2025: ¡A reconstruir las esperanzas!

Opinión
/ 22 enero 2025

La democracia no inyectó la esperanza en el cuerpo de esa humanidad atemorizada y confundida

Un retador 2025 inicia: la humanidad negada a entender el cambio de época que inmisericorde le arrastra en un tsunami de incertidumbre opta por retornar a un pasado ya conocido en el cual priva la rigidez autoritaria, la desmesura populista y la nostalgia atrincherada para abrazar un cadáver putrefacto y maloliente a un rancio pesimismo.

La regresión es comprensible, aunque no justificable. Los tiempos actuales están dislocados del imaginado ideal de progreso ascendente y evolutivo. Hoy, la racionalidad que prefiguró el destino de la humanidad es absorbida por el hoyo negro de la banal frivolidad del instante plasmado en redes sociales. La realidad cotidiana parece no tener asideras firmes, pues se desvanece frente a nosotros ante nuestra mirada en un momento sorprendida, pero hoy normalizada.

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La democracia no inyectó la esperanza en el cuerpo de esa humanidad atemorizada y confundida. Erró al pensar que podría hacerlo aparejada a un poscapitalismo, rapaz y depredador, nutrido por las élites económicas y políticas.

¿El resultado? Las masas empobrecidas, las marginadas de la tierra, encontraron al Mesías −con nombre distinto− para encontrar su redención, aunque sepan que no colmará su fallida esperanza porque será ilusoria: efímera y violenta.

Con ello, los tiempos distópicos, bajo el visaje de juegos del hambre, fueron inaugurados bajo una consigna deshumanizante: domesticar al hombre y su sueño por construir una sociedad a imagen y semejanza de su mejor versión.

La consigna, entonces, será anticivilizatoria: cerrar las fronteras contra toda migración proveniente de los países del sur; colonizados, conquistados y expoliados de sus riquezas por los países del norte u occidentales. Criminalizar y expulsar a los migrantes. Revivir el nacionalismo a ultranza con rasgos de pureza étnica y racial. Establecer el modelo hetero-patriarcal como único. Reducir las garantías individuales a su mínima expresión: en particular, la libertad de expresión y, su caja de resonancia: las redes sociales. Y desconocer el cambio climático.

Esos gobiernos, que incluyen a Trump, Putin (Rusia), Narendra Modi (India), Erdogan (Turquía), Orbán (Hungría), Milei (Argentina), Maduro (Venezuela) y Sheinbaum (México), entre otros, buscarán triturar, de distintas maneras, esa “aritmética galáctica repleta de billones de años, con al menos 200 billones de galaxias, incluido nuestro cercano vecino Andrómeda, a 2 mil 537 millones años luz de distancia.

“También, buscarán acabar con los 10 sextillones de estrellas que suman más que los granos de arena de nuestras playas (porque nosotros, los seres humanos, somos parte de ese universo).

“(Irán también por nuestro) nanoscópico microcosmos; el oxígeno que respiramos, el nitrógeno de nuestro ADN, el calcio de nuestros dientes y el hierro de nuestra sangre que provienen del interior de las estrellas que colapsaron antes que nuestro sistema solar fuera formado”.

En esencia, esos gobernantes, buscarán difuminar “ese legado del polvo de estrellas” que somos nosotros: los seres humanos con el intrincado −inmenso y complejo− de nuestro “cerebro, andamio de nuestra consciencia, con 90 billones de neuronas en sinapsis permanente para dar luz a nuestro ser.” Sin olvidar, claro, “los siete octillones de átomos de nuestro cuerpo”.

Ellos buscarán acabar con esa belleza cósmica extraordinaria que fusiona al hombre con el universo y la naturaleza y, por ende, con su capacidad para sobrevivir bajo su mejor versión en esta tierra.

Por ello, a la par de este entorno deshumanizante y violento, sin ignorar nuestra responsabilidad histórica como humanidad en el cambio climático y en el colapso de varias civilizaciones como esta, la nuestra, en grave riesgo de extinción, toca alumbrar las esperanzas, por pequeñas que sean al inicio; sin idealismo visceral o voluntarismo desesperado, pero sí con una actitud de autocrítica, humildad, compasión, paciencia, determinación y una radical fe en nosotros mismos y en la humanidad que nos hermana a todos con un mismo destino en este planeta llamado tierra, situado en un cosmos infinito y maravilloso.

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