El último vagón: historias íntimas en un espacio público
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Cada que aborda el tren, en la estación Indios Verdes, lo hace con el objetivo de encontrar "nuevas aventuras sexuales". Según él, cualquiera puede "tener éxito" en el último vagón
México DF. Al estar ahí, esos hombres buscan algo. Mike asegura sin pudor que nuevas aventuras sexuales. Jorge, sólo amigos. Y David, luego de darle muchas vueltas a la pregunta, llega a la conclusión de que, en el fondo, lo que espera encontrar es una pareja, tal vez el amor. Son usuarios del último vagón del metro, pasajeros que hacen de cada viaje una oportunidad para conocer a otros hombres, ligar, tener sexo, incluso enamorarse. Al menos hasta que la próxima estación se los permita.
"Aquí no coge la más bonita, sino la más cabrona"
Ya pasan de las siete de la mañana. Es el andén de la estación del metro Rosario dirección Barranca del Muerto. Hora pico. El tren llega y las puertas se abren. En el último vagón los pasajeros, casi todos hombres, buscan a empujones el mejor lugar. Los primeros en subir ignoran los asientos vacíos y se van a los rincones, los que entran después se resignan y se acomodan por ahí. Una vez adentro las barreras del espacio personal desaparecen, pero eso no disgusta, al contrario. Los trenes de la línea 7, la anaranjada, recorren las entrañas más profundas de la Ciudad de México, por lo mismo son tan calientes, y sus últimos vagones, en precisos momentos del día, lo son todavía más; ahí el aire se humedece con furtivas secreciones anónimas.
En el último vagón todo es posible, y no sólo en la línea 7, sino en las 12 que conforman la red del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro: arrimones, toqueteos, masturbaciones, sexo oral, o incluso penetraciones anales. "Los que viajamos en el último vagón lo hacemos porque buscamos algo", reconoce Mike, un joven de 22 años que de lunes a viernes utiliza el subterráneo para, entre otras cosas, trasladarse a la universidad.
Cada que aborda el tren, en la estación Indios Verdes, lo hace con el objetivo de encontrar "nuevas aventuras sexuales". Según él, cualquiera puede "tener éxito" en el último vagón, pues "aquí no coge la más bonita, sino la más cabrona", asegura convencido.
"Los tímidos sólo ven pero no hacen nada; algunos te proponen con la mirada que salgas con ellos del vagón; los más atrevidos son los que se la sacan y te la enseñan, generalmente eso lo hacen más los señores", relata Mike con naturalidad.
Miraditas, guiños, ademanes, insinuaciones; se trata de un lenguaje en el que las palabras no son necesarias, quien habla es el cuerpo. Anécdotas, hay muchas:
"Hace tiempo, ya muy noche, abordé el metro en la estación Universidad. El vagón estaba casi vacío. Algunas estaciones después se subió un muchacho de aproximadamente 30 años. Como me gustó, empecé a mirarlo con insistencia hasta que se cambió de lugar y se sentó a mi lado. Entonces comencé a masturbarlo; quería que le hiciera sexo oral pero yo no me animé, porque dos chavos nos iban viendo. Así estuvimos un buen rato hasta que tomó con fuerza mi brazo y eyaculó en mi mano. De pronto se guardó de nuevo sus cosas, se subió el cierre, se levantó y se bajó del tren. Así es esto a veces, en otras ocasiones hasta puedes intercambiar números telefónicos"; recuerda Mike.
El joven aclara que, si bien él nunca lo ha hecho, sí le ha tocado ver penetraciones anales dentro del último vagón. Lo mismo asegura Jorge, un hombre de 37 años que al salir del trabajo, aborda el metro en la estación Buenavista, de la línea B, y quien afirma, entre los pasajeros del último vagón existe una especie de camaradería.
"Entre nosotros nos echamos la mano; una vez me tocó ver a dos chicos que se venían manoseando, entonces uno se bajó el cierre y el otro comenzó a hacerle sexo oral, sin importarles que el vagón viniera muy lleno; de hecho, los mismos pasajeros a su alrededor los cubrieron para que nadie más los viera".
