Países del G7 discuten sobre los ambiciosos compromisos para combatir el cambio climático
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Piensan en relajar los compromisos para eliminar de manera gradual el uso de combustibles que emiten carbono, como el gas y el carbón
En teoría, las democracias industrializadas más grandes del mundo han acordado dejar de usar combustibles fósiles en poco más de un cuarto de siglo y hacer la transición a nuevas fuentes de energía, como la solar y la eólica, tan pronto como les sea posible.
Pero cuando los líderes del Grupo de los Siete se reunieron en Hiroshima, Japón, para celebrar su reunión anual, algunos países estuvieron discutiendo acerca de si relajar los compromisos para eliminar de manera gradual el uso de combustibles que emiten carbono, como el gas y el carbón, a tiempo para evitar los peores efectos del calentamiento global.
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El comunicado final de la reunión, publicado el sábado en la tarde, tenía unos términos solicitados por Japón que permitiera seguir invirtiendo en algunos tipos de centrales eléctricas de carbón que el gobierno japonés está ayudando a financiar. Pero los líderes solo modificaron un poco los términos de la reunión del año pasado que respaldaba algunas inversiones nuevas en infraestructuras de gas natural. Alemania, país que en 2022 presionó para su aprobación cuando intentaba sustituir las importaciones del gas ruso a raíz de la invasión de Ucrania, había tratado de ampliar los términos este año.
La batalla tras bastidores puso de relieve los retos políticos, económicos y prácticos con los que se han topado muchos países del G7 cuando intentan agilizar la transición de energía a nivel global con billones de dólares en incentivos del gobierno.
Afectados por la invasión a Ucrania, los países europeos se están apresurando a asegurar fuentes de gas natural para mantener las luces prendidas. Al mismo tiempo, los países como Japón, e incluso hasta cierto punto Estados Unidos, están tratando de proteger sus antiguas inversiones en la industria de los combustibles fósiles, tanto en su propio país como en el extranjero.
Estados Unidos y sus aliados actuaron con rapidez todo el año pasado para incentivar las inversiones en energía solar y eólica, la tecnología de vehículos eléctricos, la tecnología para apoyar la eficiencia energética y otras medidas destinadas a disminuir la emisión de gases de efecto invernadero y desacelerar el aumento de la temperatura global. Al mismo tiempo, han tomado lo que las autoridades llaman medidas provisionales, pero fundamentales, para que los combustibles fósiles sigan llegando a los mercados mundiales, tanto para evitar una crisis de electricidad en Europa como para mantener los precios de la gasolina en todo el mundo.
Esos esfuerzos incluyen la medida de establecer un tope al precio del petróleo ruso, la cual se estuvo calificando como un éxito en las reuniones de este fin de semana. Este tope de hecho permite que Rusia siga exportando petróleo, pero con descuentos; mantener su petróleo crudo en los mercados ha ayudado a conservar los precios de la gasolina a nivel global.
Pero han estallado tensiones relacionadas con los esfuerzos de algunos países para bloquear su acceso a los combustibles fósiles durante las próximas décadas. De acuerdo con tres personas informadas sobre los debates, el gobierno alemán, preocupado por garantizar la energía suficiente para impulsar su economía, presionó en Hiroshima para que se relajaran los objetivos que publicaron los líderes el año pasado, unos meses después de que iniciara la guerra de Rusia en Ucrania.
La declaración de 2022 apoyaba las inversiones públicas en gas, pero solo en “circunstancias excepcionales” y como una “respuesta provisional” para liberar a los países de la dependencia de los energéticos rusos. Según el comunicado, ninguna ampliación debería alejar a los países de su compromiso de disminuir la emisión de gases de efecto invernadero. La declaración de 2023 repitió esos objetivos y no llegó mucho más lejos.
