El poderío del "príncipe del narco"

Nacional
/ 17 octubre 2007

    Badiraguato, Sin.- Recibía apoyo de la Secretaría de Agricultura, Desarrollo Rural y Pesca (Sagarpa) y era dueño de algo parecido a un castillo que, a la usanza medieval, cuenta con puente, plaza y su catedral, todo rodeado de un muro de acero y piedra de más de un kilómetro de longitud.

    Al amanecer del 2 de octubre una treintena de soldados pertenecientes al Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE), desplazados desde la Ciudad de México hace unas semanas a Sinaloa para misiones específicas, entraron a la propiedad de más de 10 hectáreas ubicada en el poblado de El Guayabito, una comunidad agrícola situada en la frontera de los municipios serranos de Mocorito y Badiraguato.

    Una fuga de información, como ocurre casi siempre en las operaciones militares en el estado, permitió que el personaje central de la trama, identificado como Víctor Emilio Cázares Gastélum, huyera con lo que el cateo de aquella mañana se saldó con el aseguramiento de seis armas, entre las que había un fusil AK-47, una escopeta R-15 y un rifle.

    Cuando los militares llegaron golpearon a una decena de jóvenes del pueblo, los encañonaron para juntarlos e interrogarlos de a uno por uno mientras se revisaba la propiedad, cuyas dimensiones permiten que sea visible desde la carretera que viene de Badiraguato y se dirige al poblado de Higuera de los Monzón.

    El testimonio de los pobladores quedó plasmado en una queja ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos interpuesta días después por Cesáreo Cázares Uriarte, encargado de la propiedad. Llegaron después de las ocho de la mañana, no traían orden de cateo y retuvieron a golpes a la mayoría de los vecinos de esta comunidad, narró el quejoso.

    Personaje poco visible

    El Guayabito se encuentra entre los poblados Majada de Abajo y Los Mapaches, no rebasa los 200 habitantes, y cuando se entra por la carretera aparecen a orilla del camino una serie de mausoleos dedicados a los difuntos del lugar que llaman la atención por los vistosos altares donde están colocadas fotos enmarcadas en madera.

    Cázares Gastélum era un personaje poco visible en el mundo del narcotráfico hasta marzo pasado, cuando la DEA lanzó una operación en California en la que detuvieron a medio centenar de personas acusadas de pertenecer a la organización de este personaje, ubicado como el principal operador en los últimos años del cártel de Sinaloa, que encabezan Ismael "El Mayo Zambada" y Joaquín "El Chapo" Guzmán. Además está acusado de introducir docenas de toneladas de mariguana a Estados Unidos y a quien por sus propiedades, fuentes policiacas en la región llaman "El Príncipe del Narco".

    Cuando su nombre apareció en los principales medios nacionales, la prensa local documentó que era uno de los beneficiarios de los programas de apoyo al campo que auspicia la Sagarpa. Sobre la identidad de Cázares aún existe un velo de misterio, pero los pobladores en las comunidades de Los Mapaches y El Guayabito lo ven como "el patrón que a todos ayuda y apoya para sacar adelante las cosechas".

    Los Cázares son un clan que desde hace tiempo son ubicados por los pobladores como "una gran familia" de esta región. Incluso, hay una comunidad cercana al Guayabito que se denomina Zapote de los Cázares. Exclusivo puente

    Pero la propiedad asegurada por las autoridades federales bien podría ser por sí sola un solo poblado. Comienza con una mansión a la que se entra por un portal vigilado por cámaras que comunica hacia una serie de jardines, que sirven de marco a los juegos infantiles que rodean una parroquia construida en roca, concreto y vitral con dos torres de más de 50 metros de altura. Le sigue un kiosco de teja roja sostenido por cuatro columnas de piedra, desde donde se aprecia a un costado el río, el cual para la población en general se tiene que atravesar por un vado inaccesible en tiempo de lluvia, mientras que los dueños del rancho levantaron un puente que conecta esta propiedad con un extenso campo agrícola delimitado por un muro de tubos de metal.

    Este panorama aparece a orilla de la carretera que, conforme se avanza y se atraviesa el vado, continúa a lo largo del camino desde donde se aprecian los campos, donde caballos y ganado pastaban en otro tiempo.

    Metros adelante está el casco de la hacienda cuyos accesos lucen sellos de asegurado que advierten que la propiedad, abandonada por los militares el jueves pasado, está bajo resguardo de las autoridades locales. De sus propietarios en este pueblo nadie dice nada.

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