Jorge asegura que él se sube al último vagón sólo para ver y conocer gente, hacer nuevos amigos; "ya si después se da algo sexual, con el paso del tiempo, pues está bien, pero no en el Metro, en otro lugar".
Aunque Jorge admite que no le molesta que otros pasajeros tengan encuentros sexuales en el último vagón, sí califica de "irrespetuoso" que lo hagan en presencia de personas que abordan el tren únicamente para viajar.
"En el último vagón, suben muchas personas, la mayoría somos gays, pero no todos, en ocasiones hasta van señoras con sus hijos; tener actos sexuales en frente de ellos yo digo que ya cae en lo vulgar; está bien que el Distrito Federal sea la ciudad de la vanguardia y madre y media pero pues hay que respetar", afirma Jorge.
"¡Deténgalos por cochinos!"
Es un secreto a voces. Puede que no todos los usuarios del Metro sepan lo que sucede en el último vagón, pero sí están enterados de que ahí "viajan los homosexuales"; así lo expresa un policía de la estación Tacuba, de la línea 2.
Según él, nunca ha visto a pasajeros del último vagón teniendo sexo y tampoco ha recibido quejas de otros usuarios al respecto. "Sí, de repente me ha tocado que la gente se me acerca y me dice 'mire, poli, haga algo, esos muchacho se van besando, deténgalos por cochinos', pero en ese caso uno no puede hacer nada, porque al besarse no están cometiendo ninguna infracción; ya si los viéramos teniendo relaciones sexuales entonces sí los tendríamos que remitir al Juzgado Cívico, pero no por ser gays, sino por estar cometiendo una infracción".
Con respecto a la medida que tomó el STC Metro desde febrero de 2011, de restringir el acceso a los últimos tres vagones en algunas líneas después de las 10 de la noche, el policía asegura que se hizo por una cuestión de seguridad, y no para evitar que el pasajero gay aborde estos vagones.
Dos policías que resguardan la estación Cuatro Caminos coincidieron con su compañero de Tacuba, pues explicaron que, después de las 22:00 horas, abordan el tren "muchos malandros" dedicados a robar a los pasajeros.
Sin embargo, policías de otras estaciones, entre ellas Centro Médico, proporcionaron información contraria, al señalar que los últimos vagones se dejaron fuera de servicio porque "los gays hacen de las suyas ahí". Incluso un técnico de limpieza, encargado del aseo de la estación Universidad, aseguró que la medida se debió a que los pasajeros que viajan en el último vagón "se ponen a hacer sus cosas... usted me entiende, ¿verdad, joven?", preguntó el intendente.
Controversias subterráneas
El 2 de febrero de 2011, el STC emitió un comunicado de prensa en el que anunció el cierre de los últimos tres vagones de los trenes que circulan por las líneas 1, 2, 3, 8 y B, los cuales quedaban fuera de servicio a partir de las 22:00 horas.
Aunque el STC negó que su decisión tuviera fundamentos homofóbicos y discriminatorios, la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) emitió, en septiembre del año pasado, una recomendación al respecto por considerar que esta medida no fue claramente justificada.
El 11 de octubre de 2012, el STC manifestó su rechazo a la recomendación de la CDHDF, debido a que no consideró haber violado los derechos de los usuarios del Metro, tal como lo afirmaba la Comisión.
A través de un documento, con fecha del 28 de noviembre de 2012, firmado por Francisco Bojórquez Hernández, entonces director general del STC Metro, se asegura que los últimos tres vagones de las Líneas 1, 2, 3, 8 y B ya no se cierran desde hace tres meses -lo cual, de ser así, sucede de manera irregular, pues esta agencia pudo constatar, en la estación Cuatro Caminos, que la restricción sigue vigente- además, el oficio explica que la disposición "jamás obedeció al deseo de afectar derechos humanos de grupo alguno".
Según Bojórquez, el STC no puede aceptar la recomendación pues esto implicaría "reconocer una violación que nunca ocurrió", y asegura que el objetivo de la medida siempre fue salvaguardar la seguridad de los usuarios en los horarios posteriores de las diez de la noche y disminuir "drásticamente" los índices de delincuencia al interior del STC, mismos que nunca fueron respaldados con cifras o número de denuncias presentadas por los usuarios por este motivo.