“Es preciso agilizar la reducción gradual de nuestra dependencia de los energéticos rusos, por ejemplo, mediante el ahorro de energía y la disminución de la demanda de gas, en una forma que sea compatible con los compromisos de París”, decía, refiriéndose al emblemático acuerdo climático de París, “y hacer frente al impacto que ha tenido la guerra de Rusia a nivel mundial sobre el suministro de energía, los precios del gas y la inflación, y en la vida de la población, reconociendo la necesidad primordial de acelerar la transición a energías limpias”.
El Reino Unido y Francia se pronunciaron en contra de la iniciativa de Alemania. El gobierno de Biden se encontró atrapado entre la defensa de la propia ambiciosa agenda del presidente para el cambio climático y apoyar el objetivo de los aliados de Estados Unidos de aumentar su acceso a los combustibles fósiles.
El repentino fomento a esos combustibles alarmó a los ambientalistas, quienes señalaron que apoyar las inversiones públicas en el gas no es compatible con los compromisos que hicieron los países en Glasgow, Escocia, en 2021 de mantener el aumento de la temperatura global 1.5 grados Celsius, o 2.7 grados Fahrenheit, arriba de los niveles previos a la revolución industrial.
“El G7 debe decir con claridad cómo pretende mantener el límite de 1.5 grados Celsius y promover el cambio a las energías limpias a nivel global”, señaló Mary Robinson, expresidenta de Irlanda. “Este es el momento. La crisis climática nos acecha”.
El Reino Unido y Francia sostienen que ya ha pasado la crisis inmediata de los energéticos y que Europa impidió un posible desabasto de energía este invierno. Alemania ha construido su primera terminal de gas natural licuado y espera construir más.
Japón también tiene interés en un mayor desarrollo de gas natural. De acuerdo con los ambientalistas, durante una reunión de los ministros del medioambiente de los países del G7 en Sapporo, Japón, el mes pasado, los representantes japoneses presionaron para que el grupo respaldara una mayor inversión para el desarrollo de yacimientos de gas en Asia.
Un funcionario del ministerio de relaciones exteriores de Japón, quien habló con la condición de conservar su anonimato, comentó que Japón, que depende de las importaciones de energéticos, necesitaba gas natural para su seguridad energética y además quería ayudar a otros países a usar gas natural licuado como una manera de realizar la transición del carbón.
Kaname Ogawa, director de la división de infraestructura de suministro eléctrico en el Ministerio de Economía, Comercio e Industria, señaló que Japón estaba comprometido en general a disminuir su utilización de gas natural, pero que había solicitado nuevos contratos para importar gas mientras otros ya habían expirado. El gas natural licuado representa más de una tercera parte de la generación de energía de Japón y cerca del diez por ciento de ese gas procede de Rusia.
Japón presionó mucho en la reunión de Sapporo para evitar que los ministros del medioambiente comprometieran al G7 a sostener un debate serio para reducir de manera gradual el uso del carbón. A diferencia de otros países del grupo, Japón, el cual extrae del carbón cerca del 30 por ciento de su energía, se rehusó a registrarse para reducirlo a cero en el año 2030.
“Nuestra estructura eléctrica difiere de manera importante de la de otros países”, señaló Ogawa. “Vamos a introducir energías renovables e incrementaremos los combustibles no fósiles tanto como sea posible, pero al mismo tiempo, a fin de mantener nuestra seguridad de energía eléctrica, tenemos que seguir usando carbón”.
En un “plan de acción para una economía de energías limpias” publicado el sábado, el grupo de los 7 reconoció que “hay diversas rutas según la situación energética, las estructuras sociales e industriales y las condiciones geográficas de cada país”.
Un alto funcionario de Estados Unidos señaló que el gobierno de Biden estaba insistiendo en “no retroceder en el combate al cambio climático” en los términos de inversión en gas. El funcionario, quien habló con la condición de conservar su anonimato, explicó que el financiamiento público para infraestructuras de gas solo debería permitirse en “ciertas circunstancias” y tendría que seguir siendo compatible con el plan de los países de dejar de liberar gases de efecto invernadero a la atmósfera antes de 2050.