¿Y por qué desaparecen las fuentes radiactivas en México?

Nacional
/ 10 agosto 2016

Este fin de semana desapareció la séptima fuente con material radiactivo en menos de tres años en el país, pero según la autoridad, los ladrones no se enteran de lo que roban

México.- En México es frecuente la desaparición de fuentes radiactivas. Desde diciembre de 2013 a la fecha han sido robados siete contenedores con materiales como iridio, cobalto y cesio, altamente peligrosos para los seres vivos si se exponen directamente a ellos. Este fin de semana fue robada la séptima en el norteño Estado de Sonora y apareció pocas horas después. Estos robos, sin embargo, son involuntarios: según las autoridades, quienes hurtan las fuentes radiactivas no saben lo que se están llevando.

“En los 25 años que llevo en la autoridad reguladora, todos los robos que ha habido de material radiactivo han sido por llevarse el vehículo para venderlo, y por ahí botan el material sin ninguna importancia para los delincuentes”, explicó Mardonio Jiménez, director de supervisión operativa de la Comisión de Seguridad Nuclear (CNSNS) mexicana.

Según el funcionario, el robo de fuentes es incidental pero ocurre por el descuido de los conductores que transportan los materiales, quienes infringen el reglamento al aparcar los vehículos en la vía pública o viajar sin los debidos señalamientos de alerta sobre material radiactivo.

En los últimos seis años han sido robados 423.495 vehículos asegurados en México, según la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros, que cada año reporta el número de robo de coches. La entidad en la que típicamente ocurren más robos es el central Estado de México, donde se ubica también el depósito de desechos radiactivos de Maquixco

“El motivo ha sido llevarse el vehículo porque lo abandonaron en la calle los permisionarios, por alguna razón, violando las disposiciones del reglamento de seguridad radiológica, y es como poner una doncella a mitad de la noche esperando que no le pase nada”, expresó el físico.

En los últimos dos años y medio han ocurrido siete de estos robos, el más grave de ellos en diciembre de 2013, cuando los conductores que recorrieron la mitad del país llevando una fuente de cobalto 60 aparcaron cerca de una gasolinera y se quedaron dormidos en el vehículo. “Pero no tenían por qué estar ahí, para eso están los hoteles con estacionamiento”, advirtió Mardonio Jiménez.

La fuente había tenido uso médico en un hospital público en la ciudad de Tijuana, en la frontera con Estados Unidos, y al no necesitarla más, fue enviada al depósito oficial de desechos radiactivos del municipio de Maquixco, en el central Estado de México. “La transportaron más de 2.000 kilómetros y ya cerca del depósito, descuidan el vehículo y se lo roban”, agregó el director de Seguridad Radiológica de la CNSNS, Alejandro Cortés. Los delincuentes desmantelaron el coche y la fuente para vender las partes, pero en algún momento abandonaron la fuente en un predio, quizá al enterarse de que las autoridades buscaban un material radiactivo en esa entidad. El cobalto 60 es uno de los materiales más peligrosos, pero no provoca daños graves mientras no esté abierta la cápsula que lo contiene, por lo que solo se reportó síndrome de radiación aguda en algunas personas involucradas con el robo.

Otros casos han sido menos afortunados. En Brasil, hace casi 30 años, un hospital de radioterapia cerró pero dejó en sus instalaciones abandonadas una fuente de cesio 137, el más peligroso de los materiales radiactivos, no por su intensidad sino por su larga vida: emite radiación hasta por tres décadas. Unos chatarreros la encontraron, se llevaron el pesado contenedor por sus 600 lucrativos kilos de metal; lo abrieron a martillazos y hallaron una cápsula con 100 gramos de un polvo azul brillante. La familia y las personas cercanas al dueño de la chatarrería jugaron con el polvo, una niña comió un bocadillo con la mano impregnada de cesio. Todo un pueblo se contaminó al paso de las personas que tocaron el material radiactivo: cuatro fueron desahuciados y murieron en pocas horas. Y todo lo que se contaminó sigue emitiendo radiación hasta la fecha. Todo por 600 kilos de metal para vender.

En México no ha ocurrido un desastre de esa magnitud, pero el de Ciudad Juárez en 1983 estuvo cerca. Una unidad de teleterapia con cobalto 60 fue abandonada en un almacén porque su importación era ilegal. Un empleado de mantenimiento la robó para venderla como chatarra, perforó el contenedor y lo llevó hasta un depósito. El fierro fue adquirido por un fabricante de mesas, otro de barras de refuerzo para construcción, y el cobalto se diseminó por el pueblo: 814 edificios adquirieron altos niveles de contaminación -incluidas escuelas- y 4.000 personas quedaron expuestas a la radiación.

De acuerdo con los funcionarios de la Comisión de Seguridad Nuclear, todas las fuentes radiactivas están rotuladas y tienen claras indicaciones sobre su peligrosidad, pero muchas personas desconocen lo que significan los símbolos de radiactividad. Algunos de los robos ocurren porque los permisionarios no portan los señalamientos en sus vehículos, para evitar ser detenidos en la carretera por llevar materiales peligrosos, pero la autoridad no puede verificar esto porque el vehículo robado aparece ya desmantelado.

Además, indicó el director de Supervisión Operativa, inspeccionar frecuentemente a las empresas que tienen licencia para usar estos materiales es impráctico y materialmente imposible, ya que en el país hay alrededor de 2.000 permisionarios (de industria y medicina) y la comisión no tiene suficiente personal para vigilarlo de manera permanente. “Andar tras de todos con escasos 30 inspectores, está en chino”, dijo Mardonio Jiménez.

La reglamentación también queda rebasada por la práctica diaria en México. No existe un reglamento específico para transporte de materiales radiactivos, de manera que la autoridad se ciñe a las reglas del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). La CNS trabaja actualmente en uno propio, pero hasta el momento sólo cuenta con un reglamentogeneral de seguridad radiológica, que no ha sido modificado ni actualizado desde su creación, en 1988.

Tras el accidente de Ciudad Juárez, la Agencia Internacional de Energía Atómica publicó un reporte con el recuento de los daños y las lecciones que dejó dicha catástrofe, entre las cuales, menciona que “el hecho de que haya regulaciones no es suficiente para prevenir violaciones”.

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