Al respecto, Motserrat Rizo Rodríguez, directora ejecutiva de seguimiento de la CDHDF, aseguró que la respuesta del STC "está fuera de contexto", pues el único organismo que puede determinar si hay o no violación de derechos humanos es la CDHDF.
Por tal motivo, la funcionaria señaló que el caso todavía no está cerrado y que el siguiente recurso del que echará mano la CDHDF, será la solicitud de una comparecencia en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, para que el sistema de transporte justifique los motivos por los que no aceptó la recomendación. "No pueden negarse nada más porque sí, deben dar argumentos; en este caso, el STC tendrá que explicar cómo es que determinó que no había violado derechos humanos, una atribución que no le corresponde".
Además de la recomendación de la CDHDF, esta restricción de los últimos vagones ha generado opiniones encontradas en algunos activistas y en usuarios de este sistema de transporte.
Armando viaja en el Metro con regularidad. Tiene más de 40 años de edad y desde que tenía 14 comenzó con sus viajes a bordo del último vagón del subterráneo. Él define al "metreo" como el "arte" de ligar en las instalaciones del Metro; un pasatiempo generalmente de los hombres que tienen sexo con otros hombres, independientemente de si son homosexuales o "curiosos heteroflexibles".
Sin embargo, Armando asegura que el sentido del último vagón ha cambiado con los años. "Antes lo primordial era reunirse con otras personas como tú, encontrar alguien con quién platicar, sentir que pertenecías a un grupo y no estabas solo; hoy el último vagón sólo es un asunto sexual que se ha desbordado; por eso me parece que, aunque errada, la medida del Metro es entendible".
Manuel Amador Velázquez y Alonso Hernández, activistas por los derechos de la diversidad sexual no sólo reprueban la medida del STC, sino que defienden al último vagón como un espacio histórico de la comunidad gay capitalina.
Velázquez, uno de los impulsores de la recomendación emitida por la CDHDF, recordó que esta no es la primera vez que las autoridades del STC se ven envueltas en casos de presunta homofobia.
Recordó que en 2007, integrantes del colectivo gay, entre ellos Manuel Amador, se manifestaron en contra de las declaraciones del entonces recién nombrado director del STC, Francisco Bojórquez, quien al inicio de su gestión se propuso "atacar el ambulantaje, la inseguridad, la prostitución y el homosexualismo" al interior del subterráneo.
De acuerdo con el activista, tanto la declaración de Bojórquez de 2007, como la restricción de los últimos vagones de 2011, son claros ejemplos de homofobia que contradicen el compromiso que el STC ha manifestado en más de una ocasión para promover la inclusión, el respeto y la no discriminación en el Metro.
Por su parte, el también historiador Alonso Hernández, criticó el rechazo que el STC manifestó frente a la recomendación de la CDHDF.
"El Metro se sigue brincando a la CDHDF; necesitamos que el sistema de transporte fije ya una postura al respecto, que se conduzca con prudencia y busque políticas públicas que permitan una integración de todas las poblaciones que viajan por el Metro; los estigmas nunca son beneficiosos para nadie".
"Una romántica historia metrera"
Pero el último vagón no sólo es sinónimo de encuentros sexuales. David, un joven de 28 años admite, con algo de pena, que el primer beso que le dio un hombre fue en el último vagón.
"Éramos compañeros en la preparatoria. Recuerdo que eran como las nueve de la noche cuando abordamos el tren en la estación Santa Anita, de la línea 4. El vagón venía casivacío, a excepción de algunos chavos que iban sentados por ahí. Platicábamos de cualquier cosa y de pronto me besó. Fue algo muy breve, una romántica historia metrera", recuerda el joven entre risas nerviosas.
David coincide en que muchos de los que abordan el último vagón "con conocimiento de causa", lo hacen en busca de sexo; pero reconoce, después de darle muchas vueltas al asunto, que al menos en su caso la búsqueda responde a otras necesidades.
"Puede que en el fondo esperamos encontrar algo más, tal vez una pareja, el amor, quizá. No lo sé, dicen que cuando más buscas algo menos llega; pero yo pienso que con cada tren que abordamos, pues hay una posibilidad, ¿no crees?", pregunta David con una ligera sonrisa en los labios.