Hay dos perritos célebres de la internet que la gente suele confundir, ya que son muy parecidos, no obstante representan cosas distintas y a veces diametralmente opuestas. No sufra, aquí le ayudo a diferenciarlos:
Debido a complicaciones relacionadas con la leucemia que enfrentaba, el perro Kabosu murió el pasado 24 de mayo a la avanzada edad de 18 años.
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Era un simpático ejemplar de la raza Shiba Inu que alcanzó notoriedad global a partir de 2013, gracias a una foto que se viralizó como meme.
La instantánea (tomada en 2010 por su dueña, la maestra Atsuko Sato) muestra al perrito sentado cómodamente en un sofá, aunque mirando de reojo a la cámara, lo que le da un curioso aire de introspección.
Cuando a la imagen se le agrega un texto, las posibilidades para hacer humor de internet son casi infinitas.
En “occidente” se le conoce como “Doge” y de allí que la criptomoneda que usa su perruna efigie como imagen oficial se llame “Dogecoin”.
Nuestra segunda celebridad perruna es el también Shiba Inu, conocido como “Cheems”, nombre que es una contracción de “Cheemsburger”, a su vez una deformación de cheeseburger.
Se llamaba en realidad Balltze y era la mascota de una familia hongkonesa. Falleció en agosto de 2023, pero antes, en 2017, se convirtió también en una imagen viral.
En la foto que inmortalizó a “Cheems” se le ve angustiado, por lo que pronto se le asoció a los cuadros de ansiedad. Aunque, para efectos humorísticos, frecuentemente se le acompañaba con la leyenda “Me da ‘amsiedad’” (así, con m).
El meme particular que hoy nos ocupa es ese en el que ambos perritos están confrontados: A “Doge” se le ve erguido, a dos patas, con un cuerpo hipermusculado; “Cheems” está en su postura habitual, tumbado y empequeñecido con su cara compungida.
La imagen sirve para ironizar sobre los contrastes entre las cosas duraderas, arduas, difíciles, esas que verdaderamente valen la pena; contra las delicadezas y superficialidades.
El musculoso “Doge”, por ejemplo, “es” un teléfono Nokia 3310, que era prácticamente indestructible, tenía la mejor recepción para su época y el único entretenimiento con que contaba era un rudimentario juego (el de la viborita) que, sin embargo, era divertidísimo y emocionante.
“Cheems”, con su habitual falta de carácter, “sería” el último modelo de i-Phone, que se descompone si lo recargas con un cable no oficial de Mac.
El “Doge” también representa a la gente que logra enormes proezas, sin grandes recursos, ni hacer mucho alarde. Alude a la gente de antes, acostumbrada a la adversidad y al trabajo duro. Es la gente que no le teme a la confrontación gracias a sus convicciones.
El “amsioso” “Cheems”, en cambio, referencia a las nuevas generaciones suavizadas por las comodidades del mundo actual; a quienes buscan todo por la vía fácil; a la ley del menor esfuerzo; a los que se derrumban ante un poquito de estrés; a quienes hacen mucho ruido por una contribución mínima. Representa a esos que no saben afrontar las dificultades.
AMLO candidato era como el perro “Doge”: Valiente, entrón, mamadísimo. Hasta hablaba de corridito. Nunca tuvo miedo a denunciar la corrupción, mucho menos se opuso jamás a la libre expresión. Era el primero en aplaudir los trabajos periodísticos que ponían al descubierto los escándalos de corrupción. Cobijó causas como la de los 43 de Ayotzinapa y nunca se arredró ante ningún interlocutor, fuese quien fuese. Hasta le escribió un libro a Donald J. Trump (“¡Oye, Trump!”, 2017. Editorial Planeta) en el que planteaba propuestas para la defensa de los migrantes en Estados Unidos.
Supongo que no necesito recordarle que AMLO Presidente resultó ser un “Cheems”: tibio, timorato, más bien, pusilánime, complaciente, “chingaquedito”, vacilante hasta la exasperación, elusivo y evasivo.
Ahora la corrupción siempre está en los demás, por más que todos los días hay evidencia de que en su administración todos se despachan con el cucharón del caldo. El trabajo de los periodistas ahora es una infamia con el único propósito de perjudicarlo. Las causas que lo acompañaron hombro con hombro hasta la Presidencia ya no las atiende porque se le mancha su preciosa investidura.
Y de la relación con nuestros vecinos en Estados Unidos y sus gobernantes... ¡qué quiere que le diga! Ayer el presidente López Obrador presentó una carta dirigida al expresidente y candidato republicano que es todo un poema a la abyección, al sometimiento, a la lambisconería y a la falta de amor propio y de amor por el País.
No sólo le da trato de virtual presidente (ni siquiera tendría por qué molestarse en dirigirse a él en calidad de candidato). Lo llena además de mimos y encomios y justifica todo el largo historial de denuestos hacia México e incluso hacia su Gobierno, justificándolos como “retórica electorera”. (¿Entonces reconoce que como candidato es válido echar bravuconadas; pero a la hora de ejercer el poder es mejor desentenderse de tales declaraciones imprudentes? ¡Vaya! ¡Quién lo diría!).
López Obrador debe estar tan acostumbrado a que le celebren sus dicharachos de viejo rancio, que cree que puede llegar al corazón de la bestia Trump con una de sus eternas peroratas en tono de camaradería.
De hecho, en su cabecita simplona, la carta le debe parecer una perfecta pieza de diplomacia epistolar, siendo que para la mentalidad gringa y, en particular, para la del simiesco Trump, debe ser un trozo de papel demasiado largo de leer como para que comunique una sola idea importante y demasiado pequeño como para limpiarse su gigantesco trasero blanco.
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Obrador obvia las reiteradas ocasiones en que Trump ha presumido a sus votantes que el Gobierno de México que él encabeza le puso a su disposición 28 mil soldados para custodiar su amado muro ¡totalmente gratis y de manera gustosa!
Ello no nos consta, lo cierto es que en efecto, el gobierno de López Obrador, que se dice humanista, ha hecho más lento, penoso, peligroso e inhumano el tránsito migratorio hacia EU, lo mismo para la administración de Trump como para la de Joe Biden, porque ambos comparten ese interés, aunque obviamente no manejan el mismo discurso de odio, racismo, intolerancia y xenofobia. Ese es exclusivo de Trump, con quien curiosamente AMLO parece llevarse mucho mejor y sentirse más en confianza. Siendo que López tiene una opinión y un calificativo para todos los líderes del mundo, es muy raro que nunca haya descrito a Trump como el maldito nazi supremacista que es.
AMLO candidato y AMLO presidente son como esos dos perritos de internet. Lucen muy parecidos, uno hasta juraría que son el mismo, pero además de ser dos entes completamente distintos, tienen características totalmente opuestas. Ya que el AMLO en modalidad “Doge”, no le temía a prácticamente a nada, pero el AMLO ya en su condición “Cheems”, todo le provoca la “amsiedad”.