Acuífero de Zapalinamé: hay que evitar su sobreexplotación

Opinión
/ 11 noviembre 2024

Revertir la sobreexplotación de los acuíferos de los cuales nos abastecemos es una tarea urgente, pues de otra forma nos dirigimos al colapso del sistema de suministro

Para nadie constituye una novedad escuchar que la Región Sureste de Coahuila −igual que la mayor parte de la entidad− depende exclusivamente del agua subterránea para subsistir. Y justo por ello resulta indispensable contar con mejores mecanismos de gestión del líquido.

La circunstancia señalada líneas arriba implica también que estemos permanentemente atentos a la evolución de las reservas de agua de la región, sobre todo en épocas de sequía, cuando la recarga de los mantos acuíferos es mucho menor y el abatimiento de estos puede alcanzar niveles de riesgo.

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El monitoreo, que obliga a la racionalidad, debe dar paso al diseño e implementación de políticas orientadas a mejorar la gestión, de forma que nunca nos ubiquemos en la zona de riesgo, sino que la disponibilidad de agua para el abastecimiento de las zonas urbanas se encuentre permanentemente asegurada.

El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo al fuerte abatimiento que registran los pozos del acuífero de Zapalinamé, uno de los que abastecen a Saltillo del vital líquido.

De acuerdo con datos de Agsal, la empresa responsable de administrar el sistema de agua de la ciudad, los 13 pozos a través de los cuales se extrae agua del citado acuífero han sufrido un abatimiento de entre 55 y 65 metros en los últimos cuatro años, lo cual es indicativo de un hecho puntual: se está extrayendo más agua de la que se recarga.

No hace falta ser un especialista en cuestiones hidráulicas para llegar a la conclusión correcta: si a un pozo se le saca más agua de la que le ingresa, el persistir en esa actividad tendrá como resultado inevitable que la fuente del líquido se agote.

Impedir que eso ocurra debe ser una prioridad para las autoridades de todos los órdenes de gobierno, y no solamente para la empresa operadora del sistema. E impedirlo solamente puede lograrse revirtiendo la situación actual, es decir, dejando de extraer más agua de la que ingresa al acuífero.

Pero lograr eso no es algo que ocurrirá simplemente dando la orden de que ocurra, pues de lo que se trata es de que alcancemos el equilibrio entre las necesidades de la ciudad y la disponibilidad existente.

Para decirlo con mayor claridad y sin ambigüedades, se requiere un “plan maestro” de gestión del agua que garantice el uso más eficiente, en el largo plazo, del líquido del cual disponemos. Y contar con una hoja de ruta de esa magnitud no es algo que ocurrirá simplemente porque alguien chasquee los dedos o gire la orden correspondiente.

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Porque, por otro lado, no basta con tener el plan −que es algo indispensable− sino que además resulta necesario ejecutarlo, es decir, llevarlo a cabo sin desvíos ni holguras excesivas.

Porque aun cuando el abatimiento actual de los pozos de Zapalinamé no parece haber encendido los focos rojos, porque estos aún están en “nivel de maniobra”, ni duda cabe que los números muestran que nos estamos acercando a la zona de crisis.

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