Trump disuadiría aún más a los migrantes de hacer el viaje a la frontera con Estados Unidos, al menos a corto plazo, disminuyendo la presión sobre México.
Hoy, los albergues para migrantes en el lado mexicano de la frontera están ocupados solo a la mitad, según datos del gobierno compartidos con The New York Times, lo que significa que hay espacio para albergar a los migrantes, si fuera necesario.
El gobierno tampoco está muy preocupado por la amenaza de aranceles a las exportaciones mexicanas a Estados Unidos, dijeron tres funcionarios. Algunos en el gobierno de Sheinbaum calculan que sería demasiado costoso para Trump librar simultáneamente una guerra comercial contra China y México, los dos principales exportadores a EE. UU. el año pasado.
“Hay amenazas importantes, cuando menos dichas. Pero pienso que tenemos buenos elementos”, dijo Ebrard en el foro. Una de esas ventajas: las empresas estadounidenses con inversiones en México.
“El número de empresas que están cerca de él, que tienen intereses en que vaya bien la relación con México es enorme, empezando por Tesla”, añadió Ebrard. Tesla anunció que construiría una gigafactoría en el norte de México el año pasado, aunque Elon Musk dijo este verano que estaba pausando los planes debido a la posibilidad de que Trump pusiera aranceles a los automóviles fabricados en México. Ebrard dijo recientemente que se reuniría con Musk para discutir la inversión.
Los nombramientos de halcones de China como el senador Marco Rubio, de Florida, como secretario de Estado, y el representante Mike Waltz, de Florida, como asesor de seguridad nacional, han consolidado en México la sensación de que el gobierno está enfocado en enfrentarse a Pekín.
A diferencia de China, un adversario geopolítico de Estados Unidos cuya contención se considera una prioridad de seguridad nacional, “somos sus aliados, casi inevitables, estratégicos de Estados Unidos”, dijo Gerardo Esquivel, economista y exmiembro del Banco de México, que participó en la campaña de Sheinbaum.
“La llegada de Trump, contrario al conventional wisdom, yo creo que puede ser incluso positiva” en términos económicos, dijo Esquivel.
Muchas empresas ya han trasladado plantas de China a México en los últimos años, y Esquivel dijo que las que pospusieron esas decisiones pueden “acelerar el proceso de relocalización”, lo que sería un impulso para la economía mexicana.
En materia de migración, las autoridades mexicanas esperan fuertes exigencias por parte de Trump, incluyendo posiblemente la absorción de una ola de deportados y la aceptación del retorno de la política de “Quédate en México”, implementada por primera vez en 2019. La medida obligaba a decenas de miles de solicitantes de asilo de muchas nacionalidades a esperar al sur de la frontera mientras solicitaban el estatus en Estados Unidos.
“Con Trump de vuelta para disuadir, es cierto que podría ser más fácil, pero las peticiones van a ser más duras”, dijo Arturo Rocha, un exfuncionario de inmigración en la Secretaría de Relaciones Exteriores de México bajo el mandato de López Obrador. Sin embargo, según Rocha, México tiene mucha experiencia en la reintegración de deportados y otros migrantes retornados.
“Estamos preparados para lidiar con los migrantes”, afirmó. “Podemos lograrlo, tenemos un modelo para hacerlo, tenemos operaciones que funcionan bien”.
Aparte de Estados Unidos, el lugar quizá más afectado por la oleada migratoria durante el gobierno de Joe Biden fue México. El país tuvo que hacer frente a millones de recién llegados y a redes de contrabando enriquecidas, al tiempo que realizaba la difícil labor de hacer cumplir la ley que muchos consideraban que el gobierno estadounidense subcontrataba a su vecino del sur.
“El gran número de personas que llegan a la frontera estadounidense se debe en parte a que el gobierno de Biden pospuso la toma de decisiones difíciles en materia de asilo”, afirmó Andrew Selee, presidente del Migration Policy Institute, una organización de investigación no partidista con sede en Washington.
“Trump va a ejercer la máxima presión sobre los inmigrantes indocumentados y eso disuadirá a la gente de venir, al menos durante un tiempo”, añadió Selee.
Funcionarios de migración en México dicen que se basarán en la experiencia más reciente que tuvieron lidiando con una avalancha de deportaciones, durante la administración de Barack Obama. El presidente Obama deportó a más de tres millones de personas en total, con un promedio anual de deportaciones superior al del gobierno de Trump.
“Esto no es nada nuevo”, dijo David Pérez Tejada, ex alto funcionario de inmigración en el estado de Baja California. Dijo que “es una situación que hemos sorteado y abordado antes y no tendremos ningún inconveniente en volver a lidiar con ella”.
Sheinbaum confía en que las deportaciones no afecten a las remesas que los inmigrantes envían a sus familias en México, que el año pasado superaron los 60.000 millones de dólares.
“Estamos reforzando a los consulados”, dijo recientemente la presidenta. “Decirles a nuestros hermanos, hermanas en Estados Unidos que siempre los vamos a defender”.
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