AMLO: ¡El mesías posmoderno!

Opinión
/ 1 marzo 2024

El debate sobre la época que vive la humanidad tiene dos polos: modernidad y posmodernidad; contrapunteo cinco de sus diferencias salientes.

Mientras en la modernidad, el hombre es sujeto o centro de la historia; la racionalidad y la objetividad son punto de partida hacia el conocimiento; el progreso es siempre ascendente y la utopía alumbra sociedades posibles; en la posmodernidad, sin embargo, muere el hombre para ser reemplazado por las estructuras burocráticas y las herramientas tecnológicas; la irracionalidad y la subjetividad pasan a ser principio del conocimiento; el progreso ya no es ascendente sino regresivo y la distopía anuncia mundos o sociedades apocalípticas.

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Por ello, de 1980 a la fecha, cae el velo ilusorio o moderno, que idealizaba nuestra vida en sociedad, para mirarnos en toda nuestra desnudez posmoderna y publicitarla en medios de comunicación y redes sociales.

Desde la familia glorificada aparece el incesto, la violencia doméstica y el abuso sexual. En la educación, prolongación ideal de la familia, surgen las peleas y el acoso o bullying entre alumnos y al abuso sexual de maestros para con ellos. Las iglesias, sin pudor, son marcadas por casos de pederastia, abuso sexual y corrupción.

Las élites económicas y políticas compiten sin escrúpulo para repartirse el país y el planeta en un océano de corrupción e impunidad. Mientras los medios de comunicación y las redes sociales exaltan cada pliegue de nuestra desnudez y cada recoveco de nuestras miserias.

¿Importan en ese giro de la historia, la pobreza global, las migraciones del sur al norte y el cambio climático? No. Porque es más relevante exaltar la desnudez de nuestra propia miseria, para publicarla en medios y redes sociales.

Bajo ese entorno histórico aparece AMLO, cual mesías posmoderno, porque:

Desnudó la alianza entre las élites política y económica del país.

Desnudó la corrupción e impunidad, con la cual se repartían el país.

Desnudó la falta de amor por México, de la élite económica, para doblegar, humillar y demostrar a sus integrantes, de manera paradójica, que si, en realidad, era un peligro para México. Y que, a pesar de ello, podía ayudarles a enriquecerse durante su sexenio: Carlos Slim duplicó su fortuna durante los primeros cinco años del período de AMLO.

Desnudó, también, a la élite política para demostrar su mezquindad y bajeza de miras, ligadas también a su profundo desamor por su país (con excepción de ellos mismos).

Desnudó la promiscua relación del Alto Clero Católico con dichas élites.

Desnudó los excesos de la alta burocracia en la función pública.

Desnudó la apatía y la indiferencia de las clases medias y altas en su compromiso cívico y ciudadano con México y delineó con precisión sus arrebatos clasistas y racistas.

Desnudó la ira, la indignación y la impotencia de las grandes mayorías empobrecidas y marginadas -por décadas- del modelo económico del país sustentado y nutrido por dichas élites.

Desnudó, finalmente, la fragilidad de nuestra democracia, de nuestras instituciones y de nuestro Estado de Derecho.

También, en el mejor espiritú posmoderno y nostálgico, AMLO intentó regresar a México a la década de los años 60s, cuando existía un PRI nacionalista, autoritario, corrupto y sin rumbo.

Y como buen mesías, que pensó ser coloso, AMLO demostró ser pequeño, frágil y con pies de barro. Un simple aspirante a mesías con tufo bananero.

Moralizó, pontificó y atacó a sus adversarios -reales o ficticios- desde su púlpito mañanero para afianzar el apoyo político de su ejército electoral. Utilizó la fuerza del Estado para acabar con sus enemigos y comprar votos.

Profundizó la corrupción y la ausencia de rendición de cuentas; endeudó con cifras históricas el país; estableció de manera tácita una alianza con el crimen organizado; agudizó la crisis de seguridad pública para heredarnos el sexenio más sangriento en la historia de México; erosionó nuestra incipiente democracia y a sus instituciones y redujo a su mínima capacidad nuestro Estado de Derecho.

AMLO desnudó nuestro país; sólo para reflejarse y regodearse en su propia miseria posmoderna. E intentar, dejar sin futuro a nuestro país.

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